En la portada del suplemento especial que celebraba los primeros diez años de la revista El Víbora (1979-1989) aparece Snoopy sodomizando a Woodstock, su pequeño y fiel amigo plumífero. Los responsables de la revista que llevó a los quioscos españoles el llamado comix o cómic underground, cultivado hasta entonces por un puñado de autores en la más absoluta marginalidad, no podían haber elegido una imagen más elocuente como declaración de principios: su razón de ser consistía en transgredir las pautas éticas y estéticas de la historieta clásica y las convenciones morales de la sociedad.

El Víbora rompió los esquemas de lo que estábamos acostumbrados a ver en el terreno del cómic adulto, al presentarnos historietas costumbristas y paródicas, punzantes, subversivas, críticas con el poder y, sobre todo, libres en todos los sentidos”. Así define la línea de la revista Antoni Guiral, director de Ficomic (entidad responsable de eventos como el Salón del Cómic de Barcelona) y comisario de El Víbora. Comix contracultural, la exposición del Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) que recuerda la historia de la publicación, ahora que se cumplen 40 años de su nacimiento. La revista llegó a imprimir tiradas de 80.000 ejemplares y publicó 300 números hasta su desaparición en 2005.

Con un centenar de portadas y 35 obras originales, entre las piezas expuestas destacan los dibujos de Max e Isa Feu para el histórico número especial sobre el golpe de Estado de 1981 o el original de Nazario para la cubierta del número 1 de la revista.

"EL cómic underground de España era heredero del 'comix' americano, pero también de algo muy nuestro: la escuela Bruguera". Antoni Guiral

Ligada a la escena contracultural barcelonesa y con firmas como los mencionados Max e Isa Feu, Nazario, Mariscal, Roger, Marta Guerrero, Laura Pérez Vernetti, Gallardo, Pons, Martí, Carratalá, Montesol, Ceseepe, Max, Calonge, Jaime Martín y Pamies, El Víbora reflejó los postulados del comix que había surgido al calor de la contracultura de finales de los años sesenta en Estados Unidos, con autores hoy tan canónicos y reverenciados como Robert Crumb y Art Spiegelman, responsables de las revistas Zap Comix y RAW, respectivamente.

No obstante, el cómic underground llevaba en estas latitudes un ingrediente adicional: la celebración de las libertades recuperadas con el nacimiento de la democracia, con hambre atrasada de 40 años. Un ansia que explotó en forma de viñetas cargadas de sexo, drogas y toda clase de excesos. Por otra parte, opina Guiral que el cómic underground que se hacía en España era heredero del comix americano, “pero también de algo muy nuestro: la escuela Bruguera” y su tratamiento de la realidad de la calle, aunque dándole bastantes vueltas de tuerca.

El Víbora llega en el momento adecuado, en plena consolidación de la democracia tras la Constitución de 1978. Con la recuperación de la libertad de expresión hubo un boom del cómic adulto, primero con la revista Tótem y luego con 1984”, recuerda Guiral. En esta tesitura y con la herencia recibida de quienes cultivaron en la más absoluta marginalidad el cómic underground, “surge una historieta más libre, no adscrita a géneros”, recuerda Guiral. El editor Josep Maria Berenguer quería lanzar una revista y su colega Josep Toutain, principal impulsor de las revistas de cómic de entonces, “le prometió respaldar económicamente el proyecto si lo dedicaba al cómic underground para satisfacer la demanda de los lectores que habían leído este tipo de historietas desde la década anterior”.

Así fue como nació El Víbora y su empresa editora, La Cúpula, que hoy sigue siendo una de las principales editoriales de cómics de España, especializada en cómic underground y alternativo, sobre todo de Estados Unidos, Europa y España, y que hoy dirige Emilio Bernárdez, que también estuvo ligado al proyecto de El Víbora desde sus comienzos.

Cómic en vivo

“En los años 80, los autores que publicaban en El Víbora se hicieron muy populares, les invitaban a todas las jornadas y salones y pusieron de moda el cómic en vivo”, explica Guiral. Dentro de esta práctica cabe destacar Amor en Vallvidrera, un cómic de 15 por 3 metros dibujado en directo y con público en 1980 en la escuela EINA de diseño, pieza que acaba de incorporarse a la colección. Aunque Amor en Vallvidrera aún no puede verse en la exposición porque se encuentra en proceso de restauración, se muestran las fotografías del evento tomadas por Manel Esclusa y diversa documentación.

