Image: Por encima de toda sospecha

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Novela

Por encima de toda sospecha

Joaquín Leguina

31 julio, 2003 02:00

Joaquín Leguina. Foto: Ricardo Cases

Témpora. Madrid, 2003. 139 páginas, 12 euros

He aquí un relato sin demasiadas pretensiones que, sin embargo, constituye una lectura grata. Leguina ha situado su narración en el Madrid actual y la ha inscrito en la serie de la novela negra, dejando bien marcados sus rasgos más característicos y sus tipos genéricos.

Tipos genéricos como el poderoso hombre de negocios, el periodista, el policía, el investigador -que aquí es un modesto abogado cincuentón llamado Baquedano- y algunos otros, igualmente reconocibles, que ayudan a completar el entramado de relaciones humanas que enriquece la historia y le impide desarrollarse mecánicamente como un simple relato de intriga en el que lo único importante parece ser el descubrimiento de la identidad del asesino. El autor ha subrayado minuciosamente, con técnica casi costumbrista, el entorno madrileño en que transcurren las acciones. La mención de lugares, calles y establecimientos de distinta naturaleza va acompañada de referencias a personas reales, como algunos políticos o un conocido locutor de radio -conviene no olvidar lo que en la novela hay de juego y guiño privado-, y llega incluso a hacer figurar como personaje fugaz en una escena a un antiguo alcalde de Madrid. Pero el realismo literario no equivale a la realidad histórica, y estas notas de actualidad, demasiado circunstanciales, además de innecesarias, erosionan la limpidez del relato y dejan a lo largo de las páginas zonas vulnerables y puntos de oxidación.

Algún día habrá que reflexionar acerca del tardío aprovechamiento entre nosotros de los esquemas de la novela negra -sobre todo la norteamericana, muy difundida gracias a las adaptaciones cinematográficas- como vehículo de denuncia. En unos años en que la novela parece apartarse de la realidad inmediata o rozarla tangencialmente, el mantenimiento del género novelístico como reflejo de las lacras de una sociedad, de sus tensiones internas y de la degradación de valores e instituciones, se manifiesta, sobre todo, en esa modalidad del relato de intriga que tanto debe a Hammett y Chandler. Desde Juan Madrid y Vázquez Montalbán hasta Lorenzo Silva, ésta parece ser la vía más fecunda de la novela española para acercarse a la realidad circundante. ¿En qué otras novelas se habla de la corrupción institucional, de la ineficacia policial, de la justicia injusta, de la delincuencia de guante blanco, de estafas clamorosas? Aquí se trata de la piratería de grabaciones fraudulentas de discos, asunto de plena actualidad que se convierte en actividad lucrativa para intermediarios que enmascaran el tráfico entre los negocios de importación, y que proporciona dinero fácil a gentes dispuestas a lo que sea -incluso al crimen- para mantener su privilegiado filón. Es cierto que todo está visto desde fuera, sin penetrar a fondo en los hechos, aunque una juez demasiado torpe y un policía corrupto dejen a salvo el valor testimonial de la novela. Pero tampoco el autor ha pretendido bucear más en los entresijos posibles de la historia, y ni siquiera en las historias secundarias que acompañan a la principal, como la que se refiere a la relación entre Baquedano y su hija, que parece estimulada -aunque sin pasar de un pálido reflejo- por la que se establece entre el profesor David Lurie y su hija Lucy en la novela Desgracia, de J. M. Coetzee, autor por el que tanto Baquedano como su creador parecen sentir una justificada admiración.

Novela de estructura sencilla, sin alardes técnicos y escrita con una prosa funcional y correcta, Por encima de toda sospecha es un manjar ligero, superior, sin embargo, a obras de mayor empeño -y también más pretenciosas- que, por desgracia, han olvidado una de las aspiraciones irrenun- ciables del género narrativo: entretener al lector, sacarlo durante unas horas de sus casillas y, si es posible, ofrecerle esbozos de otras vidas posibles; todo ello, claro está, con una mínima solvencia literaria. Frente a tanto engolamiento hueco, tanta reminiscencia de mundos infantiles reiterativos y sin interés y tanta mirada insistente al ombligo como suelen proporcionarnos las novedades editoriales, este relato escrito como en voz baja tiene, a pesar de su horizonte deliberadamente limitado, ciertas virtudes narrativas de buena ley que con frecuencia se echan de menos en otras producciones coetáneas y cuya presencia es de justicia subrayar en este caso.