Image: Los niños de Rusia. La verdadera historia de una operación de retorno

Image: Los niños de Rusia. La verdadera historia de una operación de retorno

Ensayo

Los niños de Rusia. La verdadera historia de una operación de retorno

Rafael Moreno Izquierdo

3 noviembre, 2017 01:00

Llegada de niños españoles a una ciudad soviética.

Crítica. Barcelona, 2017. 508 páginas. 24'90€. Ebook: 12'99€

La guerra civil es una mina inagotable, no ya solo por los hechos trascendentales que tuvieron lugar entre 1936 y 1939 sino por las consecuencias directas o indirectas que siguieron gravitando en las décadas sucesivas. Por otro lado, aunque complementariamente, cuando parece que pueden agotarse los enfoques más convencionales (políticos, militares, económicos, ideológicos), siempre queda el filón de los avatares humanos, a escala individual o en lo referente a colectivos que padecieron de modo específico aquella coyuntura dramática. De entre ellos, siempre ha concitado atracción la peripecia de los niños que fueron embarcados por sus familias con rumbo al extranjero con el objeto de salvarles la vida o, como mínimo, evitarles los sufrimientos que la guerra conllevaba. Tuvieron aquellas expediciones como destino diversos países pero fueron los pequeños embarcados hacia la Unión Soviética los que en mayor medida despertaron entonces y ahora el interés de propios y extraños. Hasta el punto de que la opinión pública acuñó una etiqueta imprecisa que, con el tiempo, se haría insoslayable: los "niños de Rusia".

Lo primero que se debe advertir al potencial lector es que este libro, que lleva en su portada el título de Los niños de Rusia, no trata de la evacuación, la travesía, llegada ni estancia de los pequeños en la URSS sino tan solo, como advierte un subtítulo diminuto pero más riguroso, de la operación de retorno, es decir, el proceso inverso, la repatriación. Un fenómeno al que no se le ha prestado la atención debida. Porque, por sorprendente que resulte, dada la polarización del mundo de posguerra y la repugnancia recíproca entre los regímenes franquista y soviético, se establecieron unos mínimos cauces diplomáticos primero y unos recursos operativos después que posibilitaron el regreso de aquellos niños a su patria.

Aquellos niños, naturalmente, eran ya adultos, entre los 23 y 35 años. De ellos partió la iniciativa del retorno a mediados de los años 50, cuando llevaban ya dos décadas en tierras soviéticas. Según un informe de la DGS española, fue el guipuzcoano José Asensio Orueta quien, a la muerte de Stalin, escribió una carta con esa solicitud a Nikolái Bulganin, a la sazón -septiembre de 1955- presidente del Gobierno, según detalla Moreno Izquierdo (pp. 51-52). La pretensión tenía que hacer frente a un triple desafío, pues significaba llegar a un acuerdo de mínimos entre tres instancias de poder con intereses divergentes, el gobierno de la URSS, el de España y el PCE que, por obvias razones propagandísticas, no tenía el más mínimo interés en la operación y que puso todos los obstáculos posibles para que no se llevara a término.

Tras un tira y afloja que en el libro se documenta con minuciosidad, entre 1956 y 1957 llegaron seis expediciones, es decir, seis barcos abarrotados, que atracaron en tierras españolas con compatriotas tan ilusionados como temerosos. Comprensible la ilusión, no menos explicable era el recelo que a unos y otros -los que venían y los que estaban aquí- les despertaba la presencia de unos compatriotas cuya adaptación e inserción se antojaban como mínimo problemáticas.

El libro comienza con ese tono esperanzado y anhelante -"El sueño cumplido" se titula el capítulo primero- haciéndose eco de las sensaciones escritas por uno de los retornados, Cecilio Aguirre Iturbe, que tendrá un gran protagonismo como informador del autor y al que está dedicado el libro. Pero luego se comprueba que la acomodación del colectivo a la realidad española fue bastante difícil. Y más si tenemos en cuenta que andaba la CIA por medio, con interrogatorios y sospechas que nunca llegaron totalmente a disiparse: ¿había agentes infiltrados? ¿Venían a integrarse o a espiar? Pese a tantas dificultades, el autor establece en su prolija investigación unas cifras que hablan por sí solas: de los 2.678 españoles que llegaron en las fechas citadas, no llegaron a quedarse según cifras oficiales 388, o sea, el 14,5% del total (p. 305).