BOSQUE. La mitología de las estrellas de cine del Hollywood clásico creó una imagen ideal e ilusoria que, pasado el tiempo, acaba difuminando los desempeños y las capacidades concretas de los actores y actrices que la protagonizaron. El bosque del mito no nos deja ver ni estimar en su justa medida los árboles. Nos toca, viendo sus películas, descender a lo concreto para comprender y analizar la materia real con la que se construyeron esos mitos.
También para apreciar el cine que los grandes estudios hicieron y, desde luego, para hacernos cargo de algo que ya sabemos: que no existe ninguna gran película que no tenga detrás el trabajo colectivo de un equipo, la concurrencia de talentos extraordinarios que hacen posible el resultado final y el brillo de la estrella.
AÑOS 30. Movistar nos brinda la oportunidad de entender, a los 35 años de su muerte, el mito de Greta Garbo (1905-1990), el mayor de la historia del cine, mediante el visionado de cinco de sus principales películas.
Todas excelentes, son estas: Grand Hotel (Edmund Goulding, 1932); La reina Cristina de Suecia (Rouben Mamoulian, 1933); Ana Karenina (Clarence Brown, 1935); Margarita Gautier (George Cukor, 1937) y Ninotchka (Ernst Lubitsch, 1939). Todas están realizadas por directores que redondearon una filmografía de gran valor artístico.
La primera, la tercera y la cuarta se basan en novelas de gran difusión o/y prestigio firmadas por escritores europeos: Vicki Baum, Lev Tolstoi y Alejandro Dumas hijo. Todas son producción de Metro Goldwyn Mayer, el estudio que promovió y sostuvo a Garbo. Todas pertenecen a los años 30, la época de su auge, madurez y final voluntario.
Un ciclo de cinco películas nos permite comprender y analizar, a los 35 años de su muerte, la materia real del mito, el mayor de la historia del cine
Además de sus directores y sus otros protagonistas, figuras gigantescas como los productores Irving Thalberg, David O. Selznick y Walter Wanger, los guionistas Billy Wilder, Charles Brackett y Salka Viertel, el director de arte Cedric Gibbons, el director de fotografía William Daniels y el diseñador de vestuario Adrian, entre otros, estuvieron detrás de una o de varias de estas películas.
TRISTEZA. Garbo eligió retirarse sorpresivamente en 1941 y, con su soltería, su bisexualidad, su ocultamiento y su soledad, nació la segunda parte de su leyenda, fundada en el misterio y la tristeza.
Tras sus inicios en Suecia a los 16 años y su primera consagración como actriz a los 19 gracias a Mauritz Stiller y La leyenda de Gosta Berling (1924), en Hollywood, después de revelarse en el cine mudo, solo hizo veinticinco películas en quince años. Cuatro nominaciones, ningún Oscar. Decidió retirarse y esconderse a los 36 años, a la misma edad con la que murió en 1962 Marilyn Monroe, el otro gran mito.
Este sustancioso miniciclo de TCM se enmarca entre dos frases clave de su leyenda. En Grand Hotel, que reúne a personajes al borde de la muerte o la debacle, la desgraciada bailarina rusa Grusinskaya exclama: “¡Quiero estar sola!”. Y la frase se le aplicó de inmediato a la Garbo.
En Ninotchka, divertida sátira sobre el comunismo soviético (y también, pero menos, sobre el capitalismo), la Metro, para lanzar la película y compensar la inicial seriedad de la actriz como estricta comisaria política moscovita, utilizó una frase publicitaria: “¡Garbo ríe!”. Y vaya si ríe en Ninotchka, se desternilla viva, por no decir otra cosa, en la escena del restaurante proletario.
Pero Greta Garbo también sonríe y ríe muy bien en las otras cuatro películas, pese a ser cuatro suntuosos melodramas de tomo y lomo, especialmente Margarita Gautier, en la que mejor, más veces y con más intencionada sensualidad ríe. Con esa sensualidad y erotismo entre espiritual y místico, antes que crudamente carnal e incitante, que llevaba a las mujeres que encarnó a hacer sufrir por amor, sí, pero sobre todo a sufrir y a morir ellas mismas de amor. Tela (de seda).