William S. Burroughs, por Christiaan Tonnis (CC BY-SA 2.0)

William S. Burroughs, por Christiaan Tonnis (CC BY-SA 2.0)

Novela

'Puerto de los Santos', la distopía alucinada de William Burroughs contra la pesadilla americana

La editorial Aristas Martínez publica la traducción al español de esta novela de 1980, continuación de 'Los chicos salvajes', del icónico autor estadounidense.

Más información: Luca Guadagnino adapta a William S. Burroughs en 'Queer': "Ha sido un compañero toda mi vida"

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William Burroughs (1914-1997) ocupa un destacadísimo lugar en la nómina de autores malditos norteamericanos. Matar a su esposa jugando a Guillermo Tell marcó su vida personal, como no podía ser menos, pero también artística. “Debo reconocer que nunca me hubiera convertido en escritor de no haber sido por la muerte de Joan”, confesaba en el prólogo de la temprana Queer (escrita en 1951, pero editada en 1985).

Puerto de los Santos

William Burroughs

Traducción de Javier Calvo
Aristas Martínez, 2025
251 páginas. 21,90 €

Pocas novelas como su primera publicación –Yonqui: confesiones de un drogadicto no redimido (1953)– sacudieron –y fascinaron– los cimientos del mundo literario y social de los Estados Unidos por su descarnado cuestionamiento del acomodado modelo de vida americano. Para unos representó el máximo exponente contracultural de su tiempo, en tanto que para otros no pasó de burda representación de la sociedad norteamericana.

En cualquier caso, su inefable protagonista, William Lee –el marginal que vive felizmente encadenado a las drogas– marcó su modelo de (anti)héroe. Volveremos a encontrarnos con Lee en su obra más emblemática, El almuerzo desnudo (1959), e indudablemente es la referencia para entender a los alucinados personajes de Los chicos salvajes (1971).

Precisamente la recién traducida al español Puerto de los Santos (1980) fue escrita justo después de Los chicos salvajes. Los paralelismos y coincidencias entre ambas son de tal calado que en vez de secuela de aquella, como suele considerarse, resultaría más apropiado hablar de continuación. Javier Calvo, traductor y autor del prólogo, sugiere que el motivo por el que Los chicos salvajes terminaba “cuando comenzaba lo mejor” se debió a que “las aventuras de los Chicos Salvajes estaban en otra parte” (p. 10). Esa “otra parte” es Puerto de los Santos.

La novela no sigue una línea argumental clara, se trata más bien de situaciones y tramas aparentemente inconexas que persiguen un mismo objetivo: ofrecer una alternativa a la historia tal como la hemos conocido. No estoy hablando de alternativas ucrónicas o de reinterpretaciones abstractas, sino de una delirante reescritura a medio camino entre el surrealismo y la ciencia ficción.

Los Paranormis –diminutivo de Paranormales– se enfrentan a los Defensores de la Normalidad en la más encarnizada y deshumanizada lucha que se pueda imaginar. Con los Estados Unidos como centro, los Paranormis atacan desde el estrecho de Bering y México “hasta el último vestigio de la pesadilla americana”. Los Normales disponían de bombas atómicas para defenderse, pero no pudieron utilizarlas porque “los físicos y técnicos nucleares habían sido tachados de Paranormis y purgados” (p. 33).

La novela es una delirante reescritura a medio camino entre el surrealismo y la ciencia ficción

En cualquier caso, el objetivo es la destrucción total. Para ello se utilizará en unas ocasiones cualquier tipo de armamento y en otras pandemias de enfermedades inimaginables. Ahora encontraremos Chicos Sirena, Chicos Serpiente, Chicos Oníricos… que viajan a través del tiempo, el espacio, y la historia en un mórbido frenesí sexual.

El término distopía se antoja ridículamente pacífico, e incluso el de fantasía erótica resulta excesivamente reduccionista dada la complejidad del texto. Alegórica visión imaginaria de la historia –o de la política, según se mire– podría resultar más apropiado.

El volumen también incluye la reseña que sobre esta novela escribió John Updike, en la que acertadísimamente afirmaba: “Puerto de los Santos es un disparate, pero como es un disparate asesino, sentimos que le debemos cierto respeto. Nos gustaría desestimar este libro, pero no podemos” (p. 247).