Image: Continente salvaje. Europa después de la II Guerra Mundial

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Ensayo

Continente salvaje. Europa después de la II Guerra Mundial

Keith Lowe

14 diciembre, 2012 01:00

Trabajador soviético en las ruinas del bunker de Hitler (1945)

Traducción de Irene Cifuentes. Galaxia Gutenberg/Círculo, 2012. 554 páginas, 26'50 euros


"Imaginemos un mundo sin instituciones". Esta es la primera frase del libro de Keith Lowe (Londres, 1970), un historiador británico especializado en la Segunda Guerra Mundial. Un mundo -sigue diciendo- en el que las fronteras se han disuelto, en el que no hay gobiernos, escuelas o bibliotecas, que no dispone de medios de información ni lugares de esparcimiento. Un mundo en el que no funcionan trenes ni teléfonos, en el que no se encuentran bancos ni tiendas, en el que las fábricas han sido desmanteladas y las carreteras destruidas. Peor aún: no hay comida ni seguridad alguna, porque falta lo esencial, ley y orden. Bandas de hombres armados deambulan por las calles mientras que las mujeres se prostituyen a cambio de alimentos y protección. ¿Fantasía, ciencia-ficción? No. Este paisaje apocalíptico solo es un pálido retrato de lo que sucedía en el amplio territorio que durante siglos fue considerado el más civilizado y culto del mundo. En pocas palabras, estamos en Europa, 1945, inmediatamente después de la guerra más devastadora conocida por la humanidad.

Con el armisticio llegó la paz, la reconstrucción material de caminos e industrias, la restauración de casas y urbes y, en general, el restañamiento de las heridas. Esa es la mentira interesada que nos han contado y que en parte ha pasado como verdad incuestionable a las grandes síntesis históricas. Luego, el plan Marshall y el "milagro europeo" contribuyeron a dibujar un panorama idílico: Europa, tras la barbarie nazi, renace de sus ruinas, sigue la senda del progreso e ingresa en la prosperidad. Nada más lejos de la realidad, argumenta Lowe, sobre todo cuando cogemos la lupa y fijamos la mirada en la década de los cuarenta. Las manipulaciones e intoxicaciones del más variado pelaje han distorsionado una realidad incómoda para todos, vencedores y vencidos: a la guerra no le sucede la paz sino la venganza. La venganza más atroz y despiadada, hasta el punto de que las técnicas más salvajes de exterminio y limpieza étnica se reproducen de un extremo a otro del continente, con especial virulencia en aquellos países que, como Polonia, más habían sufrido las hostilidades.

Dividida en cuatro grandes bloques, la obra se centra primero en la descripción del terrible panorama de destrucción física y moral, "el paisaje del caos", con sus múltiples secuelas de muertes, enfermedades, hambrunas y migraciones forzadas. La segunda parte trata de los sistemáticos ajustes de cuentas que tienen lugar tras la "liberación". Hay que tener en cuenta, por lo que respecta a esta tendencia generalizada a tomarse la justicia por mano propia que, durante un lapso considerable, no hubo en muchos países instituciones dignas de tal nombre y, aún menos, tribunales legalmente constituidos. Ante este vacío de poder y legalidad lo extraño hubiera sido que los grupos agraviados esperaran pacientemente una restitución, problemática por lo demás. Por si fuera poco, recuerda Lowe, la guerra mundial había solapado al menos otros cuatro conflictos de índole diversa: guerras nacionales, civiles, étnicas y de clases. Así que los que más sufrieron la ferocidad de la guerra, más despiadados se mostraron con sus antiguos verdugos, hasta el punto de imitar sin remordimientos sus sevicias.

Esta disposición se manifiesta más claramente en el bloque tercero, consagrado a describir la limpieza étnica que afecta sobre todo a la parte oriental del continente, la que tenía más mescolanza de pueblos y razas y que, por ello mismo, contempla mayores atrocidades: las que sufre la población alemana por parte de checos y polacos, la espeluznante revancha de estos últimos contra los ucranianos, las persecuciones contra los judíos (incluso después de la guerra) o las feroces rivalidades entre croatas, serbios y bosnios. Por último, la sección cuarta describe y analiza las violencias internas que son auténticas "guerras dentro de las guerras": mientras que en el occidente europeo (Francia e Italia) se impuso cierta contención, casi todo el este quedaba subyugado por la bota comunista y Grecia se desangraba en una abyecta guerra civil.

Lowe nos recuerda en su conclusión que el odio en sus diversas modalidades está aún presente en el corazón de Europa: basta una chispa, como sucedió hace poco en los Balcanes, para que los viejos rencores resurjan con saña. Un libro imprescindible.