Image: Combatientes en la sombra. La historia definitiva de la Resistencia francesa

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Ensayo

Combatientes en la sombra. La historia definitiva de la Resistencia francesa

Robert Gildea

10 febrero, 2017 01:00

Miembros de la resistencia francesa, París, 1944.

Traducción de Federico Corriente. Taurus. Madrid, 2016. 645 páginas, 33,90 €

Signo de los tiempos: ya no se hace -no se puede hacer- historia de los acontecimientos del pasado sin tomar en consideración lo que esos hechos han significado para las generaciones posteriores. El investigador ha de tener en cuenta no solo aquello que sucedió sino la interpretación que se hizo después e incluso el sentido que hoy le conferimos. De entre los múltiples episodios concretos que se aglutinan en los dramáticos años de la II Guerra Mundial, el que se conoce como resistencia a la ocupación nazi de Francia -brevemente, la Résistance- ocupa un lugar central para la identidad nacional en el país vecino.

No solo se contempla así, explícitamente, en varios lugares de este libro (cf. por ejemplo pp. 18 y 453) sino que el historiador se propone a partir de este reconocimiento la tarea de desligar los sucesos contrastados de la construcción legendaria posterior, explicando al mismo tiempo la génesis y función de este mito fundacional de la conciencia identitaria.

El historiador en el caso que nos ocupa es Robert Gildea (Egham, 1952), fellow del Worcester College de la Universidad de Oxford. La tarea hercúlea que emprende en este libro es la de iluminar las entrañas y los contornos reales de la resistencia tomando como punto de partida el paradigma gaullista, que no es otra cosa que una elaboración parcial e interesada que ha gozado durante muchos años -sobre todo en las décadas inmediatamente posteriores al fin del conflicto- del rango de interpretación canónica y doctrina oficial (aunque, en verdad, casi siempre también objeto de debate). "Para hacer frente al trauma de la derrota, la ocupación y una guerra civil en potencia", escribe Gildea, se desarrolló un potente mito que cubría tres importantes flancos: presentaba la resistencia como reacción tenazmente mantenida por el pueblo francés durante cuatro años (1940-1944), expresión del sentir de todo el país -salvo una ínfima minoría de traidores y colaboracionistas- y, en última instancia, lo que era más importante de todo, dejaba a salvo el orgullo patrio manteniendo que la liberación de Francia había sido obra de los propios franceses.

Podemos adelantar ya que el minucioso escrutinio del historiador oxoniense no deja bien parados ninguno de esos tres pilares de la versión oficial y, aún más, pone en solfa otros mitos accesorios -por ejemplo, todo lo relativo a las actitudes ante los judíos- y de paso esclarece o trae a primer plano aspectos hasta ahora desatendidos, como el papel que desempeñaron las mujeres y los extranjeros. Gildea no solo impugna la explicación gaullista, sino que desmonta también el relato alternativo que durante largos años pugnó con aquel por la supremacía en la sociedad francesa, el de los comunistas. El libro ofrece así un retrato de la resistencia muy complejo y matizado y, por esto mismo, se presta poco a que pueda resumirse con una mínima fidelidad con el trazo grueso de la esquematizaciones tradicionales. Pese a ello, sí puede decirse sin traicionar en exceso su planteamiento que el historiador británico derriba sin contemplaciones la quimera de la resistencia como un movimiento homogéneo, "militar, patriótico y masculino". Insiste, por el contrario, en que la resistencia tuvo un notable abigarramiento en su composición interna y hasta albergaba una sorprendente disparidad ideológica en sus integrantes, desde la extrema derecha a la extrema izquierda.

En este sentido, una de las cuestiones trascendentales que se impone desentrañar Gildea en su investigación es la que atañe a las razones concretas que movieron a cientos de personas a integrarse en las filas resistentes. No puede darse aquí tampoco una respuesta unívoca: había patriotas en el sentido más tradicional del término, pero también comunistas franceses que luchaban contra el fascismo, republicanos españoles, alemanes escapados de las garras de Hitler, judíos centroeuropeos...

El prototipo de héroe resistente, a imagen y semejanza de Jean Moulin (figura elevada a los altares patrios), no puede ya sostenerse a estas alturas, porque ignora o margina a otros colectivos, como los cientos de mujeres que desempeñaron un papel decisivo en una imprecisa segunda línea o incluso con las armas en la mano. Otro colectivo al que se presta aquí gran atención son los judíos. De hecho, argumenta Gildea, la resistencia se contempla con otra perspectiva a la luz del Holocausto. En definitiva, queda seriamente cuestionada la estampa de una resistencia monolítica, constante en su lucha y clara en sus objetivos. Ni siquiera fue tan inequívocamente francesa. Ni toda Francia, ni mucho menos, estaba por esa labor heroica ni fueron solo franceses los que se consagraron a la causa.