Poesía

Renée Vivien. Estudios y preludios

Renée Vivien

19 junio, 2009 02:00

Edición y trad. de Pablo Jiménez Burillo. TF Editores. 2008. 66 pp, 6 euros.

Si eres mujer, escribes en verso y no dedicas por lo menos un poema a la testosterona de tu amado, tienes muchas probabilidades de acabar siendo comparada con Safo. Además de poco original, esto no suele ser demasiado rentable. Excepto si te llamas (o utilizas el seudónimo de) Renée Vivien.

Más que en Safo, la persona Pauline Mary Tarn inspiró el personaje Renée Vivien (1877-1909) en el safismo: las coordenadas de la de Mitilene -homosexualidad, sensorialidad, exaltación en la melancolía- se reorientan hacia el manierismo decadente de entre siglos, esa moda que impone cadenas de imágenes y epítetos: "En ese sentimiento del taciturno paisaje, / tu frío desprecio me arranca de los vivos y los fuertes. / He encontrado en tus ojos la paz siniestra y sabia, / y la muerte que se respira al soñar cerca de los muertos". Es el paroxismo del simbolismo: por supuesto, aún podemos encontrar rastros de una Safo remota en pautas como "en la sombra te veo palidecer como una diosa"; de hecho, "Sonrisa en la muerte" o "Aurora sobre el mar" vienen precedidos de una cita literal de la de Lesbos. Pero no nos engañemos: a la literatura del París bohemio sólo se accede a través de Baudelaire. Y sólo por mediación del poète maudit podemos conciliar a la mujer Safo -de un lirismo minimalista, sutilmente erótica, exenta de sentimentalismo- con la mujer Renée, cuyas neurosis y adicciones (al alcohol, al sexo, a la autodestrucción) se expresan en metros y palabras: "Los dedos han deshojado los lotos del sueño, / y la virginidad feroz de la luna/ ha preferido la muerte a la violación del sol". La puesta en escena que Vivien orquesta para Estudios y preludios es tan artificiosa como sus intentos (fallidos) de suicidio. Paradójicamente, no murió ni de amor ni de láudano, sino de neumonía, de drogas y de hambre (voluntaria). Esta inglesa adoptada por Francia se esforzaba demasiado. Es en sus momentos más casuales donde encontramos oro, como "He visto sangrar su corazón en los arbustos del camino". Helenismo para todos los públicos: poesía para la inmensa minoría.