Image: El mal de Montano

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Novela

El mal de Montano

Enrique Vila-Matas

19 diciembre, 2002 01:00

Enrique Vila-Matas. Foto: Mercedes Rodríguez

Premio Herralde. Anagrama. 316 págs, 16 euros

El lector de Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948) sabe ya de antemano que ningún nuevo título del autor se someterá a los cánones de la literatura convencional.

Sea cual fuere el rótulo genérico bajo el que aparezcan las obras, el resultado estará lejos de cualquier esquema previsible. Lo único seguro es que la literatura será el motivo central del libro. Desde Historia abreviada de la literatura portátil hasta Bartleby y compañía, cada obra del autor es un asedio, o una serie de asedios, en torno a la literatura como sustancia de vida y como prisma a través del cual se contempla la existencia. El mal de Montano no es una excepción. Un narrador que parece estar escribiendo un diario y que tiene muchas concomitancias con el autor cuenta en la primera parte un viaje a Nantes, donde reside su hijo, escritor convertido en "ágrafo trágico", bloqueado para la escritura -en eso consiste el "mal de Montano"-, y poco después se refiere a sus notas como "este diario que se me está volviendo novela" (pág. 32). Lo es, en efecto, y más tarde descubriremos el carácter absolutamente ficcional de la historia de Montano, y también que el origen de sus componentes es libresco, nacido de recuerdos y lecturas de obras literarias. Las otras partes coinciden también en relatar diversos viajes del narrador -a Valparaíso, a Budapest, a Lisboa, etc.-, todos ellos relacionados con evocaciones literarias de distinto signo, que permiten narrar a veces los mismos hechos desde perspectivas diferentes. Nunca sabrá el lector si los viajes son reales o tan sólo construcciones imaginarias del escritor, suscitadas siempre por estímulos que tienen que ver con pasajes, escenas, autores, frases o personajes de obras variadas. Los pensamientos, la reacción ante los sucesos vividos -o simplemente relatados- y la conducta del diarista se canalizan siempre por cauces literarios, y no es un dislate afirmar que el narrador sufre un proceso de encarnación en la literatura. Los ejemplos son innumerables: "Hace un rato, pensando en las palabras de Montano, me he acordado de [...] ese relato de Jorge Luis Borges..." (pág. 21). O bien: "Atrás va quedando Nantes [...], ciudad literaria: Verne, Vaché y Julien Gracq, entre otros, nacieron en ella o en sus alrededores" (pág. 39).

A la literatura, convertida en "refugio ante la aspereza de la vida" se vuelve una y otra vez, mezclando reflexiones, citas y reelaboraciones de motivos literarios o de cuestiones cercanas, como la crítica, que suscita unas aceradas frases acerca de "la jerga feroz y cabalística que se ha esparcido por los ambientes universitarios de los Estados Unidos, donde los profesores y críticos hablan de lo literario con tal indiferencia por el elemento estético, moral o político de la literatura propiamente dicha, que puede afirmarse que ésta ha desaparecido bajo los escombros de la teoría" (pág. 98). En otro momento, el narrador confiesa su coincidencia con Gombrowicz al haber intentado una "ruptura radical con el conservador y aburrido discurso familiar" (pág. 153), y los estudiosos de Vila-Matas anotarán su significativa defensa de "un estilo a la contra y un intento siempre de decir cosas distintas, con humor a ser posible, para romper con la falta de ironía del monólogo anticuado y único del patriarca [...] Un estilo en rebeldía contra todo, sobre todo contra el soporífero realismo español" (págs. 154-155). Porque esta novela sobre la literatura, hecha de literatura y escrita por un "enfermo", que sólo llegará con su pleno sentido a los destinatarios que padezcan la misma dolencia, ilustra ampliamente acerca de los principios que presiden la obra de Enrique Vila-Matas, escritor excelente cuya originalidad lo separa de cualesquiera otros empeños nacidos entre nosotros durante los últimos cuarenta años. Podría decirse de él lo que el narrador afirma a propósito de algunos personajes de Walser o de Joseph Roth, que se sitúan "al margen de la existencia para defender frente al mecanismo de lo idéntico -hoy tan imperante en el mundo- un residuo extremo de irreductible individualidad, algo inconfundiblemente suyo" (pág. 122).

Acompaña este homenaje a la literatura una prosa límpida y dúctil, donde sólo disuenan algunos descuidos ("instrucciones de cara al viaje", pág. 55; "investigar en profundidad", pág. 89; "las menciones a una enfermedad", pág. 110) fácilmente subsanables.