Novela

El estreno

Pablo J. D"ors

20 febrero, 2000 01:00

Anagrama. Barcelona, 2000. 231 páginas, 1.950 pesetas

El estreno anuncia un futuro lleno de promesas por su habilidad constructiva, por su desenfado y por una visión de la vida homogénea

La temática culturalista sigue siendo una de las corrientes de moda de la narrativa castellana actual. Esta afición a hablar de la literatura desde la misma literatura, aunque en puja ahora con el documento costumbrista preferido por los narradores más jóvenes, continúa con bastante fuerza, como lo prueba el primer libro de Pablo J. D’Ors, El estreno, cuyas siete narraciones se vinculan por sus temas o por sus argumentos con esta ilustre nómina de escritores: Bernhard, Kundera, Dante, Pessoa, Goethe, Calvino y Dickens. Además, Grass y Eckermann desempeñan también papeles notables.

No todos los relatos guardan la misma relación respecto del escritor con el que se vinculan. Algunos aportan una auténtica lectura del autor a quien van dedicados: ocurre con Bernhard, Kundera y, sobre todo, Pessoa. Un día en la existencia del portugués cala en sus claves artísticas y revela con fuerza e imaginación notables el secreto de los heterónimos como consecuencia de un vivir marginal, abismado en el cultivo de la prosa. En otros relatos la relación es casi anecdótica, aunque se usen elementos que la refuercen. Así ocurre con la historia de una chica que hace una tesis sobre La divina comedia: la estudiante se llama Beatriz y vive en propia carne el absurdo de un infierno dantesco, por lo cual podría haberse dedicado con propiedad a Kafka.

La referencia literaria llega incluso a constituir un pretexto en un par de situaciones. Sólo como en sordina aparece Italo Calvino en La lógica de los pies. Y daría igual que, en lugar de Dickens, se tratara de otro autor para el desarrollo anecdótico de El estreno, del cual toma el título el libro. En este relato, que tengo por el más flojo de todos, el propio autor aparece con su nombre y protagoniza un episodio imaginario (algo kafkiano también) pero bastante insustancial. Se diría que está pensado para protestar contra el olvido de su abuelo, Eugenio d’Ors, lo cual puede decir mucho de la buena condición del nieto, pero importa menos que nada a un lector corriente. He aquí el mayor problema de esta clase de literatura, centrarse en un universo reducido y endogámico.
Está muy bien que a nuestro joven narrador le caiga gordo Goethe y que lo diga y lo recree con plasticidad. Y que denuncie con una feliz parodia el egocentrismo de Grass. Pero el precio está en que tantos relatos monocordes en uno de sus ejes producen una cierta fatiga. Acaba uno cansado de tanto escritor y tanto guiño literario. Y hasta se tiene la sensación de que se abusa de ese pie forzado para conseguir un libro unitario. Hay piezas valiosas pero otras decaen en su exigencia. Entre éstas se hallan El estreno mencionado, la relativa a Eckermann, con su desenlace obvio y plano y con el humorismo pobre e ingenuo de llamar Juan Volfango al autor del Werther, y la referida a Kundera, que acaba con ingenio, pero menor.

Todo ese mundo tan restringido no es casual ni un simple juego. Obedece a una espina dorsal que se explicita en las notas añadidas al pasaje sobre Pessoa. Ahí se dice sin tapujos que para la gente común, para "los millones de Nadies de la historia, la vida es más importante que la literatura", mientras que para los escritores "es más importante la escritura que la vida". D’Ors, por supuesto, está con los últimos y ello lleva a la hipertrofia culturalista de sus narraciones. éstas, es verdad, hablan de los fantasmas eternos de nuestra existencia, pero se hunden un tanto en el artificio autista del letraherido, que alcanza el valor de un absoluto. Es paradójico, por eso, que el relato más acabado de todos, excelente por su humorismo y emocionalidad, y por su final con una sorpresa de la mejor ley, sea el menos apegado a la literatura, La lógica de los pies.

Por ésta y por alguna otra narración hay que darle la bienvenida a Pablo J. D’Ors: este "estreno" suyo, en sí mismo interesante, anuncia un futuro lleno de promesas por su habilidad constructiva, por su capacidad de desenfado y por una visión de la vida homogénea, aunque por el momento resulte un tanto limitada.