Image: Dora Salazar, sobre la identidad

Image: Dora Salazar, sobre la identidad

Novela

Dora Salazar, sobre la identidad

10 enero, 2001 01:00

Esperándote, 2000. Cuero y tornillos

Galería Blanca Soto. Hermosilla, 102. Madrid. Hasta el 31 de enero. De 100.000 a 800.000 pesetas

La conocida marchante vasca Blanca Soto abre sala en Madrid, en un espacio limpio, intimista y atractivo -aunque no muy fácil de localización y acceso-. La galería se inaugura con una exposición de obra reciente de Dora Salazar (Alsasua, Navarra, 1963), mostrando la buena disposición de la sala para el montaje de esculturas. Se trata de una muestra de obra variada y compleja, centrada en la temática del cuerpo, utilizándolo como punto de imbricación de lo artístico con elementos ideológicos y culturales.

La cuestión principal que plantea el conjunto de estas obras es la de precisar sobre qué cuerpo trata la obra última de Dora Salazar. Su debate se estable en un doble frente: el de las piezas modeladas -cabezas, torsos, manos, piernas, pies-, que remiten a cuestiones sobre la identidad personal -inclusive física- de la artista, y el de las piezas tejidas -vestidos, crisálidas, trenzas-, de orden más general y metafórico, declarando su reflexión sobre la condición, funciones y signos de lo femenino en la sociedad actual. En las piezas que se refieren a la identidad propia, se expresa e impone, vigente, aquella ambigöedad insuperable para definir -para autodefinirse- apuntada por Barthes, cuando se interroga sobre qué preciso cuerpo trata un artista, ya que "nosotros tenemos muchos cuerpos". Así, en la escultura de Dora Salazar, la espalda de un torso suyo y la palma de su mano se recubren en ocasiones de una capa de piel curtida, o la estructura de su pie se funde con la misma configuración del zapato que calza. Esa angustia amarga de la dificultad del autoconocimiento se relaja en el otro conjunto de trabajos, en las piezas del discurso sobre lo femenino, en las que la artista puede producirse en libertad y con seguridad de juicio, contra el consumismo (Vestido de novia-traje de luces), contra la manipulación sexista (Corpiño) o contra la asunción de roles y emblemas (Trenza).

El conjunto expuesto deslumbra y atrae con el vértigo de sus imágenes inquietantes de cuerpos seccionados, fracturados, alargados, doloridos, sometidos al sacrifico de máscaras y corsés, y, sobre todo, con la heterodoxia inquisitorial de su lenguaje, que trasciende siempre el dato iconográfico, planteándose, por encima de lo circunstancial la eficacia esencial de la representación en el arte.