Primera palabra

El gran receptor

5 diciembre, 1999 01:00

Duende virtual que se mete en las casas por las rendijas de cantidad de publicaciones que arbolan su firma, por causa de Umbral prolifera la materia literaria en el moderno periodismo español

Umbral es un fenómeno literario y social. El periodismo español tiene en verdad desde hace ya varios años una sola "vedette", una estrella fija, un incombustible paradigma de frivolidad-profundidad, de lirismo-criticismo y exaltación de la realidad. Frente a Umbral se impone el recuerdo de Clavijo y Fajardo, de Larra, de Clarín y de Ramón Gómez de la Serna.

El caso de Umbral, como de los anteriores, el de un estilo que se convierte en espectáculo y en expectación, un chorro inagotable de felices sorpresas expresivas. Duende virtual que se mete en las casas por las rendijas de cantidad de publicaciones que arbolan su firma. Por causa de Umbral prolifera la materia literaria en el moderno periodismo español y quien en el siglo XXI quiera estudiar el pulso social del país, desde poco antes de la transición para acá, tan sólo habrá de completar su profundización en el tema imponiéndose de cabo a rabo en la obra de Umbral. En nuestros tiempos, más que en ningún otro, hacer literatura con la información, además de difícil es anacrónico. Por anacrónico, absolutamente original.

Umbral comenzó a manifestarse literariamente en un clima de constricción de la izquierda intelectual, de seriedad y reflexión, un clima casi de funeral, de realismo fúnebre y por demás localista y agazapado, lo menos cosmopolita que cabía darse. Entró en liza Umbral montado en la bicicleta de Apollinaire o de Alfred Jarry, en el elefante de Ramón o en el propio cochazo de Francis Picabia, sobre el complejo armatoste que había ido componiendo "la modernidad", a través de muchísimos lustros o decenas de años, vehículo que comenzaba a renquear. Y esto es lo más interesante, lo definitivo en el estilo de Umbral. Se sabe a caballo de una compleja maquinaria que comienza a cumplir mal en muchos aspectos y es capaz de anotar con maravillosa prolijidad todo cuanto falla por aquí y por allá, ruidos sospechosos, fétidos olores del carburante, que se escapan por donde menos previsto estaba. Pero, en resumen, el acierto de Umbral fue reintroducir en el periodismo y en el libro el fresco aliento de la postmodernidad, que no sería tal si la modernidad no se hubiera dado y no la hubiera asumido tan plenamente Umbral.

La modernidad bien entendida comienza ahora por una "afectuosa desconfianza" de esa modernidad, porque no quiere convertirse en dogma y en corsé mental, y para ello la antena estética de Umbral percibe todas las pulsiones que emite la propia modernidad del pasado, el espíritu de lo nuevo que fue nuevo siempre -y por ello mismo muy digno de conservar- la novedad renacentista, la barroca, la romántica, la simbolista, la realista, la marxista, la existencialista. Lo que hace más entrañable la prosa de Umbral es su lírico sentido evocador de lo bello pasado, en audacia y pasión, ya sea Nietzsche o Rimbaud, ya sea Camus. No es que lo sepa todo y lo tenga guardado en un almacén memorístico, sino que se ha instalado como un aparato receptor en la sola frecuencia que emite la modernidad y por ella recibe inagotable información, que lo mantiene al día de "todos los tiempos" de ansiedad expresiva y enfatizadora de la libertad de creación, del espíritu dandístico de Barbey o de Valle Inclán, o el espíritu de seducción que ha definido como nada el cine desde que se inventó. Umbral emite todo eso en un alarde de olímpico confort: escribe como habla, en el caso de que la gente -y los propios escritores- hablasen un poco mejor, es decir inventando, con instinto poético, nuevas combinaciones para dinamizar plásticamente las ideas.

"Estar en la onda" no es más que eso que acabo de anotar, tener instalada en la mente ese receptor y poder verter cada día y en cada artículo un fresco chorro de novedad, que ha recibido tratamiento crítico -o irónico, o enternecido o admirativo- por parte de Umbral, antes de ser servido al consumidor. No parece ser otro el secreto de un estilo tan estimulante y cordial.

Este raro escritor que se declara autodidacta -no otra cosa dice de Paracelso Karl Jung- es ahora doctor Honoris Causa por la Complutense y en todo honor, porque no hay disciplina que ponga en comunicación con esa onda inmensa y compleja, si no se parte al descubrimiento de "los futuros", limpios de cualquier sistematización didáctica. Umbral es escritor-artista y en el artista todo se reduce a un fenómeno de la percepción, que ya está en el artista, y no tiene posible tratamiento anterior o posterior.