Ensayo

La revolución imparable

Juan Costa Climents

Publicada
Actualizada

Espasa. Madrid, 2010. 311 páginas. 19'90 euros


Este libro es una nueva prueba del talento de Hayek cuando habló de "los socialistas de todos los partidos". Presume de defender la libertad y el mercado, pero plantea un argumento tras otro en contra del mercado y convoca a la coacción de un modo típicamente socialista: augura una catástrofe ecológica como si gozara de todos los avales científicos y plantea la solución en términos políticos, porque no necesitamos libertad sino "liderazgo y visión". Tras elogiar a F.D.Roosevelt y a Evo Morales y criticar a G.W. Bush, va y pide un gobierno mundial.

Con la empalagosa sensiblería característica de los socialistas censura el materialismo, el individualismo, el consumismo, la publicidad, las multinacionales, las farmacéuticas, los pantalones vaqueros y los campos de golf. Llega a decir que la pobreza causa el terrorismo, que los recursos medioambientales son comunes, que hay amenaza de superpoblación y que el hambre se debe a que la comida está mal repartida (y podría paliarse con menos cócteles). Al final, nada sorprende, y el crédito es un derecho. Es verdad que propone un impuesto sobre la renta que sólo paguen los ricos, pero todo en el libro apunta a una mayor coacción: hasta reclama un Estado del Bienestar global y una renta mínima garantizada para todos los habitantes del planeta. Recomienda varios impuestos: ecológicos, sobre los ejecutivos y los beneficios de las empresas, sobre el consumo de recursos naturales, los vuelos intercontinentales, el tráfico marítimo. Su consideración del mercado como algo instrumental y su aplauso hacia la labor redistributiva del Estado y su misión de salvar el planeta más bien apuntan a una subida de la presión fiscal.

Aquí van algunas muestras de su retórica, que indican que Juan Costa es como Rodríguez Zapatero hasta en la forma de hablar: "Tenemos la obligación de compartir el ecosistema y la economía de manera conjunta en beneficio de toda la humanidad…Ninguna persona comprometida con la humanidad puede aceptar que unos pocos cientos de millones de personas tengan acceso a todos los recursos del planeta mientras miles de millones luchan simplemente por sobrevivir…resulta necesario aumentar la ayuda al desarro- llo…no podemos aceptar que haya personas que vivan con menos de un dólar al día…el agua es un derecho humano universal... apostar por las energías alternativas, la rehabilitación de viviendas y el transporte colectivo…hay que frenar un determinado tipo de crecimiento…cambiar el reparto de la riqueza a escala planetaria…¿Qué opción nos queda? Sólo una: el coche eléctrico".