La semana pasada murió en Alcaudete de la Jara, su pueblo natal, Vicente Torrejón del Pino, un hombre de teatro que durante el postfranquismo y los primeros años de la Transición tuvo un papel relevante en el mundo cultural de Talavera de la Reina.

Conocí a Vicente Torrejón allá por el año 1972, en la escuela de teatro que se puso en marcha en el Instituto Padre Juan de Mariana, entonces el único instituto de Talavera, en la época en que fue director José Luis Narrillos, un profesor inquieto y dispuesto a acoger cualquier iniciativa cultural que enriqueciera la vida la vida del centro. Vicente Torrejón era un empleado de banca que, como luego haría durante toda su vida, siempre que la enfermedad le diera alguna tregua, puso en marcha esa escuela y creó el germen de un grupo teatral, El Remo Pequeño Teatro de Talavera por el que pasaríamos muchos jóvenes, estudiantes o no, algunos de los cuales encontrarían en el teatro su vocación y su profesión.

Vicente Torrejón pertenecía a la generación talaverana que creó El Candil, como Amalio Monzón, Juan Antonio Castro, Moisés de las Heras, Ismael Sánchez, Alfredo Alonso… y tantos otros de dentro y de fuera, como es el caso de Paco Heras, que se convertiría en el mentor de Vicente y que, además del teatro, impulsaron otras muchas actividades en el campo cultural talaverano, como es el caso del Cine Club Mariana, felizmente recuperado hoy por personas como José María Soria y Javier Tejero, pertenecientes ya a mi generación.

Pues bien, aquella escuela de teatro del instituto se convertiría en el año 1974 el grupo teatral El Remo, un grupo con vocación de vanguardia y de ruptura, con todo aquello que considerábamos desde nuestra mirada de jóvenes que había que superar comenzando por el propio régimen que vivía entonces sus estertores. Vicente fue un líder indiscutido de un grupo formado fundamentalmente por jóvenes estudiantes que comenzábamos entonces los estudios universitarios y cada fin de semana volvíamos a Talavera, y un grupo de jóvenes trabajadores, unos cuantos de ellos trabajaban en la empresa Pereda, o como el amigo Nazario, el de la librería, tenían su propia negocio.

Vicente, autodidacta total y que nunca pasó por una formación académica, era un animal de teatro de intuiciones geniales. Alguien que había nacido para la creación y que encontró en el lenguaje teatral su forma de expresión. En El Remo, dio lo mejor de sí con unos cuantos montajes teatrales que no desentonaban en aquel panorama nacional del llamado teatro independiente. Luego vino la fiebre de la política, la necesidad de la militancia, los intentos, muy fáciles entonces de los grupos de izquierda como el PCE de utilizar y manipular la actividad teatral al servicio de la política y… todo se jodió como El Perú. Había que quitar del medio al líder y fueron a saco a por Vicente. Él no supo resistir y cuando se dio cuenta era tarde. Se echó fuera, se quitó del medio y yo creo que en esa rendición, tan humana y su traslado buscado en su empresa lejos de Talavera empezó su calvario psíquico que arrastraría hasta su muerte.

Es verdad que allí por donde pasó intentó crear y recrear lo que había sido la escuela del Mariana y El Remo, y en uno de sus destinos, Fuenteobejuna, fue uno de los impulsores del espectáculo que ahora se representa cada verano. Nunca dejó de hacer teatro y, como ocurrió cuando uno tuvo la suerte de conocerle, siempre hubo alguna vocación teatral que brotó a su alrededor.

Uno quiere pensar que ahora hay desperdigados por el mundo unas cuantas personas, más o menos jóvenes, que viven, hacen o piensan en el teatro gracias a que un día conocieron a Vicente Torrejón del Pino. Yo, aunque no joven, si sé algo de teatro es gracias a él. Un abrazo a su mujer, Mary, y a sus hijos, Ana, Gemma y José Vicente.