Image: Berlín secreto

Image: Berlín secreto

Ensayo

Berlín secreto

Franz Hessel

10 enero, 2014 01:00

Franz Hessel. Foto: Archivo

Traducción de Eva Scheuring. Epílogo de Walter Benjamin. Errata Naturae, 2013. 152 páginas, 14'90 euros

La editorial Errata Naturae está teniendo la gentileza de regalarnos y en unas traducciones impecables, los libros más importantes de Franz Hessel, una de las figuras en la primera línea de sombra de la intelectualidad europea de principios de siglo XX, amigo íntimo de Walter Benjamin (que escribe en este caso el epílogo), traductor y poeta y flâneur, Hessel no está en la nómina de los 'imprescindibles' pero sí en el sustrato esencial que hace que los imprescindibles lo sean. El año pasado más o menos por estas fechas apareció Romance en París, la novela que utilizó Truffaut para escribir el guión de su mítica Jules et Jim y hoy le toma el relevo este Berlín secreto una novela desigual pero a ratos memorable, que podría encajar, si es que existiera una clasificación así, bajo el título de 'novelas urbanas'.

Del mismo modo que uno siente ganas de regalar Las voces de Marrakesh de Canetti a quienes van a Marruecos uno querría regalar este libro de Hessel a todas las personas que viajan a Berlín, no tanto porque vaya a servirles como guía de la ciudad sino porque se trata de textos que dejan al lector en el mood perfecto para visitarla. El Berlín de Hessel es el famoso Berlín de los años 20. En 1922 la infraestructura urbana berlinesa inaugura su tranvía, se abre el aeropuerto Tempelhof y en la calle, con nocturnidad y alevosía, ya nadie es el que era. "Schall und Rauch" (Ruido y Humo), como excelentemente recreó Bob Fosse en su inolvidable Cabaret (el Kit Kat Club) todos buscan algo, actrices internacionales varadas en promesas de productoras, terminan sus días en esas pequeñas salas con la esperanza de que el orondo señor que les mete mano entre bambalinas sea de verdad el productor que asegura ser. Si el sexo estaba en el aire, no es menos cierto que también lo estaba el talento. Josephine Baker hacía bailar su falda de plátanos y sus pechos desnudos al tiempo que el cine mudo daba sus últimos estertores.

Hessel utiliza la sombra de ese Berlín para hacer una historia diurna de vidas cruzadas; encuentros, desencuentros, promesas de amor, gente que está a punto de subir a un tren y desaparecer pero compra, en el último instante, un vestidito para un niño, maridos resignados a la locura más o menos natural de sus mujeres que revelan en última instancia una sabiduría enternecedora, estudiantes que rescatan sillas familiares revendidas a una tienda de antigüedades en un momento de penuria.

Las virtudes de Hessel son, por momentos, sus defectos. Su ansia de querer hacer una historia global de Berlín a través de las vidas cruzadas de sus ciudadanos -un retrato de grupo en veinticuatro horas- hace que el lector tarde un buen rato en desembrollar la confusión de personajes y la relación que existe entre ellos. El esfuerzo tiene premio al final, no podía ser de otra manera, pero requiere un mínimo de tesón llegar a textos como el diálogo entre Clemens y Wendelin entre las páginas 108 y 115, cuya calidad bastan y sobran para justificar la publicación de este libro. Como muy bien dice uno de los personajes "en esta casa todos saben amar pero nadie quiere aprender el arte de dejarse amar", casi podría ser en realidad una frase de retrato de grupo, y Walter Benjamin da una clave de lectura en epílogo que resulta esclarecedora: la de que Berlín secreto es una novela llena de parejas amorosas en la que las parejas jamás están solas sino rodeadas de amigos o de gente, esa especie de "efecto Hamelin" provocado por uno de los personajes de este libro es el que al final acaba siendo la piedra de toque que convierte esta novela en un texto de 'tono'.

Por muy desaparecido que esté hoy ese Berlín de los años 20 del que habla Hessel (y tal vez también en ese otro Paseos por Berlín que la misma editorial promete editar próximamente) hay algo del flirteo que vibra constantemente en el aire de esta novela que sí parece haber quedado en la sombra de los tilos que todavía hoy se alzan en la histórica avenida de Unter den Linden.