Image: Dostoyevsky: entre Rusia y Occidente

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Ensayo

Dostoyevsky: entre Rusia y Occidente

Tamara Djermanovic

24 mayo, 2007 02:00

Dostoyevsky, por Grau Santos

Herder. Barcelona, 2006. 373 páginas. 24’90 euros

He leído de un tirón este ensayo sobre Dostoyevsky. Reconozco que el tema me interesa. El enfoque también. La escritora es de origen servio y tiene el excelente privilegio de poder conocer en lengua original a Dostoyevski. Sabe -por la misma razón- dar con claves importantes para descubrir su contexto. Todo esto es, desde luego, un valor añadido. Sea como sea, no es sencillo ni fácil, en un ensayo universitario, lograr que la atención se mantenga en vilo durante toda la travesía lectora. Está escrito de forma ágil, en una lengua española merecedora de distinción, tratándose de una persona que procede de un medio lingöístico y cultural diferente, pero que desde hace años trabaja como profesora de estética y de literatura eslava en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona.

El mayor acierto del libro es, a mi modo de ver, la elección del tema. En el libro está -entero y verdadero- Dostoyevski, pero lo está precisamente por haberse tratado su inmenso continente literario, de principio a fin, con encomiable rigor, desde el punto de vista enunciado en el título. En él se hace referencia a la relación entre Rusia y Occidente, con todo su trasfondo de dificultad y desencuentro, en este gran escritor. Y antes que en él en toda la generación antecedente. En diálogo con ella se va perfilando el complejo modo de entenderse a sí mismo como ruso y de apreciar o despreciar a Occidente por parte de Dostoyevski. Por el libro desfilan Gogol, Turgeniev, Herzen, Bakunin, y un largo etcétera. Quizás se echa en falta la presencia de Tolstoi: hubiera sido muy interesante abordar, desde este punto de vista, su apasionante testimonio.

El ensayo, sin embargo, aunque centrándose al final en tres decisivas obras de Dostoyevsky, Apuntes del subsuelo, Los demonios y Los hermanos Karamazov, va llegando a ese núcleo a través de sucesivos círculos. Me recordaba -la estructura del libro- la propia forma de la ciudad de Moscú, donde vas adentrándote desde un círculo exterior hacia otros más pequeños, hasta llegar finalmente a la gran explanada (la que fue tanto tiempo la plaza roja) que linda con las murallas del Kremlin.

Se van siguiendo círculos cada vez más estrechos. Primero se despeja un terreno amplio, formidable: el surgimiento, desde sus orígenes escitas, ya atestiguados por Herodoto, de pueblos nómadas que terminarán formando un centro político en torno a Kiev. Se añade en seguida la gran influencia bizantina, de la que Rusia heredará su mesianismo y su desconfianza continua hacia Occidente. