Image: Paraíso Alto

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Novela

Paraíso Alto

Julio José Ordovás

9 febrero, 2018 01:00

Julio José Ordovás. Foto: Vicente Almazán

Anagrama. Barcelona, 2017. 131 pp., 16,95 €. Ebook: 9,99 €

Impresionó a muchos la primera novela de Julio José Ordovás (Zaragoza, 1976), El Anticuerpo (2014), por lo poco habitual de un relato simbólico arropado con una prosa poética persuasiva, casi abrumadora. Ya entonces apuntaba maneras al narrar la peculiar aventura iniciática del joven Josu. Tres años después reaparece con una novela breve, Paraíso Alto, confirmando su estilo y su talento. Confirmando un punto de vista narrativo que aúna referencias sustanciales de la literatura universal y hace suyas inquietudes esenciales a cualquier tiempo y lugar. Paraíso Alto es el topónimo elegido para nombrar un territorio casi mítico, aunque está inspirado en un pueblo real de la provincia de Teruel, un lugar al que llega un personaje extravagante que crece y ensancha su voz desde que abre su relato, confesando la intención de suicidarse que le llevó a ese lugar, aunque después cambió de opinión, simplemente. Ese narrador con voz pero sin nombre relata su llegada, su estancia y sus motivos, y cómo le impulsa un credo alimentado en la naturaleza, que le ayudó a desengañarse de servidumbres terrenales y a aceptar el oficio de ángel cuya misión es acoger a los visitantes a los que acaba dando sepultura.

Visitas y apariciones protagonizan sus días y llenan el relato de un humor negro que desdramatiza miserias y equilibra ese estilo que todo lo impregna de lirismo a base de ingenio y poesía. A cada visitante le corresponde un recuerdo, una vida, y todos dan cuerpo a la trascedencia de su discurso: un tiburón de la banca que expresó su deseo de "morir de espaldas al crepúsculo para ver cómo se retorcía su sombra", una mujer con cuerpo de niña y "piel de hada", un famoso mago que llegó allí con su mejor truco, un viejo aficionado a la novela negra, dos gemelas en silla de ruedas, alguna que otra celebridad, una actriz porno...

Todos son bienvenidos a ese pueblo que tanto recuerda a Comala, donde siempre huele a tristeza, quizá porque sucedió algo terrible para que sus habitantes no regresaran jamás, salvo Carmen, que se ha hecho vieja allí, "cansada de roer un día tras otro el mismo mendrugo existencial". Donde todo va sucediendo como en una envolvente danza de la muerte que rodea de misterio las palabras sin vida de las calles y logra una atmósfera de abismo insondable, ineludible, donde las horas no hieren, el viento silba siempre la misma canción y el cielo no ofrece consuelo ni esperanza.

Relato y estilo, fondo y forma, componen una razón de peso para asomarse a las páginas de este libro, donde todo puede ocurrir y nada ocurre realmente. Como en ese territorio en el que es posible soñar los sueños de otro.