Image: En el corazón del mar

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Novela

En el corazón del mar

Nathaniel Philbrick

22 enero, 2016 01:00

Nathaniel Philbrick. Foto: Penguin UK

Herman Melville tomó como modelo para su inmortal Moby Dick la tragedia acontecida en 1820 a un ballenero, el Essex, que fue atacado y hundido por un cachalote. La narración concluye cuando el capitán Ahab, en su delirante lucha contra la ballena blanca, es arrastrado al fondo marino atrapado en el lomo del "monstruo". La desgracia del Essex le sirvió de motor de la acción, pero el argumento novelado, narrado por el único superviviente, el grumete Ishmael, nada tenía que ver con lo realmente sucedido.

Lo que cuenta Nathaniel Philbrick en En el corazón del mar -título que parece evocar El corazón de las tinieblas de Conrad por mor de las desgracias y horrores que sufre el hombre al encontrarse en un ambiente inhóspito y hostil- son los sucesos reales. El hundimiento del barco no causó ninguna baja, los veinte tripulantes lograron salvarse gracias a las tres barcazas que servían para la caza de las ballenas, pero estaban a miles de millas de la costa más cercana y durante tres meses vagaron por el Pacífico sin rumbo. Incluso podríamos afirmar que la narración de Philbrick comienza donde finaliza la de Melville: el ataque del cachalote enviando a pique al ballenero.

El Essex era la primera nave que capitaneaba el joven George Pollard Jr. que se equivocó en la mayoría de las decisiones tomadas: "El comportamiento de Pollard, tanto después de zozobrar en la corriente del Golfo como después del ataque del cetáceo, indica que carecía de la resolución que le hubiera permitido imponerse a sus dos oficiales, que eran más jóvenes y más inexpertos que él" (p. 152); aunque años más tarde Melville escribiría: "Para los isleños era [el capitán Pollard] un don nadie, para mí, el hombre más impresionante [...] con el que jamás me haya encontrado" (p. 305). Los supervivientes se vieron expuestos a cuantas pruebas se pueda imaginar, entre ellas el canibalismo con quienes murieron de inanición e incluso uno de ellos debió sacrificarse, tras un sorteo, para que sus compañeros sobrevivieran.

La narración de Philbrick (Boston, 1956) se fundamenta en los relatos de dos supervivientes, el del Primer Oficial, Owen Chase, y el del grumete Thomas Nickerson. Calificar la obra como novela tal vez resulte impreciso, pues se trata más bien de una muy lograda ficcionalización documentada. En el relato incluso se reproducen, entrecomillados, pasajes de los mencionados protagonistas, lo que implementa la verosimilitud de la historia. La historia de la peripecia de los marinos ocupa el núcleo central de la obra; la primera parte está dedicada a contextualizarla mediante la recreación de la ciudad ballenera de Nantucket, de donde había partido el Essex, y la última informa sobre la postrera fortuna de los supervivientes.

El trabajo de documentación de la obra es impresionante -se adjunta una bibliografía con más de 150 referencias- e interesa la recreación histórica en sí misma y todos los condicionantes que pudieron inferir en ellos: "Hoy en día, los psicólogos especializados en supervivencia han determinado que esta forma de liderazgo ‘social' [en la toma de decisiones consensuadas] -a diferencia del liderazgo ‘autoritario'- es poco apropiada para los primeros momentos después de un desastre, en los cuales las decisiones deben tomarse con rapidez y firmeza" (p. 151).

Nos encontramos, por tanto, ante un estudio de indudable valor histórico, pero ¿qué tiene de ficción? La respuesta es compleja y cada lector tendrá su propia opinión. Sin embargo el dilema moral que conforma la esencia de Moby Dick, aquel de la lucha continua entre las fuerzas del bien y el mal, vuelve a recrearse en En el corazón del mar, si bien obedece a una estructura distinta a la representada por el capitán Ahab y Moby Dick.

Lo que aquí se plantea es la resolución humana al enfrentarse a situaciones límite en las que está en juego la propia supervivencia. La decisión de comerse a sus compañeros muertos no está exenta de condicionamientos de índole moral que van más allá de las profundas creencias de los tripulantes. Y, cómo no, el "sacrificio" del marinero Owen Coffin, inmolado para que sus compañeros puedan seguir viviendo, resulta incluso más sobrecogedora.