María Toledo cantó una saeta desgarradora al Cristo de la Vega la madrugada de Viernes Santo en la calle Hombre de Palo. El Español de Castilla-La Mancha ha sido testigo de ello y nos ha puesto el corazón en la boca después de escucharla.

Una saeta es la verdad en el rostro, el corazón en los párpados, el pulso en las venas… Probablemente, el palo del flamenco más complicado junto al martinete, pues el cantaor va solo, sin compaña… Su único instrumento es la voz, sin guitarra ni cuerdas que la adornen o mezan… Por eso me gustan tanto las saetas… Porque quienes las cantan demuestran tener una orquesta sinfónica en sus gargantas… Una especie de filarmonía incrustada en la sangre que corre con estrépito y baja por la voz como un chorreo… Con su timbre inigualable, su cadencia, contorneo y quejío… Qué bien lo hizo María Toledo en la noche de sangre… Cómo se alzaban los pulsos y las estrellas a cada rasgo herido de sus cuerdas ajadas. Un viejo tenía dentro María en cada movimiento de mano… Esa mano desclavada del Cristo que apenas tocaba con los jergones de sus notas mecidas en la noche… No puede haber arte más culto, que sentenciaría Federico hablando de los gitanos y los toros…

Lo bueno de María Toledo es que ha llevado el flamenco a las puertas de las murallas, a la castellanía bíblica por los siglos de los siglos… Hasta cuando se casó con un torero, como Dios manda en San Juan de los Reyes, arreboló el piano de cola y le cantó a la vera suya, entre jazmines y rosas. Qué grande el quejío en la noche toledana, entre uñas rojas y guitarras viejas… La sabiduría hecha muralla y piedra…

Esta Semana Santa escuché a otra gran saetera, Laura García, en Ciudad Real. Cantó en el especial que Onda Cero hace todos los años en la capital manchega y hasta el alcalde Cañizares tembló de gozo desde la cristalera de su despacho, tres plantas más arriba.

La saeta es desgarradora, no da tiempo a pensar, sólo a sentir… Cómo envidio a los que cantan bien y le dan su acento, sin impostar nada. Es un diapasón natural, cuya cadencia cae sin remisión por el pentagrama y se desparrama por los sentimientos. Cuánta claridad en las voces de María y Laura… Qué desgarro tan primitivo y épico, como el de los zíngaros huyendo por Centroeuropa… La historia de los gitanos que sólo Federico entreviera entre la zumaya y la luna, luna. Qué temblor de antiguo y tiempo en la garganta. Mi hijo se está haciendo al oído y lo va comprendiendo. Es el cante más viejo que existe, acurrucado en manos jóvenes. Sólo un martillo o tambor puede acompañar de lejos… El leño florido de la primavera ya está aquí… Hemos vuelto a cumplir con el rito… De la antigua Grecia a la contemporaneidad de los tiempos. Con un Nazareno que cambió la Historia y la manera de contarla. Siglo XXI después de Cristo, saetas mecidas al viento como si de una nana invertida se tratase.