Imagen | ¿Están los sellos independientes en peligro?

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DarDos

¿Están los sellos independientes en peligro?

Tras un año de pandemia, los grandes grupos editoriales intentan acaparar el mercado lector con sus novedades. ¿Están los sellos independientes en peligro? Dos editores, Javier Jiménez y Diego Moreno, toman la palabra

10 mayo, 2021 09:50

Javier Jiménez
Editor de Fórcola

El limbo postpandemia del pequeño editor

No hemos salido más sabios de la pandemia, y en el mundo del libro seguimos incurriendo en nuestros habituales malos hábitos. Cuando se reabrieron las librerías, allá por mayo y junio de 2020, algunos editores alertamos sobre lo importante que sería frenar la más que previsible avalancha de devoluciones de aquellas novedades publicadas entre noviembre y marzo –en aquel lejano ya mundo prepandemia–, libros que no habían terminado o siquiera empezado su ciclo de venta, y que quedaron secuestrados por el confinamiento. Los pequeños editores necesitábamos darles la oportunidad que merecían y no habían tenido a nuestros libros. No hubo manera: primero, fueron desalojados por el aluvión de “nuevas” novedades (lanzadas al mercado, pero ¿qué mercado?) que desde mayo inundaron sin contención las librerías; segundo, por la necesidad de los libreros de reducir de forma rápida la deuda acumulada, mediante la “devolución express”. A través de nuestros distribuidores, llegamos a acuerdos para frenarla estampida. Pero la presión de las novedades arrasó con todo, como los caballos de Atila. Algunos apostamos por ralentizar el ritmo y número de publicaciones, sin embargo, tanto medianas como grandes editoriales optaron por lo contrario, en una especie de huida hacia adelante. Recordemos que proliferaron cada semana propuestas mil, fruto de la improvisación –y del pánico– que llevaron a algunos editores a regalar ebooks, proponer “nuevos” y rocambolescos medios de venta online (implicando o no a las librerías), cada cual más disparatado, ideas de bombero que no se sostenían, y cuyo único objetivo era llamar la atención para ganar “visibilidad”. En todo este circo, el relato lo ganaron las librerías: vendieron con éxito la idea de que son la parte más frágil, y lograron la “solidaridad” de todo el mundo: lectores, periodistas y políticos; luego llegaron los ERTES, las ayudas, las subvenciones y las compras a librerías, de las que algo, muy poco, nos tocó a los pequeños editores. Los libreros focalizaron el debate en dos frentes: la batalla permanente contra Amazon (con el “relanzamiento” de todostuslibros.com), y el tema de la política de descuentos, pero la radiografía que se proyectó nos dejó fuera del Gran Juego a los pequeños editores.

Muchas son las incertidumbres, y vivimos más que nunca en un escenario de máximo riesgo. Sobrevivirá el editor que sepa gestionar ese riesgo, evitando endeudarse todo lo posible

El verdadero debate, no obstante, está en quién asume los mayores riesgos, y somos nosotros. El año pasado sufrimos el mayor porcentaje de devolución de nuestra historia. Grandes y medianos siguen en su rabiosa carrera por llenar las mesas con sus novedades, para compensar las pérdidas, lo que presupone músculo financiero, del que los pequeños carecemos. Muchas son las incertidumbres, y vivimos más que nunca en un escenario de máximo riesgo. Sobrevivirá el editor que sepa gestionar ese riesgo, evitando endeudarse todo lo posible, y seduciendo a las librerías para que preserven y cuiden sus fondos. La mirada ha de ser larga, tomando distancia de la rabiosa y frenética carrera de las novedades. La buena noticia es que a los españoles les sigue gustando eso de leer, así que sigamos apostando por el fomento del libro y la lectura.

Diego Moreno
Editor de Nórdica

Las librerías, aliadas de la bibliodiversidad

Hace un año se celebraba el Día del libro/ Sant Jordi más triste que recordamos, al menos los lectores y profesionales del libro de nuestra generación. Las librerías cerradas presagiaban lo peor y cada uno intentó recurrir a la imaginación para que el sector siguiese activo y los lectores y autores mantuviesen esa hermosa relación que el Día del Libro y las diferentes ferias fomentan. Más allá de lo acertado de las iniciativas que cada uno pusimos en marcha, lo importante era que todas iban dirigidas a sostener la frágil estructura que sostiene el mundo del libro. Todos pensábamos, o al menos lo hacíamos los editores pequeños/literarios/independientes, que no sobreviviríamos a esos meses de parón de las librerías. Aquí se puso de manifiesto que el músculo económico de las grandes corporaciones frente a la situación más frágil de gran parte de la comunidad de editoriales independientes podía asestar un golpe definitivo a esa rica diversidad que se observa en las librerías. A las dificultades para obtener crédito y resistir sin ferias y con librerías cerradas se sumaba la previsible reducción en la visibilidad de nuestros catálogos.

Entonces nos dimos cuenta, por si alguna vez alguien lo dudó, de la importancia de las librerías para nuestros negocios; de la necesaria alianza que debemos establecer con esas librerías que cuidan nuestros libros, de la importancia, no solo en términos comerciales, de esas presentaciones que animan las librerías muchos días de la semana. Por fortuna las librerías abrieron de nuevo poco antes del verano y se llenaron de lectores, de amigos, de vecinos que fueron conscientes de lo que se perdía en su comunidad cuando una librería cerraba. Para mí, que soy un editor de barrio, militante defensor de que no todo debe suceder en el centro de la ciudad, ver que estas pequeñas librerías, que llevan resistiendo décadas, tenían más compradores que nunca ha supuesto una de las grandes alegrías de estos meses.

El músculo económico de las grandes corporaciones frente a la situación más frágil de las editoriales independientes podía asestar en la pandemia un golpe definitivo a esa rica diversidad

Como sabemos ahora, el 2020 no fue tan malo como se esperaba. No hubo apenas ayudas para las editoriales y aun así resistimos gracias al apoyo de lectores incondicionales y a no ceder en la calidad de nuestras propuestas. Esa constancia ayudó a que a un buen verano siguiese un otoño de venta importante y unas navidades con mucho movimiento de libros. Muchos lectores que, por falta de tiempo y por la competencia importante de otras formas de ocio, habían abandonado la lectura redescubrieron el placer de un libro, el precio tan ajustado que tienen para las numerosas horas de placer que nos dan, y cómo, al contrario que en las series, hay una fuente inagotable de títulos de la mayor calidad.

En definitiva, en este año difícil para todo el país el mundo del libro ha resistido y los editores pequeños/literarios/independientes hemos conseguido mantener nuestra actividad gracias a la publicación irrenunciable de libros de calidad, bien traducidos y editados y también hemos buscado nuevas formas de promocionar y comunicar nuestro trabajo, formas que, seguramente, seguiremos utilizando cuando recuperemos esos ansiados puntos de encuentro que son las ferias del libro.