Image: La casa de Silva y los duques de Pastrana

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Ensayo

La casa de Silva y los duques de Pastrana

Antonio Terrasa Lozano

26 octubre, 2012 02:00

El duque de Pastrana, de Careño de Miiranda

CEEH/Marcial Pons, 2012. 444 páginas, 28 euros

La Casa y linaje de los Silva, iniciados en España por el portugués Ruy Gómez de Silva, miembro del séquito de la emperatriz Isabel cuando vino para su matrimonio con Carlos V, son el centro de atención del libro. Aquel personaje, hijo de un noble portugués de segunda fila, lograría encumbrarse en la nobleza castellana gracias a su cercanía a la corona y su papel político y cortesano, lo que le permitiría entroncar con un linaje tan destacado como el de los Mendoza -gracias a su matrimonio con doña Ana de Mendoza y de la Cerda-, y le proporcionaría títulos tan importantes como los de príncipe de Éboli y duque de Pastrana, además de la Grandeza de España. A su muerte, poseía títulos, rentas y tierras en Portugal, Castilla y Nápoles. Su trayectoria, así como la de sus hijos, descendientes y miembros de otras ramas de los Silva como los condes de Cifuentes, y los innumerables pleitos entre unos y otros -frecuentemente entre hermanos o entre madre e hijos- por la posesión de títulos, rentas y señoríos constituyen el eje argumental, que abarca buena parte de los siglos XVI y XVII.

El estudio se inserta en dos corrientes cada vez más vigorosas y a menudo superpuestas: el interés por la nobleza y el acercamiento biográfico a los grandes personajes de la monarquía de los Austrias españoles. El autor aplica al análisis de los diferentes miembros del linaje dos conceptos procedentes de los estudios sobre la realeza, que prueban hasta qué punto había paralelismos y similitudes entre ella y las casas nobiliarias: el del doble cuerpo del rey (Kantorowitz) y el de las monarquías compuestas, o mejor múltiples, de agregación o articuladas (si es que queremos superar, de una vez, la mala traducción del inglés de que procede el primero de tales adjetivos). Al igual que la doble corporalidad física y política del monarca, el depositario de un título no era sino la encarnación física y contingente de un linaje o Casa -términos no del todo idénticos- que se transmitía de unos a otros junto con una serie de elementos materiales e inmateriales. Si hablamos de monarquías múltiples o de agregación, también las casas nobiliarias con títulos, señoríos y rentas diversos en más de un reino o territorio constituían noblezas compuestas o articuladas.

Ambos planteamientos, fruto de los recientes avances en el estudio de la nobleza, posibilitan a Antonio Terrasa un acercamiento más preciso al caso concreto de los Silva, cuyas pretensiones genealógicas originarias -y evidentemente inventadas- les hacían descender de Eneas y Júpiter, lo que les situaba a un nivel prácticamente similar al de la propia familia Habsburgo. La idea del doble cuerpo le permite, por ejemplo, distinguir entre la maraña de pleitos que enfrentaban, a veces durante décadas, a parientes muy cercanos -como consecuencia de la obligación de cada uno de mantener y acrecentar el cuerpo político perenne de la Casa- de los afectos y afinidades existentes frecuentemente entre ellos. La gran aportación del autor es el haber hecho de los pleitos -una documentación prolija y complicada- el hilo argumental sobre el que articula la historia de tan importante linaje. La comparación entre los litigios que se desarrollan en territorios tan distintos como Portugal, Castilla, Nápoles o Cerdeña, le lleva además a importantes conclusiones sobre la ideología nobiliaria o el distinto peso que tienen, en uno u otro lugar, elementos como la exigencia de que los titulares de los dominios señoriales fueran naturales del reino en que éstos se ubicaban.