Image: La denuncia de Félix de Azúa

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Primera palabra

La denuncia de Félix de Azúa

Por Luis María Anson, de la Real Academia Española Ver todos los artículos de la 'Primera palabra'

13 mayo, 2011 02:00

Luis María Anson


Félix de Azúa es un poeta de inspiración absorta. Es un filósofo de ancho prestigio. Es uno de los mejores articulistas de nuestra nación. No sé por qué no está en la Real Academia Española. Su escritura siempre me ha parecido admirable. Es tersa y translúcida. Se engrandece en la claridad. Última sangre, antología que sintetiza cuarenta años de creación poética, es uno de los libros de mayor alcance lírico que he leído en mucho tiempo. La paradoja del primitivo me parece un ensayo sagaz y penetrante. Nadie ha superado los estudios de Azúa sobre el conocimiento de Baudelaire, en torno al cual desparramó las flores del bien.

Félix de Azúa es barcelonés y se ha caracterizado siempre por la independencia de juicio y por el valor intelectual. "España -ha dicho- debe ser el único país al norte de África donde se multa a la gente por escribir en la lengua oficial". El problema no deriva de apoyar, respaldar, estimular el catalán, bellísimo idioma español, perseguido por Franco, y al que algunos, en tiempos de la dictadura, defendimos en artículos y manifiestos. La lengua de Pla y Gimferrer es un tesoro cultural.

No, el problema no está ahí. Todo lo contrario. El mundo intelectual está a favor del catalán. El problema lo ha denunciado con palabras pedernales Félix de Azúa: "La Generalitat -ha dicho- no hace solo una política de apoyo al catalán sino también de destrucción del español. Los nacionalistas lo niegan y los partidos que de ellos dependen silban mirando al techo".

A Félix de Azúa le caracteriza la moderación, la liberalidad, el buen sentido. Y, desde la ecuanimidad que nadie le niega, ha llegado a decir: "Es que no se trata solo de rechazo al castellano, sino de odio". Para el gran filósofo "el rastro que ha dejado el tripartito es como el de Atila".

Montilla, Mas, el Carod Rovira coronado de espinas, se han dedicado, se dedican, a destruir en Cataluña el idioma castellano. Están haciendo lo mismo que el dictador Franco pero al revés. De igual forma que el caudillo vencedor de la guerra incivil persiguió al idioma catalán, los gobiernos de la Generalitat, salvo el de Tarradellas, han dedicado esfuerzos y cantidades ingentes de dinero a extirpar el castellano de Cataluña. No lo han conseguido. Al menos, hasta ahora, aunque daño han hecho. Y mucho. El buen sentido del ciudadano medio de aquella región española es un dique formidable. El castellano ha escalado el segundo puesto del mundo, tras el inglés. Aún más. La lengua de Cervantes y Borges, de Galdós y Vargas Llosa, de Quevedo y Gimferrer es ya el primer idioma nativo del mundo. Hay más gente que tiene como primera lengua el idioma de Neruda que el de Oscar Wilde. Y aunque el inglés es el latín del siglo XXI, y barre internacionalmente, habrá que convenir en la vigencia del castellano. Aún más, hay tres lenguajes que se deben conocer si no se quiere ser analfabeto en el siglo XXI: el inglés, el español y la informática.

La Universidad, alma mater de la nación, debería reaccionar frente a las tropelías lingüísticas de la Generalitat. Hay pocas esperanzas de que así sea. La Universidad española se ha degradado hasta el punto de que nuestra nación, que durante siglos ha figurado entre las tres o cuatro del mundo por su calidad universitaria, no cuenta hoy con ninguna Universidad entre las doscientas más prestigiosas. Una vergüenza. "Como dirá cualquier profesor sensato -ha declarado Félix de Azúa- la Universidad española (y por tanto la catalana) es hoy un cadáver". Un cadáver en manos de los sindicatos porque el gran problema que zarandea a la Universidad en España es su sindicalización. Es este asunto que exige un gran debate nacional. Pero hoy quiero quedarme en la inteligente denuncia, que con más valor que José Tomás, ha hecho el barcelonés Félix de Azúa sobre la persecución del castellano en Cataluña.