Image: Diarios tempranos. Donoso in progress, 1950-1965

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Ensayo

Diarios tempranos. Donoso in progress, 1950-1965

12 mayo, 2017 02:00

José Donoso

¿Qué soñaba conseguir el joven José Donoso a los 26 años? Sus Diarios tempranos (Universidad Diego Portales) nos permiten colarnos en su laboratorio más íntimo y más literario también, para descubrir "la intimidad de un escritor".

Sobre esta edición de los Diarios tempranos del escritor chileno José Donoso (1924-1996), publicada por la Universidad Diego Portales, gravita el uso que la hija del escritor, Pilar, hizo de los diarios maduros y otros documentos íntimos del novelista en su libro de recuerdos Correr el tupido velo (2010), que tuvo la virtud de resucitar el interés de críticos y lectores hacia la obra del autor de El obsceno pájaro de la noche, pero que también expuso a la curiosidad pública dolorosos hechos de naturaleza estrictamente privada, que incluso llevaron a algunos a demonizar la figura del escritor; a lo que contribuyó, sin duda, el hecho de que, un año después de la publicación del polémico libro, su autora se suicidara. Se daba el curioso hecho de que, entre los borradores que Donoso dejó inéditos, había un proyecto de relato en el que la hija de un escritor se suicida tras leer los diarios de su padre.

Son estos antecedentes los que justifican las infinitas cautelas -a veces explicadas con notable desparpajo- que la editora de estos diarios, la profesora Cecilia García-Huidobro, adopta al prologarlos y anotarlos: si los extensos archivos que dejó su autor constituyen, por su extensión y riqueza, una verdadera "contra/obra", sobre la que ensayar una revisión de la obra publicada de Donoso, no hay que esperar de ellos -nos advierte la editora- la revelación de "un Pepe nocturno, desconocido, incluso monstruoso, como un obsceno pájaro, distinto del que conocimos".

Estos diarios correpondientes a los cuadernos datados entre 1950 y 1965 que se conservan en la Universidad de Iowa -en contraposición a la colección posterior, que llega hasta 1995 y está en Princeton- son un registro, ante todo, de "la intimidad de un escritor", y están redactados desde la insobornable conciencia de que su utilidad no puede ser otra que contribuir a la gestación de su obra.

Existe en ellos, desde luego, un considerable cúmulo de confidencias personales: las que la editora concentra en el capítulo segundo, "Momentos íntimos", en las que se recogen las observaciones del autor en torno a su entorno amical más inmediato, y en las que se atisban amoríos más o menos confesables -sobre los que pesa ahora la publicitada "revelación" de la homosexualidad del escritor en las memorias de su hija- y una cierta fascinación por la atmósfera burguesa que envuelve el conjunto y que remite a escenarios y circunstancias recurrentes en la obra del autor.

Pero ni siquiera en este apartado es posible efectuar una limpia disección que separe la pura confidencia de la nota de taller, destinada a ser usada en alguna futura obra literaria. Esta ambigüedad esencial se manifiesta, por ejemplo, en las múltiples ocasiones en las que Donoso se refiere a sí mismo o a personas cercanas como a personajes de una trama novelística en elaboración. También, en la facilidad con la que el autor trasvasa los accidentes del vivir cotidiano a su repositorio de ideas para futuras narraciones, como sucede con el escalofriante relato que hace del hallazgo del cadáver de su patrona en Buenos Aires, en una nota del 15 de abril de 1959: "Hoy encontré muerta a la pobre Mme. Jeanne. Me levanté a las 10, fui a su cuarto y la vi, tendida en su jergón, desnuda, con un gesto obsceno, y la boca llena de espuma". Apenas un mes después, el autor habrá elaborado ya un esbozo de relato sobre el suceso.

También es significativo el pasaje en el que Donoso anota la sensación que denomina "lo de Omsk": una especie de elevación a escala universal de lo que el autor percibe como sucedido en un lugar concreto y cercano, como si todo eso "pudiera pasar en Chile, como en Omsk", siendo el autor "parte de la historia y del tiempo y de la distancia". Una idea, concluye, "con la que se puede hacer muchas cosas".

No siempre la escritura diarística "temprana" de Donoso transcurre por estos senderos equidistantes entre la realidad y la literatura: las más de las veces es la obsesión literaria la que se impone. Como testimonia el primero de los bloques en los que está estructurada esta edición, el interés primordial del novelista es aprender de la experiencia de otros escritores, e incluso utilizar directamente el ejemplo de éstos en determinados pasajes. Algunas de sus observaciones en este sentido son pintorescas: "Escribir un Buddenbrooks chileno", se dice en alguna ocasión, en alusión a la célebre novela de Thomas Mann; o "Necesito más humor, más simpatía, más Mitford", refiriéndose a la ligereza que caracteriza a la afamada novelista inglesa que leía por entonces. No es de extrañar, en este contexto de acaparamiento literario, que un cuaderno de 1962 registre la cita de Henry James padre de la que el chileno extrajo el título de su más famosa novela: "the obscene bird of the night". Por ello, tampoco extrañará al lector encontrar en estos diarios borradores de semblanzas de escritores -alguna tan interesante como la referida a Zenobia y Juan Ramón Jiménez, en torno a la fecha de la concesión del Nobel-, opiniones literarias ciertamente rotundas -sobre Baroja, por ejemplo: "En primer lugar, me parece simplemente un tonto"- , además de todo un corpus documental en torno a la escritura de las grandes novelas de su autor, Coronación y El obsceno pájaro de la noche; siendo las notas referidas a la elaboración de esta última uno de los conjuntos más coherentes y de más apasionante lectura que contienen estos diarios, por ofrecer no sólo un detallado registro de la complicada gestación de la novela, sino también un testimonio de la progresiva identificación del autor con su oscuro trasfondo.

Hay quien puede sentir la tentación de identificar esa oscuridad con tales o cuales sucesos de la vida más íntima, secreta del autor. Estos diarios invitan, más bien, a indagar en otra parte: en el empeño humano en moldear las propias obsesiones, por ejemplo, hasta convertirlas en obras de la imaginación. Son un elocuente testimonio de lo que el escritor se juega en ello.