Novela

Algo tan parecido al amor

Carmen Amoraga

15 febrero, 2007 01:00

Carmen Amoraga. Foto: Destino

Finalista del premio Nadal. Destino.Barcelona, 2007. 272 páginas, 19 euros

La novela de CarmenAmoraga presenta con crudeza un amplio repertorio de casos referidos a las relaciones entre mujeres y hombres bajo un común denominador, la búsqueda del amor, siempre conflictiva y dolorosa. La mención ocasional de Lucía Etxebarria en Algo tan parecido al amor se puede considerar como una clave de la sintonía literaria de la narradora valenciana.

La estructura de la obra tiene cierta originalidad. La trama se organiza en torno a las vicisitudes de unas jóvenes amigas, Amparo, Ana y Silvana. Tres bloques sin etiqueta explícita (no llevan el rótulo tradicional de capítulo ni van numerados) muestran el "amor" de cada una de las mujeres mezclando narración y confesionalidad, y un breve pasaje final, que encadena las voces de las protagonistas, funciona como síntesis global. Estas historias se complementan con unas pocas más relacionadas con ellas. Unos textos líricos encabezan dichas partes y aparecen otras varias veces.

Las historias, todas, giran en torno a una cuestión central: ¿qué es el amor? Y todas funcionan como ejemplos o parábolas para intentar si no definirlo, sí mostrarlo mediante un estudio fenomenológico. Las peripecias del trío femenino responden a variantes de un esquema único: un elemento ajeno irrumpe en una pareja para cuestionar la solidez de la relación y cada una de las chicas adopta su particular respuesta. Sale de este modo una serie de reacciones que abarca desde la sumisión o el despecho hasta la venganza. Los personajes, más los femeninos que los masculinos, desho-jan la flor de unas pasiones fuertes y de una vehemencia emocional muy trastornadora. En ese humus de sentimientos excluyentes de cualquier otra inquietud brota un conflicto básico, el anhelo radical de lograr la felicidad. Así que la obra, impregnada de un halo neorromántico, habla de la exaltación de almas y cuerpos, pero en realidad deja una estela de soledad, fracasos, frustraciones, miserias y egoísmos. No es, con todo, un relato derrotista, pues a cada paso deja constancia de un vitalismo tenaz para lograr el premio indicado en el título, ya que no un amor que sea plenitud.

El asunto tratado por Amoraga tiene incluso ambición trascendente, pero su materia la reduce al mínimo posible al limitarla a una especie de reportaje neocostumbrista de situaciones inspiradas en los vertiginosos cambios recientes producidos en el matrimonio convencional y en los roles sociales. La base intemporal de la novela se salda con un censo de comportamientos y actitudes del día, y a ello se aplica un tratamiento naturalista de gran simplicidad, notable sobre todo en el lenguaje. Aunque no faltan momentos de énfasis verbal, de pretender un tono literario engolando la voz con recursos retóricos, se busca una sencillez expresiva que oculta una auténtica falta de estilo. Tributo al gusto de moda por la escatología es el léxico del tipo follar, hacerse pajas o cagar; y naturalismo inocente y barato el dejar constancia de que un personaje "se tiraba pedos pestilentes mientras dormía". Cae, además, Amoraga en reiteradas incorrecciones idiomáticas. Y, por si fuera poco, se repite un fallo incomprensible: en varios pasajes en primera persona se ponen diálogos que la narradora no presenció.

Lo mejor del libro reside en la composición que he señalado. Resulta original aunque no muy innovadora. Sin embargo, lo que podría esperarse de esta meritoria voluntad creativa se sacrifica a una historia efectista que se venderá bastante porque toca las fibras sensibles de un lector poco exigente.