Si no surgen imprevistos, es probable que a finales de este año que comienza vea la luz cuanto se ha conservado de la Historia de las guerras barcialeas, el casi legendario proyecto narrativo que ocupó a Rafael Sánchez Ferlosio –bien que de manera intermitente– durante más de quince años. Entretanto, está previsto que el próximo mes de mayo se publique Borriquitos con chándal (Debate), una selección de los más enjundiosos artículos de Ferlosio en torno a tres cuestiones sobre las que volvió recurrentemente: la enseñanza, la educación y el deporte.

Ferlosio –de cuyo fallecimiento se cumplirán cuatro años el próximo 1 de abril– sigue en el candelero. El pasado mes de noviembre la editorial sevillana El Paseo reunió bajo el título Interludio taurino todos los escritos de Ferlosio sobre toros y tauromaquia. Ferlosio fue un aficionado a "la fiesta", de la que acabó renegando, dijo, no tanto por "compasión de los animales" como por "vergüenza de los hombres".

A las crónicas con que cubrió para Diario 16 la temporada taurina del San Isidro de 1980 se añaden en Interludio taurino el texto de una carta a El País del año 1985 en que arremete contra "el culto y el cultivo de la brutalidad, el infantilismo, el machismo y el alcoholismo que comporta toda suerte de encierros y toros de San Juan".

Se añade también uno de sus últimos artículos, "Patrimonio de la Humanidad", de 2012, que a juicio de Mario Vargas Llosa –que lo replicó airadamente– "es una de las diatribas más destempladas y feroces que he leído" contra "la fiesta".

Pero el acierto mayor de los editores es haber encuadrado este material en un extenso fragmento de Las semanas del jardín ("Semana segunda", parágrafos 1-30) en el que el ensayista y narrador discurre con extraordinaria agudeza sobre el toreo y sus reglas, distinguiendo la naturaleza específica del espectáculo taurino en contraste con el que brindan las competiciones deportivas, el circo, la danza, el teatro y el cine.

La bien labrada admiración que Femenías profesa a la obra y la figura de Ferlosio es pudorosa y reticente, por lo que obvia los acentos hagiográficos

También el pasado otoño se publicó A propósito de Ferlosio. Ensayo de interpretación cultural (Alianza), un vigoroso trabajo con que ha debutado Carlos Femenías (Mahón, 1985), actualmente profesor de literatura en la Universidad Autónoma de Barcelona. Se trata de una biografía intelectual que asume no pocos riesgos al sondear el linaje del pensamiento de Sánchez Ferlosio y al establecer sus conexiones generacionales, pero que –nutriéndose de un íntimo conocimiento de la obra entera del escritor– acierta a perfilar, a ratos con admirable penetración, su trayectoria hasta comienzos de la década de los noventa, trazando de paso un relato sesgado pero muy eficiente de las dinámicas entre cultura y política durante la transición.

La bien labrada admiración que Femenías profesa a la obra y la figura de Ferlosio es pudorosa y reticente, por lo que obvia los acentos hagiográficos y apologéticos para atender en cambio sus aspectos más espinosos. Su acercamiento, con todo, es abarcador (comprende la narrativa ferlosiana) e iluminador, a menudo polémico y siempre instructivo, invitando seriamente a la relectura y a la discusión. Discrepo del juicio displicente que le merece la etapa más tardía de Ferlosio, la posterior al año 1992 (etapa en la que se publican El alma y la vergüenza, La hija de la guerra y la madre de la patria, Non olet, God & Gun).

Me parece asimismo que malentiende el mecanismo de la prosa hipotáctica de Ferlosio, el escrupuloso impulso dilucidatorio que justifica lo que a él se le antoja más bien alarde divagatorio y arcaizante, "antifuncional". Pero comparto en general el incisivo retrato que Femenías hace del personaje público de Ferlosio, y su razonada convicción de que, por anacrónicas que quieran estimarse algunas de sus actitudes, escribió –concluye– "uno de los corpus más ambiciosos del siglo XX".