Image: Ida Vitale. Poesía Reunida (1949-2015)

Image: Ida Vitale. Poesía Reunida (1949-2015)

Poesía

Ida Vitale. Poesía Reunida (1949-2015)

Edición de Aurelio Major. Tusquets. Barcelona, 2017. 496 páginas. 21 €, Ebook: 10,99 €

7 julio, 2017 02:00

Ida Vitale. Foto: Archivo

En uno de sus poemas más recientes, Ida Vitale (Montevideo, 1923), escribe "Juega a acertar las sílabas precisas / que suenen como notas, como gloria, / que acepte ella para que te acunen, / y suplan los destrozos de los días", donde cabe destacar al menos dos cosas: la poesía ha de hacer del lenguaje música -cómo no recordar el verso de Verlaine "De la musique avant toute chose"-, transmutar las palabras en canción, en canto; unas sílabas que se personifican para poder ejercer una función salvífica frente a las calamidades de la vida, sustituirlas, una función que ya se había afirmado explícitamente años antes: "algo […] juega proposiciones contra el tiempo, / fía en la salvación por la palabra", en un poema en el que de lo que se habla es de la muerte y, pese a esa certeza, todavía la palabra salva.

Además los citados versos muestran cómo Vitale es una poeta moderna en ese dar un giro el poema sobre sí mismo para hacer de él, del lenguaje, tema de la escritura. También ello da idea de la fuerte convicción de esta poeta en el poder del lenguaje, de su fe en la poesía, una fe que incluso llega a ver el mundo a través de él, así, en "Tarea", que ha de ser la del poeta, la de quien vive y aspira a vivir poéticamente, se puede decir "Abrir palabra por palabra el páramo", lo que vendría a ser un paso más a partir de lo que Baudelaire había escrito: "la Naturaleza es un templo […] por allí pasa el hombre a través de bosques de símbolos". Ahora el mundo es ya una realidad lingüística y el poeta es quien sabe leer ese texto, de algún modo un iniciado en lo mistérico. Como explicaba en una entrevista, los dioses han muerto según el dictum de Nietzsche, "pero no del todo si existe la poesía". Añádase que, como se lee en otro poema, "quizás una misión del escritor sea salvar un lenguaje que se empobrece", así, su trabajo es el de un benefactor.

Ida Vitale formó parte de la generación del 45, grupo al que pertenecieron entre otros Mario Benedetti, Idea Vilariño o el crítico Ángel Rama -con quien estuvo casada Vitale-, grupo innovador, incluso rupturista. Durante sus estudios universitarios, fue discípula de José Bergamín, ejerció la docencia y la crítica literaria y es traductora de textos literarios y de pensamiento de diversas lenguas. En 1973 el golpe de estado en Uruguay y la instauración de la dictadura -un caso más de la atormentada historia reciente de Latinoamérica-, llevó a la poeta y a su segundo marido, el también poeta Enrique Fierro, al exilio. Más de diez años en México la ponen en estrecha relación con Octavio Paz o Efraín Huerta y formó parte de la prestigiosa revista Vuelta. En 1985 regresó a Uruguay donde desempañó tareas culturales y en 1989 se instaló en Austin, Texas.

Mientras tanto, su obra poética, iniciada en 1949 con La luz de esta memoria, fue publicándose en diferentes países y con el tiempo fueron llegando los reconocimientos, entre ellos, el Premio Internacional Octavio Paz en 2009, el Reina Sofía en 2015 o el Premio Max Jacob en 2017.

Si bien conocia, como queda dicho, el exilio real, político, Ida Vitale se siente en realidad una "exiliada" en un mundo cuyo mapa está trastrocado -"Vuelan fronteras de un país / cuyo falso centro está en nosotros […] El norte está en el sur, / este y oeste se confunden"-, una exiliada que no tiene otro espacio al que pertenecer que el lenguaje, tal como dejó dicho en un poema: "palabra / es patria que vela por sus hijos". En esa patria la poeta ha de atrapar lo que no se muestra a la vista, "En el aire estaba / impreciso, el poema", lo que ha permitido a la crítica, y con razón, hablar de sus poemas como el resultado de iluminaciones y ponerla en relación con Rimbaud. Iluminaciones que se pueden hacer partir de la idea de que vivimos en la oscuridad: "La noche, esta morada / donde el hombre se encuentra / y está solo", allí no se ve, se está "desposeído", pero, como dice al final el poema en cuestión, lo que se va perdiendo "viene a salvarse en mí", haciéndose palabra, música, poema.

Los poemas de Vitale se pueblan de árboles y ello habla de un imaginario de elevación, y también de pájaros, ese símbolo del poeta, que apuntan a lo mismo. Pero al tiempo de ese alejamiento de la tierra, ésta, la vegetación, el mar, etc., aparecen reiteradamente en los poemas e incluso el personaje se llega a identificar con las cosas: "¡Qué fácil desalmarse, / ser con muy buenos modos de piedra, / quedar sola, gritando como un árbol", afirmando así una visión cósmica, de pertenencia a la vida. Hay en su obra otra serie de poemas en los que ocupan su lugar la cultura, el arte y se celebra a Matisse, a Haendel y los dedicados a ciudades.

En conjunto la poesía de Ida Vitale es, pese a "los destrozos de los días", celebración, cántico, de la vida sin más, ya se hable de la memoria, del tiempo y su usura, de la muerte, ya se indague sobre el enigma de lo poético o se pregunte por la identidad. Al fin es la fiesta de la palabra, la de la poesía moderna, en una de las voces más ricas, más sugerentes de este tiempo.

Gratitudes de verano

En el verano:
viento de la esquina,
verde sobreviviente en la sequía,
tenue, obstinada nube que aparece
y cruza sola el cielo imperturbable,
agasajo de la sombra del árbol,
vaso de agua al regreso: muchas gracias.

Rapado, el pasto tiene olores
a pequeño cadáver indeciso,
otra culpa del verano profundo.
Desolada de ferocísimo sol,
esta pared lo escupe. Sólo faltan
tristezas de pájaros agónicos
para mojar el borde de un pañuelo.

A ti, alfabeto,
gracias te sean dadas, por acudirme,
pese a esta miseria:
musitas y aminoras con memorias
de milagrosas y narradas lluvias,
de mares y manzanas, tanto agobio,
que olvido este calor y que aún lo escribo.

Preguntas

¿Puedes contar el color de la lluvia,
los grados de la ausencia por su peso de sombra?
¿Aceptas, cuando bajan del cielo
los anillos del tiempo,
cómo estrechan tu infancia, tu piel o tus herbarios?
¿Puedes ver deshacerse la escalera de polvo
por donde tu alegría había crecido en nubes,
sin estupor volver al mismo sueño,
sin soñarlo volver al mismo sitio,
y no gritar y no gritar?
Una vuelta de vida, un giro bajo el sol,
y un mundo de fantasmas ha perdido sentido.
¿Puedes vivir y olvidarte que es juego,
olvidar su secreta razón y estar muriendo?