Irvine Welsh (Foto: María Teresa Slanzi) y José Luis Fajardo (Galería Jacques Martínez Original)

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Jardines colgantes

¿Escribir es gozar o sufrir?

Mientras sucumbimos a la cultura de la propiedad intelectual, buscaremos las razones del éxito literario. Otra cosa es la poesía, ese género que muere a manos de los que más lo quieren. Reivindiquemos, pues, el pudor

10 abril, 2023 02:03

Juan José Millás aconseja a Laura García Higueras (elDiario.es) que “no se fíe de los escritores que le digan que escribir es un placer permanente”, pero “tampoco de los que digan que es una tortura”. El autor sostiene que “escribir es una mezcla simultánea de las dos cosas. Un gran sufrimiento y un gran gozo incomparables con cualquier otra cosa”. En suma, “no hay dicotomía, es imposible destrenzarlas”.

También se pregunta Millás “si habrá una literatura secreta que no hemos descubierto, porque las razones por las que los libros triunfan o no triunfan son un misterio”. Y se responde: “De hecho, si se supieran, los banqueros serían editores porque cuando un libro tiene éxito se gana mucho dinero con él”.

Tal vez tenga razón Irvine Welsh cuando dice a Marta Medina (El Confidencial) que “ahora la gente escribe libros como se escriben las series de televisión, buscando un público. No por el mero hecho de escribir una pieza de arte o transmitir tu visión personal del mundo”. El autor de Trainspotting define el fenómeno como “la cultura de la PI (la propiedad intelectual), buscando maximizar los beneficios”.

Irvine Welsh: “La gente escribe libros como series de televisión, buscando un público”

Quien tiene claro por qué escribe es Bernardo Atxaga. “Uno de mis objetivos a la hora de escribir es no incluir bulla, sino calma –confiesa a Maite Redondo (Deia)–. La gente que va cargada de razón me espanta. (...) Que un tema sea serio, grave, no implica que el que vaya a hablar de ello lo haga gritando o insultando. Lo único que aporta es, como dicen en Cuba, más mielda a la discusión”.

Para el autor vasco, “la obligación de un escritor es hacer frente a la realidad de una manera no autoritaria, no agria, humorística, narrativa”. Y concluye: “la persona que piensa mucho en sus éxitos se vuelve un poco tonta”.

Tal vez sea lo que ocurre con la poesía. Manuel Vilas pinta a Pablo Antuña (La Nueva España) un panorama muy poco lírico. “Hay muchos poetas que se regodean, se leen entre sí, se aplauden y se van felices a casa –explica el escritor–. Ese tipo de poetas piensa que son profetas o visionarios y no son más que profundos incultos. (....) La narrativa es un género abierto a todo el mundo. La poesía la cierra sobre todo este tipo de crítico clarividente que cree que sabe más que nadie, que pontifica, dice lo que hay que hacer y sabe más que nadie. (...) Esos puristas dicen amar la poesía, pero en realidad la odian. Si pudieran, matarían al género. De hecho, se lo han cargado”.

José Luis Fajardo: “En los museos hay más metros para vender abanicos que para ver los cuadros”

A Elvira Lindo lo que le preocupa es que vivimos en “una época impúdica y melodramática”. Le parece que “hoy está bien visto dar detalles de nuestras intimidades”. Cuenta a César Suárez (Telva) que es “necesario recuperar el pudor a la hora de contar las cosas. (...) Me interesa más lo que se deja de decir. Yo reivindico esa delicadeza. Cuando cuentas todo, vulgarizas y hieres a quien se siente aludido”. “¿Por qué se aplaude el exhibicionismo?”, se pregunta. “Ocurre en la literatura y en la imagen que proyectamos de nosotros mismos. (...) Vivimos de una manera muy ensimismada. Estamos demasiado pendientes de lo que somos y lo que proyectamos, no nos relajamos”

Antonio Soler, por su parte, revela a Juan Cruz (La Opinión de Málaga) que intenta que en sus novelas “no haya un juicio o una condena, intento que haya una compasión cervantina con todos [los personajes]. Al final, escribes de lo ajeno pero desde tu propia subjetividad”. Al novelista malagueño la literatura le ha servido “para armonizarme con la sociedad, con el mundo. Ha sido un elemento vital. Es el conocimiento de mí mismo y el conocimiento de los demás”.

P.S. El artista canario José Luis Fajardo, muy vinculado al colectivo El Paso, se muestra muy crítico con la situación del mundo del arte. “Los museos en los últimos 15 o 20 años son un negocio de ‘gadgets’ –asegura a Adolfo Ortega (20 minutos)–. Hay más metros cuadrados para vender abanicos que para ver los cuadros. Se está viviendo un marketing que no me interesa, aunque tampoco lo rechazo porque hay que mantenerse. De todos modos, la gente se tira más tiempo leyendo los títulos de los cuadros que contemplando las obras en sí. Lo tengo cronometrado”.

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