En el principio fue un señor que tenía problemas con la hacienda pública. A continuación, aparece el Sr. Rodríguez, jefe de gabinete de la presidenta de la Comunidad de Madrid. Resulta que en la Corte de los Milagros, donde todo es posible, el señor con problemas con la hacienda pública es el novio de su jefa, por lo que el Sr. Rodríguez se dedica a su defensa. ¿Qué pinta un alto cargo de la Comunidad de Madrid creando bulos, trasmitiendo informaciones, reuniéndose con periodistas para informar del caso de una persona particular con problemas con la hacienda pública? ¿Alguien puede justificar el compadreo de un cargo público con un señor privado sin que nadie en la Corte de los Milagros lo vea raro? Claro que, a la luz de lo que intuíamos y sabemos ahora, posibles delitos individuales se transforman en asunto político y ya tenemos el lío, el ruido y hasta la furia. Se enreda todo y nadie sabrá de qué va la vaina. La cosa se simplifica en la persecución de un presidente del Gobierno de la nación a una desvalida presidenta de Comunidad Autónoma. Víctima, víctima, víctima.

Según el cuento cortesano, el señor particular, emprendedor y honrado, en opinión del Sr. Rodríguez (vayan aprendiendo el concepto de honradez que algunos se gastan), quería pactar con la hacienda pública para solucionar sus conflictos de ocultación de ingresos, primero, y la rectificación, después, una vez que le han pillado en falta, pero el proceso se interrumpe por unas "oscuras fuerzas de arriba" que ordenan lo contrario, según el comunicado de prensa del jefe de gabinete, Sr. Rodríguez. Así que lo que iba a ser un idílico diálogo entre la fiscalía y un señor particular que quería burlar a la hacienda pública, por la intervención de "fuerzas oscuras" se desbarata.

Por supuesto, la "fuerza oscura de arriba" no es otro que el Sr. Sánchez que, con los ojos inyectados en sangre, persigue a la candorosa dama, Sra. Ayuso. Con esa alusión a las fuerzas oscuras en el aire a los medios de comunicación se les proporcionaba munición suficiente para que los afines y los no tan afines dispusieran de material disruptivo durante meses. Se especularía sin freno sobre la perversidad del Sr. Sánchez. Incluso la novia, airada, había salido a dar una rueda de prensa en la que decía que todo se había trastocado, pues era la hacienda pública quien debía aportaciones a su novio y no al revés. Así las cosas, el asunto se complicaría en la Corte de los Milagros cuando el fiscal general del Estado salió a desmentir que existieran fuerzas oscuras intentando hacer descarrilar el idílico diálogo entre el señor particular y la hacienda pública. La aparición en escena de este nuevo actor, el fiscal, iba a cambiar el rumbo de las cosas. Se culparía al fiscal general del Estado de difundir datos personales de un señor particular. Y ya teníamos el gran lio que se buscaba. Nadie recuerda el fraude del señor particular.

Para que la maniobra fuera completa se necesitaba un juez dispuesto a "desfacer entuertos". Y sabido es que siempre habrá un vengador que, como un superhéroe de la Marvel, imparta justicia y devuelva el orden a la sociedad tradicional. Y lo que era una simple cuestión de un señor particular con implicación de una administración pública, se convierte en uno de los escándalos de la democracia española: la investigación e imputación del fiscal general del Estado. Y es que en la Corte de los Milagros todo es posible: el inocente puede ser sospechoso, un funcionario público puede implicarse en los asuntos de un particular y el defraudador confeso puede moverse libre poniendo querellas a periodistas y cuantos le molesten.