Image: Los viejos amigos

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Novela

Los viejos amigos

Rafael Chirbes

5 junio, 2003 02:00

Rafael Chirbes. Foto: Mercedes Rodríguez

Anagrama, 2003.220 páginas, 12’50 euros

Los novelistas españoles de los últimos lustros han dado la espalda a la realidad social y política inmediatas. Rafael Chirbes es una de las más notables excepciones. Desde los años 80, ha hecho con gran nitidez una literatura de compromiso, un relato testimonial de calidad.

La decena de novelas que ya ha publicado constituyen un repaso dialéctico y crítico de la España de postguerra, y la segunda de ellas, En la lucha final, acomete una revisión colectiva de la juventud concienciada del otoño franquista, y de su situación en la democracia restablecida.

A este mismo ámbito vuelve en Los viejos amigos. La línea anecdótica es clara y sencilla. Los amigos que en el decenio de los 60 formaron una célula comunista se reúnen a cenar un cuarto de siglo después. La convocatoria del encuentro y el desarrollo de la cena funcionan como la magdalena proustiana (varias veces citada en el texto) que abre el pasado de esos "viejos amigos" en todos los frentes posibles.

En buena medida, Chirbes reescribe esa otra novela suya y, aparte diferencias técnicas, le añade un sentido que procede de la mayor perspectiva temporal para juzgar esta etapa histórica. Muestra cómo la incon- sistencia de los comportamientos de antaño ha desembocado en esta frustración, y nihilismo de hogaño. El balance global es desolador. La causa del negativismo radical de la novela reside en que Chirbes lleva a cabo una revisión exhaustiva, política y existencial, de un tejido sin olvidarse ni de un solo hilo: ideología, sentimientos, sexo, droga, clase social, familia, ambiciones, cultura, literatura, dinero, poder... Con esos hilos, teje la intrincada malla de lo individual como vehículo de conocimiento de lo colectivo. De este modo, tenemos una novela elegiaca desde la lucidez de una conciencia crítica que asume la debacle de toda una generación. La fuerza del alegato viene de una vivencia generacional que pone en estrecha cercanía al autor y a sus personajes. Sólo hay un personaje positivo, el marido de una de las chicas: alguien ajeno por ideas y clase al grupo, un ser vitalista, práctico, sin recovecos. Tal vez sea el resultado de una imparcial representación de la realidad, pero con él se le da la puntilla a las falsedades y la ruina de quienes tuvieron por empeño cambiar el mundo.

Chirbes recrea con mucha plasticidad el lado oscuro del postmoderno fin de la historia. Su pesimismo histórico se sustenta en la veracidad de un retrato coral y éste se construye como una suma de voces complementarias de los protagonistas de la historia. Toda la novela (salvo un fragmento) se cuenta a través de la evocación en primera persona de los personajes. Esto produce un enriquecedor perspectivismo, aunque resulta un artificio algo mecánico y en algún momento no del todo verosímil. Pero esta reserva formal no empaña el interés de Los viejos amigos, una novela magnífica, escrita con una prosa versátil, construida como un rompecabezas que exige una estimulante colaboración del lector, que presenta casos notables en su individualidad y representativos en su proyección exterior. En fin, una de esas obras que deben leerse por su arte y por su intención.