Image: Los mundos contrarios

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Poesía

Los mundos contrarios

Antonio Lucas

5 febrero, 2010 01:00

Antonio Lucas. Foto: Begoña Rivas

Premio Ciudad de Melilla. Visor, 2009. 120 pp, 10 e.



No es mal punto de partida abrir un libro, como sucede aquí, con una cita de Henri Michaux y otra de Karl Marx, dos rebeldes frente al orden instituido, lo que es toda una advertencia de la mirada al mundo de la que surgen los poemas de Los mundos contrarios y así lo hace saber "Insurrección": "Porque no te gusta el mundo,/ ni su orden repetido hasta la usura" dice el sujeto a un tú, figuración de él mismo, cuya presencia es sólo lingüística: "En el libro abierto del vértigo te encuentro ahora". Hay en ello no sólo expresión de la conciencia de la esencia verbal de quien toma la palabra, sino también un índice de modernidad: el "je est un autre" de Rimbaud está detrás. "Miente el ojo" sentencia otro de los poemas, poniendo en evidencia cómo la realidad ha de ser nombrada -en coincidencia con la cita marxiana- y de ahí la necesidad de tomar la palabra. Sin embargo, esta voz no se engaña sobre las sospechas que recaen desde al menos Nietzsche sobre el lenguaje y en el poema dedicado a Rimbaud lo califica, y no faltan razones, como "el más puro de los poetas" y ello porque "huyó profundamente", es decir, porque abandonó la literatura, y el que homenajea a Pound, quien dejó una obra esencial, termina con la desoladora pregunta "¿De qué ha servido?".

Como se ve, Antonio Lucas (Madrid, 1975), a quien se deben varios libros de poesía, de los que destacaré Las máscaras (2004), cuyo título es toda una señal, está lejos de la ingenuidad. Por el contrario, sus poemas suponen una indagación sobre la realidad, el yo -"Qué infiel / la identidad a ti cosida"-, el lenguaje, la poesía, entendida como una tarea que "da forma de nuevo a lo que existe". Y es de destacar que todo eso tiene lugar con un lenguaje sencillo, comprensible a la primera lectura, sin retóricas que oscurezcan el discurso, si bien las imágenes no faltan: "El tiempo es un museo de ceniza", la voz de Billie Holiday es "de estrépito y salmuera", después de la infancia la vida "se va curvando", o "La luz es ya el cadáver de una miel apuñalada" son algunas muestras de un decir con fuerza poética que, sin renunciar a la efectividad comunicativa, va dando a lo largo del libro forma de nuevo a lo que existe, es decir, hace suyo el propósito de hacer de la poesía conocimiento. Comunicación y conocimiento, las dos posiciones que sirvieron para la polémica hace algunas décadas y que, mejor o peor, identifican dos modos de quehacer poético, resultan aquí subsumidas en un decir que es tanto lo uno como lo otro y el título, Los mundos contrarios, puede leerse en esa clave, sin agotarse ahí, sino que apunta, cuando menos, a la estructura real/ficcional. También aplicable esa unión de contrarios en la fe, el fervor poético, que recorre los poemas, el deseo de decir, con la conciencia de que "Toda inscripción es residuo de una sombra". De la poética fundamentada en esas tensiones surgen como resultado unos textos a los que no les falta emoción ni sorpresa en las palabras, una voz, un libro, a tener muy en cuenta.