Novela

Déjame ir, madre

Helga Schneider

9 enero, 2003 01:00

Trad. Elena de Grau. Salamandra. Barcelona, 2002. 157 páginas, 8’70 euros

No es fácil amar a una madre que ha sido celadora en Auschwitz-Birkenau. ése es el drama que se plantea Helga Schneider (Polonia, 1937), cuando recibe una carta donde le comunican que su madre se encuentra gravemente enferma. El hecho de que la abandonara hace más de cincuenta años para ingresar en las SS, no logra borrar el sentimiento de obligación que experimenta hacia ella. Sin embargo, ni la edad ni la inminencia de la muerte han modificado el punto de vista de una anciana que se vanagloria de haber leído a Kant en la proximidad de los hornos crematorios. Durante la conversación con su hija, se encadenan los recuerdos: las visitas a Rudolf Hüss, comandante de Auschwitz, que compartió con ella su intimidad familiar, las arengas del Föhrer, la utopía de una Alemania abastecida de símbolos paganos, la exaltación de la naturaleza, la recuperación de la mitología nórdica. Sus ojos no muestran arrepentimiento.

Helga Schneider no renuncia a mostrar los aspectos más inaceptables de sus sentimientos. La repulsión hacia lo que ha sido y es su madre, no le impide albergar una ternura irracional hacia ella. Es incapaz de discernir qué zonas de su alma están contaminadas por su origen, pero es indudable que el Mal también ha emponzoñado a las generaciones posteriores. El alma de Europa está corrompida por un pecado imprescriptible, pues los campos de exterminio son el desenlace de nuestra fe en el progreso. A la luz de este hecho, es inevitable concluir que los proyectos utópicos son incompatibles con la vida y sólo engendran monstruos que, incluso después de su extinción, continúan perviviendo en nuestra memoria como pesadillas recurrentes.

Hace unos meses, Joan Margarit escribió un hermoso libro sobre la muerte de su hija. Tal vez sólo haya algo más doloroso: evocar a nuestros seres queridos y descubrir que no hay en ellos nada que justifique nuestro amor. Con un estilo preciso y eficaz, Schneider nos ha dejado un elocuente testimonio de esta experiencia.