Image: Extraños en su propia tierra. Réquiem por la derecha estadounidense

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Ensayo

Extraños en su propia tierra. Réquiem por la derecha estadounidense

Arlie R. Hochschild

1 junio, 2018 02:00

Donald Trump durante un acto de la pasada campaña electoral en Madison, Alabama

Traducción de Amelia Pérez de Villar. Capitán Swing. Madrid, 2018. 439 páginas, 23 €

En los últimos tiempos nos encontramos con rusos que optan por un zar belicoso y turcos que optan por un sultán integrista; italianos que votan por un partido que quiere bajar los impuestos a los ricos y a otro que quiere aumentar el gasto social, pero que están dispuestos a entenderse en nombre del antieuropeísmo y la xenofobia; estadounidenses que han entregado la presidencia a Donald Trump y catalanes que acaban de entregársela a Quim Torra.

No es fácil, pero hay que esforzarse por entender su comportamiento y en el caso de los electores de Trump lo intenta la socióloga Arlie Hochschild (Boston, 1940) en un interesante libro del que aparece una versión española a la que sólo se puede objetar el subtítulo: no hay tal réquiem porque la nueva derecha norteamericana está bien viva, por mucho que nos preocupe su salud mental. El subtítulo original alude más apropiadamente a la rabia y el duelo (anger and mourning). Rabia contra todo lo que perciben como una amenaza para sus intereses y valores y duelo por la América tradicional que añoran.

Arlie Hochschild enseña en la universidad californiana de Berkeley, por cuyas aulas han pasado como profesores o estudiantes 104 premios Nobel, pero que bastantes votantes de la derecha ven sobre todo como un lugar plagado de hippies y liberales. Por su parte, ella no es una demócrata que desprecie a los catetos de la derecha, quiere tender puentes que salven ese muro virtual de ausencia de empatía que ha dividido en dos a los Estados Unidos. Según una encuesta, en 1960 sólo un cinco por ciento de los estadounidenses admitían que no les gustaría que un hijo suyo se casara con alguien del partido contrario, pero en 2010 el treinta y tres por ciento de los demócratas y el cuarenta por ciento de los republicanos lo admitía. Eso es lo que más le preo-cupa a Hochschild y el hecho de que haya sido la reciente radicalización del Partido Republicano la que haya causado la escisión no le sirve de mucho consuelo.

Así es que durante cinco años realizó una prolongada serie de entrevistas, que a medida que aumentaba la confianza se convirtieron en amistosas charlas, con activistas del Tea Party en un rincón de Luisiana, un estado que por muchos motivos se encuentra en las antípodas de California. En 2012 el treinta y nueve por ciento de los votantes blancos de todo el país votaron por Barack Obama. En Luisiana sólo lo hicieron el catorce por ciento. Debido a la amenaza de los huracanes, Luisiana se verá particularmente afectada por el cambio climático, pero al tratarse de un tema en el que la opinión viene determinada por la opción política los votantes republicanos del Estado no creen que haya que combatirlo. El cuarenta y cuatro por ciento del presupuesto de Luisiana procede de fondos federales, pero el Estado federal es visto como un enemigo. Luisiana ocupa el penúltimo lugar por su nivel de desarrollo humano (calculado en función de la esperanza de vida, el logro educativo y los ingresos por habitante) pero las ayudas sociales promovidas por los demócratas son mal vistas. El libro no lo dice, porque se publicó en Estados Unidos justo antes de la elección de Trump, pero éste triunfó en Luisiana por casi veinte puntos de ventaja sobre Clinton, y debe tenerse en cuenta que un tercio de sus habitantes son afroamericanos.

La pregunta es por qué la rabia de tantos blancos menos favorecidos se ha orientado en esa dirección, sobre todo en el Sur. La gran aportación de Hoschschild es su análisis de cómo piensan en conjunto sus entrevistados, lo que ella llama su historia profunda. Se trata de gente que cree que su legítima aspiración al sueño americano del éxito personal se ha visto frustrada por la ayuda ilegítima que se ha prestado a otros: a los afroamericanos, a las mujeres que compiten en el mercado laboral, a los inmigrantes y los refugiados y en general a todas las minorías que a partir de los años sesenta se han visto aupadas por el gobierno federal, con sus leyes antidiscriminatorias y sus subsidios. A los ricos, en verdad, poco les reprochan, porque aspiran a serlo.