Image: Camaradas de Ícaro

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Poesía

Camaradas de Ícaro

Aurora Luque

3 julio, 2003 02:00

Aurora Luque. Foto: Fernando González

Premio Fray Luis de León. Visor. Madrid, 2003. 74 paginas, 6 euros

Aurora Luque (1962) es una de las voces más personales de su generación, y su mundo poético, siempre reconocible, una de las propuestas posmodernas más coherentes y sugestivas de estos años.

Poesía entendida como diálogo con diversas tradiciones (entre ellas, de manera determinante, el mundo clásico) y con las realidades del presente, con sus mitos y ritos, nuevos pero no tan diferentes en lo esencial, la de Aurora Luque establece, como señaló José Andújar en un prólogo antológico, una especial "sintaxis del mito" de la que resulta en sus poemas una manera fresca y sorprendente de expresar lo más personal de la experiencia vivida y pensada a través de la mediación de modelos universales. Si muy a menudo nos encontramos en sus poemas con originales actualizaciones de los tópicos clásicos, entre ellas la que da título a ese libro decisivo en su trayectoria que es Carpe noctem, su eficacia, como la de todo su repertorio de motivos y metáforas, radica en el uso de una figuración irónica, a veces sarcástica, cuya distancia, paradójicamente, nos acerca, nos hace cómplices y propicia nuestra propia reflexión sobre el tiempo, el deseo, el placer y el deterioro. Contribuyen a ello, además, la maestría rítmica, la rica sensualidad de sus descripciones, los hallazgos expresivos de tantos versos y la habilidad con que Aurora Luque construye poemas de contundente emoción, como "Taller de sedería", de Transitoria, su libro anterior.

Por la índole especial de su mundo poético Aurora Luque no busca novedades en cada libro sucesivo, como demasiado a menudo se exigen otros poetas, sino que trata de ir más lejos yendo más hondo en su arte de palabras al hilo de la vida que pasa. Con sus nuevos poemas, parte de ellos ya conocidos de sus lectores atentos gracias a diversas plaquettes y antologías, Camaradas de ícaro testimonia en sus tonos elegíacos predominantes la presión del tiempo, un más acuciante reclamar de la belleza y el erotismo, una más patética presencia de la muerte.

Esta tonalidad sombría se establece en la primera de las cuatro partes del libro, "El Leteo está contaminado", y en poemas como "Casus belli", "Los puentes inflamables" o "Los días venideros" se consignan desolación, deterioro y desengaño, siempre desde una aceptación lúcida, desde una resignación no exenta de ironía.

En la mayoría, sin embargo, la conciencia de la caducidad potencia la afirmación voluntariosa, la exaltación del deseo, la pertinacia del gozo, en ocasiones con resonancias barrocas: "Y la piel recupera/de las pieles que ha sido/aquel placer hiriente que horadó/los cimientos de médulas y huesos". Tres poemas memorables cierran esta parte: "Apuntes del siglo pasado", "Fondos de Estigia" y "Versos para la hora de embarcar". "Pies mojados en campo de asfódelos" y "Los dientes de Cerbero", las partes centrales, reafirman la elegía desde el vitalismo, desde los guiños culturalistas y las noches marinas que renuevan la celebración de cuerpo, instante y deseo, como la espléndida contera de la "Sextina-brindis": "Cuerpos pidiendo altivo canto claro,/sabia noche que hospedas lentas pieles,/ suave desmemoriar, último vino". Ingenio verbal, fulgurantes epigramas sentimentales y decisivas conclusiones se combinan ensanchando la variedad de este escenario renovado: "Sólo soy mis fisuras./ También el mundo es sólo sus fisuras".

Cierran brillantemente el libro, y en alto, los poemas de "La hierba del Elíseo", en homenaje vario a ciudades, a piezas de museo y a poetas de tradición más cercana: la traducción de Keats por Oliván, Emily Dickinson, el homenaje a Susette Gontard, amada y modelo de Hülderlin ("esa vulgar costumbre reincidente/de conjurar la nada con la carne") y, en "Al enviar sus libros a la torre de Hülderlin", al propio poeta y a la poesía: "¡Oh la revelación/de todo lo viviente que transporta un poema,/ del dolor jubiloso que descifra/la soleada altura de la vida,/del Etna que transmuta con soberbia de luz/los calcinados mapas interiores".