
Cesare Pavese. Foto: Wikipedia.
Tras los pasos de Cesare Pavese: un recorrido por la Italia luminosa y trágica de su último verano
'Hotel Roma', de Pierre Adrian, mezcla biografía, ensayo literario, diario y libro de viajes para reconstruir los últimos meses de vida del escritor italiano hasta su suicidio en 1950.
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Diez años después de su primer libro, La Piste Pasolini, con el que ganó los premios Deux Magots y el François Mauriac de la Academia Francesa, Pierre Adrian (1991) sigue los pasos de otro autor italiano, esta vez Cesare Pavese, en Hotel Roma, publicado en Francia por la editorial Gallimard. La obra mezcla biografía, ensayo literario, diario y libro de viajes.

Hotel Roma
Pierre Adrian
Traducción de Juan Manuel Salmerón. Tusquets, 2025. 208 páginas. 19 €
Empieza con el suicidio de Pavese en Turín el 27 de agosto de 1950. La ciudad estaba desierta y Pavese se había instalado en el hotel Roma, a quince minutos de su casa, para morir, en palabras de Natalia Ginzburg, “como un forastero” en su ciudad. Todos sus amigos estaban de vacaciones.
En las horas previas, Pavese había intentado contactar con algunos. Intentó ver a los más queridos, a los compañeros de Einaudi y de L’Unitá, en cuyas oficinas se presentó de madrugada. La recepcionista del hotel diría más tarde que se había pasado el día intentando hablar por teléfono con gente, sin éxito.
Esta circunstancia, que hacía tan triste el perfil de Cesare Pavese que escribió Natalia Ginzburg tras su muerte (“Retrato de un amigo”, incluido en Las pequeñas virtudes) inspira también las páginas más desoladoras de este ensayo, que es por otro lado un libro bastante triste que ofrece un retrato muy sombrío del escritor piamontés.
Nueve días antes de ingerir la dosis letal de somníferos, Pavese había decretado su muerte como escritor. Acababa de ganar el premio Strega con El bello verano, por fin había obtenido el éxito literario que merecía. Pero escribió en su diario: “Todo esto da asco. Palabras no. Un gesto. No escribiré más”. Alrededor de ese gesto, el de matarse, una idea que lo persiguió durante toda su vida, pivota la búsqueda de Adrian.
Tras describir el suicidio desde el punto de vista de quienes lo encontraron muerto, el autor nos traslada a Dieppe, al norte de Francia, setenta años más tarde. Adrian pasea en plena pandemia junto a un mar por el que han dejado de circular los ferris. “Todos los amaneceres parecían los de un domingo. Estábamos solos”, escribe con un laconismo muy pavesiano.
Decide viajar a Italia. Se instala en Turín, luego en Roma, viaja a Calabria, donde Pavese estuvo confinado por el fascismo. Fue allí, bajo el sol sofocante del pueblecito de Brancaleone, donde el autor de La luna y las fogatas, sin libros a mano con los que combatir el tedio, empezó a escribir El oficio de vivir, uno de los grandes relatos introspectivos del siglo XX.
El diario de Pavese es la guía principal con la que Adrian se orienta por Italia. Su intención era reconstruir el último verano del escritor italiano, desde los fastos por el Strega hasta su suicidio dos meses después. Pero rápidamente desecha el plan, así como la idea de escribir un mero libro de viajes, cuando se da cuenta de que solo comprenderá a Pavese mediante la lectura atenta de sus libros.
El libro resulta una lúcida exploración del influjo de Pavese, cuya obra aún proyecta una extraña luz en sus lectores
Viaja, pero no encuentra casi nada, así que vuelve a los textos. Él también aspira a la parola giusta del grupo de Einaudi: “Yo pensaba, igual que Pavese, que escribir era obligarse a renunciar, a ser árido, a abstenerse”.
El libro gana en las digresiones literarias, en los paralelismos que Pierre Adrian, lector inteligente y sensible, establece entre Pavese y Jean Giono o el excelente Stig Dagerman; también en los excursos sobre el siglo XX italiano, como ocurre en las páginas dedicadas a la tragedia de Superga. Hotel Roma resulta, en fin, una lúcida exploración del influjo de Cesare Pavese, un escritor “otoñal” y sin duda pesimista, pero cuya obra aún proyecta una extraña luz en sus lectores.