Viñeta de Krazy Kat, de George Herriman

Krazy Kat es una de las tiras más famosas de la historia del cómic y, para muchos -entre ellos The Comics Journal-, la mejor del siglo XX. Creada por George Herriman en 1910, está protagonizada por un gato, un ratón y un perro que invierten los papeles asignados tradicionalmente a estos tres animales.



Herriman (Nueva Orleans, 1880 - Los Àngeles, 1944) influyó de manera importante en los autores de las generaciones siguientes y ahora ha sido elegido para protagonizar la primera exposición que el Museo Reina Sofía dedica al universo del cómic. La muestra, comisariada por Rafael García y Brian Walker, es una retrospectiva de toda su trayectoria pero se centra especialmente en su obra magna bajo el título Krazy Kat is Krazy Kat is Krazy Kat con una selección de 160 obras, en las que se incluyen tanto dibujos originales como páginas de los periódicos de época donde fueron publicados, que podrán verse en el museo madrileño hasta el 26 de febrero de 2018.



Ambientada en un idealizado condado de Coconino (Arizona), la tira se centra en las aventuras y desventuras de Krazy, un gato de sexo indefinido, que ama locamente al ratón Ignatz. El amor en cualquier caso no es recíproco: Ignatz agrede continuamente al protagonista lanzándole ladrillos a la cabeza, gesto que el felino interpreta como actos de amor. Por su parte, Krazy cuenta con un admirador secreto, el perro policía Ofissa Pupp, que trata de evitar los ataques y encarcelar al ratón a modo de castigo. Más allá del recurso a lo cómico o de invertir la lógica de la naturaleza en cuanto a la clásica relación entre perros, gatos y ratones, la obra de Herriman se presta a numerosas lecturas e interpretaciones.



La serie apareció por primera vez en 1913 en el diario New York Evening Journal, propiedad del magnate William Randolph Hearst, quien la mantuvo y la publicó en varios periódicos estadounidenses durante más de tres décadas, a pesar de no gozar de demasiada aceptación entre el público de la época, si bien su carácter innovador suscitó el interés y la admiración de los aficionados y estudiosos posteriores.







El trabajo de Herriman nace en paralelo al desarrollo del cómic como un nuevo lenguaje artístico que surge en EE.UU. a finales del siglo XIX al amparo de los periódicos que comenzaron a incluir tiras cómicas en sus páginas atraídos por ese nuevo género. Las peculiaridades del medio obligaban a una economía narrativa que Herriman supo perfectamente complementar a través del uso de diversos recursos formales: la mezcla de palabras procedentes de diversos idiomas (francés, inglés, español, yiddish) sumada a las onomatopeyas propias del cómic y a un elaborado lenguaje, eleva el elemento lingüístico a la altura de la calidad gráfica de su trabajo.



Todo ello hace que la obra de Herriman haya ejercido gran influencia no sólo en un amplio número de artistas como Willem de Kooning, Öyvind Fahlström, David Wojnarowicz o Philip Guston sino en intelectuales y escritores de la talla de E. E. Cummings, T. S. Eliot, Gertrude Stein o Jack Kerouac.



Uno de los hechos más sorprendentes de la biografía de Herriman, que podría explicar algunos interrogantes existentes acerca de su obra, es que era de ascendencia afroamericana, algo que se supo treinta años después de su muerte y que él ocultó siempre, ya que, en la época y el país que le tocó vivir, esto habría supuesto un serio obstáculo para alcanzar el éxito que llegó a tener.



La cuestión racial ha sido precisamente otro de los temas que varios autores han analizado en Krazy Kat. Distintos elementos indican que Krazy es afroamericano: su forma de hablar, el argot, o ciertos detalles recurrentes en el dibujo, como el banjo de calabaza que a menudo aparece en sus manos (instrumento muy común entre los esclavos de las plantaciones). Por otra parte, la indeterminación del género de Krazy ha permitido que proliferaran lecturas desde el ámbito de la teoría queer que han recontextualizado a Krazy en el presente, convirtiéndole en un referente del colectivo LGTBIQ.



Según los reponsables de la exposición, "a pesar de que Krazy Kat es anterior en el tiempo al Manifiesto surrealista de André Breton (1924), el carácter surrealista en este trabajo de Herriman se puede apreciar no solo en la habitual incongruencia de las acciones que narra, sino también en el uso de unos parámetros estéticos comunes, como pueden ser la fascinación por el arte aborigen, el amor por las figuras antropomórficas o los paisajes desérticos".



La entrada del cómic en el Reina Sofía

En las últimas décadas, el cómic se ha ganado el respeto de la llamada "alta cultura" y numerosas instituciones y museos le han dado carta de naturaleza, a través de sus estudios y programaciones, como una disciplina artística a la altura de cualquier otra. No obstante, el Reina Sofía se inicia ahora en esta vertiente con la exposición dedicada a Herriman. La obra de este autor, según el museo, "apela a la necesidad de considerar el estudio del arte y la cultura sin hacer distinciones entre sus disciplinas. En este sentido, incluir el trabajo de George Herriman en la programación de exposiciones del Museo Reina Sofía pretende igualmente elevar el cómic a medio masivo de influencia artística, en contra del prejuicio valorativo del mismo como un arte "inferior", o como un subproducto artístico asociado a la baja cultura y dirigido a un público infantil".



Coincidiendo con la muestra dedicada a George Herriman, el 20 de diciembre el Museo organiza una conferencia con el autor de cómics Art Spiegelman (Estocolmo, 1948). El creador de Maus (1986), quizá la novela gráfica más célebre de los últimos 30 años, explorará su visión del cómic entendido como una zona de batalla en tiempos postliterarios, en los que el arte y el comercio, la alta cultura y la popular, la edad adulta y la infantil, la realidad y la fantasía y, sobre todo, las palabras y las imágenes, chocan entre sí con especial intensidad.