Image: Cháchara

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Poesía

Cháchara

Juan Bonilla

17 septiembre, 2010 02:00

Juan Bonilla. Foto: Santi Cogolludo

Premio Villa de Rota. Renacimiento. 66 pp., 9 e.


Precisamente porque su poesía va muy en serio, Juan Bonilla (Jerez de la Frontera, 1966) incrementa en cada libro las dosis de humor y de ironía con que bajar la temperatura a lo que sus poemas ponen delante de nosotros. Desde su mismo título Cháchara establece el juego de distancias y el punto de vista del conjunto al tiempo que sugiere un desplante de corte manuelmachadiano a la solemnidad de otras poéticas con las que desde siempre ha chocado la propia (véase "Misión a las estrellas"). A pesar del vuelo imaginativo y de la intensidad lírica de algunas imágenes -"Hay un charco de sol sobre la cama/ y en la ventana el día/ recita el infinito en que se incribe"-, la poesía se define aquí, desengañadamente, como parloteo colectivo de un mundo que, como "el pobre yo", "chacharea haciendo tiempo,/ encogido de hombros, impotente" y acaso espera un no sabe bien qué que sea diferente al rutinario cada día, a "las hienas del día laborable". Así fingida como cháchara, la poesía se enfrenta plausiblemente con su propio sujeto, ese yo -"sólo un niño ciego/ que no sabe callarse"- despersonalizado, extrañado, cuya forma particular de videncia consiste justo en iluminar con supremo sarcasmo lo que vale realmente de quien habla: su DNI, sus tarjetas de crédito, cuentas, claves, pines, etc.

Sólo cifras, dinero: la intimidad verdadera o, al menos, lo único que nos constata socialmente, como en el comienzo del libro -con guiño al título de José Hierro- expresa el magnífico poema "Cuanto sé de mí": "Creo que nunca antes un poeta/ había puesto tanta intimidad/ al alcance de sus lectores". Retomando uno de sus primeros títulos, "Cuestiones personales", Bonilla traza en la primera sección ese extrañamiento desde el que evocar la vida, los lugares, las lecturas de su personaje, difuminado a menudo en el plural y siempre con la muerte al lado y con la temporalidad en vilo: "Una sucesión de extraños saludándonos en los espejos/ fueron irguiendo algo así como una biografía". Se trata, sin embargo, de un personaje que no evita que entre la mordacidad y los juegos de ingenio -"La Y es un tirachinas/ la O una piedra"- vibre la nota sentimental (distanciada como "imitraición" de Quim Monzó) de "Ventajas de la ficción", otro poema estupendo, o de homenaje algo melancólico a Cádiz, "el único lugar del mundo/ donde fui niño".

En la poesía de Bonilla cuentan los otros, aunque sea desde la desolación o desde la dificultad de comunicación válida, por más que alguna vez, reunidos, nos pueda confortar una canción o un himno ("You'll never walk alone"). No es de extrañar, por ello, que, de la misma forma que aflora en sus poemas el bullir de toda la literatura -"literhartura"-, el poeta privilegie los espacios colectivos -el estadio, el hospital, la galería comercial- como escenario de sus evocaciones y sus figuraciones sobre la soledad y la insignificancia de los seres: "somos una porción de nada/ hecha de pura cháchara,/ perdida en espejismos/ por darse la importancia/ que no le dan las cosas".

Esta desolación de fondo es el eje, en mi opinión, sobre el que gira, con su regusto barroco, el desarrollo de esta cháchara. Cháchara solitaria para muchos, aunque el propio sujeto desconfíe de su alcance.