Anna Caballé y Eloy Tizón.

Anna Caballé y Eloy Tizón.

Jardines colgantes

¿Qué hacemos con el pasado?

La idea que se extiende ahora es la de acabar de una vez por todas con una pésima praxis histórica. El caso es que no se debe tener prisa.

20 noviembre, 2023 00:45

“Es un tema apasionante, uno de los grandes temas de nuestro tiempo” –manifiesta Anna Caballé a Alejandro Luque (Jot Down). “El pasado es inmodificable, intentar manipularlo de la forma que sea es un inmenso error –explica la escritora y crítica literaria–. Lo que hay que hacer es, aceptándolo, porque no hay otra, entenderlo con la mirada crítica de hoy y por tanto observar sus deficiencias, sus enormes imperfecciones”.

“La dialéctica entre construcción y destrucción del pasado en todos los ámbitos de la vida y de la cultura es una larga historia –añade la Premio Nacional de Historia 2019– , pero la idea que se extiende ahora es de acabar de una vez por todas con una pésima praxis histórica por opresora, blanca y elitista. Esto me parece un error (...) Cancelar el pasado que no nos gusta o que nos ofende no es una solución”.

El ex director del Reina Sofía Manuel Borja-Villel aporta su punto de vista al debate. “Obviamente nadie que haya sido represaliado por Franco quiere ver un monumento franquista, es ofensivo. Pero, ¿los borramos y tiramos todos? –se pregunta el nuevo asesor de la Consejería de Cultura de Cataluña ante Leticia Blanco (El Periódico)–. Amputar la historia no es la solución, la solución es buscar otras formas de hacer la historia”.

Eso es precisamente lo que ha hecho la escritora francesa Anne Berest en su novela La postal, en la que, a través de su familia, cuenta cómo vivió Francia la ocupación nazi. “Quería escribir una novela, pero a menudo digo que es un roman–vrai [una novela verdadera], es decir, está escrita con el estilo de una novela, pero todos los hechos son reales y me he valido de la obra de historiadores y de archivos –explica a Raquel C. Pico (Ethic)–. He trabajado como una historiadora, aunque no lo soy”.

“Cancelar el pasado que no nos gusta o que nos ofende no es una solución”, Anna Caballé

La celeridad con la que vivimos preocupa a los creadores. “Nunca tengo prisa –confiesa Cristina Fernández Cubas, Premio Nacional de las Letras, a Juan Cruz (El Periódico de España)–. Ni a la hora de escribir, ni a la hora de publicar. También es que cuando escribo estoy como en un estado de introspección, de pausa en la vida (...) Pues hay que ir más lentos, haciendo pausas, disfrutando las cosas. Es que vamos a una rapidez que (…) es necesario alargar nuestros días”.

La premura tampoco le complace a Eloy Tizón. Lara Gómez Ruiz (La Vanguardia) le recuerda que entre libro y libro deja pasar hasta una década. “No lo hago queriendo –se justifica el autor de los relatos recogidos en Plegaria para pirómanos (Páginas de Espuma)–. Me gusta escribir sin prisas y hasta que no encuentro el tono, la musicalidad adecuadas y ciertas pinceladas de humor, no cierro un libro (...) Me gusta que cada texto suponga un desafío, no dominar del todo la materia, sentir ese vértigo que te estimula a la hora de escribir. La corrección y la contención hacen que los libros nazcan muertos”.

La vieja cuestión de Bécquer–“¿Qué es poesía?”– sigue encontrando respuestas en el presente. Fernando Aramburu, que acaba de reunir su obra poética, dice a Justo Barranco (La Vanguardia) que “la poesía es mucho más que escritura. La poesía es vocación para mí, la ficción es trabajo (...) Creo que la poesía es algo más que escribir poemas o leerlos. Es un camino, es un método, un recurso para hacerse persona, persona sensible, pero también persona moral, con sentido de la justicia”.

“La corrección y la contenciónhacen que los libros nazcan muertos”, Eloy Tizón

David Morán (ABC) recuerda a Alejandro Zambra que en su libro Literatura infantil define la prosa como “un reino civilizado” y le pregunta qué es entonces la poesía. “El espacio de lo religioso, yo creo –contesta el escritor chileno–. Pero de lo religioso profano (...) En términos formales es muy difícil de distinguir, pero en términos de su función en la vida, a mí me gusta más, claro”.

P. S. Julio Tovar (Vozpópuli) plantea a Gabriel Albiac si el juego de aprender a morir podría ser la tesis que resume su último libro, Elogio de la filosofía. “El juego de aprender a morir en el sentido metafórico más amplio del término –explica el filósofo–. Es decir, el juego de aprender a callar. El juego de aprender a hacer callar y a hacerse callar a uno mismo”. 

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