Image: La isla en peso

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Poesía

La isla en peso

Virgilio Piñera

11 octubre, 2000 02:00

Tusquets. Barcelona, 2000. 330 páginas, 2.900 pesetas

Desigual a ratos, no separable del resto de su obra, pero poeta de principio a fin, amoroso de la palabra o seco e irónico

Su inteligencia, su menudez, su homosexualidad visible y a menudo perseguida, su literatura altiva y minoritaria, el silencio al que el castrismo lo condenó en sus últimos diez años ("un fantasma", se decía él mismo) han convertido a Virgilio Piñera (1912-1979) en un mito de la literatura cubana. Pero aunque hoy tengamos su poesía prácticamente completa (no se descarta algún inédito nuevo) compilada y brevemente prologada por quien fue uno de sus últimos amigos y valedores, Antón Arrufat, es difícil ver e incluso entender la propia poesía de Piñera sin saber su totalidad como escritor... Piñera publica sus primeros poemas en revistas de los años 30, y su primer libro es de poemas, Las Furias, de 1941. Desde ese momento hasta fines de los 40, Piñera es ante todo un poeta, cercano a los postulados estéticos de la generación de Orígenes (Lezama, Eliseo Diego, Gastón Baquero) con quienes, sin embargo, concluyó regañando. Quizá el poema más emblemático -y largo- de ese período sea "La isla en peso" (que ahora da título a la poesía completa) y que, escrito en 1943, muestra un realismo visionario y poliédrico, donde lo real -Cuba- se exalta a fantasía, magia y afán de profundidad, en el tono de otro gran poema de la misma época, "Palabras escritas en la arena por un inocente" -1941- de Gastón Baquero. Sin embargo, en 1949, Piñera estrena su obra dramática Electra Garrigó y el éxito lo convierte -para el público- en un dramaturgo, que aún estrenó dos piezas más, viviendo ya unos años en Buenos Aires, donde frecuentó el círculo del arisco y aristocrático polaco Gombrowicz, publicando allá -en 1953- su primera novela, La carne de René, y en 1956, su colección de relatos -cercanos a la literatura del absurdo- Cuentos fríos. Para muchos (cuando regresaba a Cuba) su poesía había quedado en una historia de juventud. Sin embargo, en los primeros años de la Revolución, Piñera volvió a escribir poesía. Sus últimas publicaciones, antes de devenir represaliado y "fantasma", fueron sus Cuentos, supuestamente completos, en 1964, y La vida entera (1968) su poesía, también supuestamente completa, preparada por él mismo. Luego nace ya el terror y el mito...

La nueva poesía completa -La isla en peso- recoge lo que fue La vida entera (su poesía de los 40 y de los 60) más dos secciones importantes nuevas o casi nuevas. Poemas desaparecidos -llama Arrufat con expresión de Piñera- a poemas inéditos o aparecidos en revistas desde 1935 a 1977, y que su autor ni recogió ni destruyó, dejándolo al criterio futuro. Mas un libro nuevo, que sólo se editó en Cuba en 1988, titulado Una broma colosal. Está ahí el último Piñera poeta, mejor cuanto más se va adentrando en la soledad, en la ironía, en la desesperación (siempre latente en él) que procura dominar la tragedia. El conjunto es desigual, pero la parte última, que da título al libro -Una broma colosal- reúne poemas al filo real del absurdo, desesperadamente antivitales (pero vitalistas) donde el lenguaje se clarifica o se vuelve rimado o juega con los sinsentidos del mundo. Poemas como "En resumen" (al morir nacemos), "Un chistoso túmulo", "Himno a la vida mía" o el soneto "El hechizado", escrito a la muerte de Lezama, testimonian, entre otros, que Piñera seguía siendo, en su desamparo, un poeta alto. Desigual a ratos, "ocasional" como él decía, no separable -para su prestigio- del resto de su obra, pero poeta de principio a fin, amoroso de la palabra o seco e irónico, contra la vida y a favor de la vida, primaveral y absurdo. Escribió: "Oh, tú dices, ese sol./ Y sin embargo tu juventud fue desdichada".