Colaboradores de 'El Víbora' dibujando el cómic 'Amor en Vallvidrera' en 1980. © Manel Esclusa, VEGAP, Barcelona, 2019

En aquella ocasión, como en muchas otras, se congregaron algunos de los colaboradores más importantes de la revista tanto de Barcelona como de Madrid. “Participaron Gallardo, Max, Martí Riera, Isa Feu, Roger, Mariscal… pero también autores que estarían después en el germen de la Movida madrileña, como El Hortelano, Montesol y Ouka Leele”, apunta Guiral. “Es un testimonio de los vínculos tan fuertes que había entonces entre la contracultura barcelonesa y Madrid”.

Otro colaborador habitual de El Víbora y personaje importante de la Movida fue Ceesepe, a quien La Casa Encendida de Madrid dedica estos días una exposición sobre la temprana y poco conocida faceta de historietista del pintor. Paralelamente, la editorial Fulgencio Pimentel recopila en una cuidada edición con cubiertas de madera casi todas las historietas de Ceesepe.

Del papel al museo

“El cómic forma parte de la historia de la imagen y es necesario que esté en los grandes museos”, afirma Álex Mitrani, conservador del MNAC que ha colaborado con Guiral en el comisariado de la exposición El Víbora. Comix contracultural. Famoso sobre todo por su colección de arte románico y gótico, la horquilla temporal de los fondos y la programación museística del MNAC abarcaba anteriormente hasta la guerra civil española, pero hace unos años la amplió hasta la segunda mitad del siglo XX. Y precisamente el cómic “es una de las expresiones más características de esta época desde el punto de vista sociológico y estético”, opina Mitrani. “Es cierto que el cómic underground se sitúa deliberadamente en la marginalidad del sistema, pero es para nosotros algo que confirma la esencia vanguardista de este tipo de cómic. Es un arte basado en la honestidad, en el impacto, en la visión crítica de la realidad, en la transgresión de lenguajes formales y valores ideológicos y morales, que es exactamente el tipo de posición que define a las vanguardias desde principios del siglo XX”.

En efecto, el acercamiento de los museos al mundo del cómic ha sido cada vez mayor en los últimos años y ya es habitual que importantes museos de todo el mundo encarguen historietas relacionadas con sus exposiciones. En España el Thyssen-Bornemisza fue pionero en este sentido, con títulos como Mitos del pop, de Miguel Ángel Martín, Dos holandeses en Nápoles, de Álvaro Ortiz, sobre Caravaggio o Museomaquia, de David Sánchez y Santiago García, con motivo del 25.º aniversario del centro. Por su parte, a raíz del Premio Nacional de Cómic concedido en 2014 a Las meninas, de Santiago García y Javier Olivares, el Museo del Prado toma conciencia del potencial de una posible alianza con el noveno arte, y más tarde encarga a Max el álbum El tríptico de los encantados (Una pantomima bosquiana) con motivo del quinto centenario del Bosco, así como El perdón y la furia, de Keko y Antonio Altarriba, como complemento a su exposición Ribera, maestro del dibujo, o Historietas del Museo del Prado, de Sento, con motivo del bicentenario de la pinacoteca.

"El cómic underground transgrede lenguajes formales y valores ideológicos y morales, igual que las vanguardias del siglo xx". Àlex Mitrani

Pero además del encargo de títulos, algunos museos han ido un paso más allá y han abierto sus salas al cómic organizando exposiciones dedicadas a este medio de expresión. El IVAM es uno de los museos que más ha apostado por ello, con exposiciones como Valencia Línea Clara o la que actualmente acoge dedicada a Paco Roca. Por su parte, el Museo Reina Sofía celebró recientemente la exposición George Herriman. Krazy Kat es Krazy Kat es Krazy Kat, dedicada a uno de los pioneros del género (y cuyas actividades complementarias incluyeron una conferencia de Art Spiegelman).

Por su parte, el MNAC ha exhibido originales de Santiago García y Javier Olivares, Premio Nacional de Cómic 2015, y ha organizado otras exposiciones como De viñeta en viñeta y Ego Sum Lux Comic, con la escuela Joso, o la dedicada a Las nuevas aventuras de Corto Maltés. También impulsó la publicación del primer ensayo en cómic sobre un museo, Gótico, una obra de Jorge Carrión y de Sagar dedicada a sus colecciones medievales, publicado el año pasado.

@FDQuijano