Ensayo

Anton Chejov-Olga Knipper. Correspondencia (1899-1904)

A. Chejov y O. Knipper

19 junio, 2008 02:00

Edición y trad. de Paul Viejo. Páginas de Espuma, 2008. 186 páginas, 14 euros

Digámoslo rápidamente: todo lo que tocó Chéjov (1860-1904) está lleno de encanto, porque poseía el agridulce lirismo de lo cotidiano. Como la tuberculosis (el afán de curarla) le llevó al narrador y dramaturgo a vivir muy a menudo solo y lejos de las personas que amaba, la inmensa correspondencia que dejó -10 tomos en la última edición rusa- hace verdad el título de alguna selección ilustre (como la de Barlett y Philips, Nueva York, 2004) titulada Antón Chekhov: A Life in letters, una vida en cartas. Nuestra selección es aparentemente menor pero muy importante y final. Son las cartas -y algunos telegramas- que Chéjov intercambió con la que sería última mujer importante en su vida, además de intérprete de su teatro. Pues Olga Knipper (1868-1959), rusa de origen alemán, era una de las actrices principales del moscovita Teatro del Arte, que puso en escena las últimas obras de Chéjov (singularmente Las tres hermanas y El jardín de los cerezos, la última creación del autor) y donde trabajaba como actor y pronto teórico de la interpretación Konstantin Stanislavski.

Lo que completa el libro es que tengamos las cartas de ambas corresponsales: el nacimiento del amor, el matrimonio casi secreto (la familia de Chéjov no simpatizaba con Olga) y siempre su anhelo de encuentros y sus continuas separaciones que crean en ella -que pierde un hijo del escritor- la conciencia de no ser una buena esposa. Las separaciones tenían dos razones: por su tisis, Chéjov debía pasar los inviernos en lugares cálidos (Yalta o Niza), y a la vez él no quería que por ello Olga sacrificase su carrera de actriz. Aunque la salud de Chéjov se deterioraba por momentos asistimos a sus esfuerzos por llevar una vida casi normal, sentimos como ama libremente a su mujer, y como al final muere en sus brazos (tras acabar de beber champán) en un balneario alemán, al que habían acudido juntos. Son cartas entrañables y siempre íntimas, donde se asiste al desarrollo del amor y quizá a la fase final en que incluso el cariño supera al deseo. No son cartas literarias las que Chéjov escribe a su "alemanucha", que a menudo le dice al comenzar frases similares a ésta: "Hace frío, llueve y yo estoy melancólica". Y que suele también recibir respuestas de esta cordial ternura: "¡Saludos, querida, preciosa actriz! ¡Saludos mi verdadera compañía en el camino a Yalta! ¡Saludos mi alegría!"

No, no es una correspondencia literaria (aunque hay mucho Chéjov) sino el encuentro de dos almas solas que se necesitan. Y tanto que Knipper -es la parte final del libro- todavía unos meses después de la muerte del escritor le sigue escribiendo cartas, porque necesita seguir en contacto, sentirlo cerca… Y sin embargo Olga (galardonada en su vejez por Stalin) sobrevivió nada menos que 56 años al escritor al que confesó: "Se me hace más fácil vivir cuando me escribes." Sorpresas de la vida y del corazón humano.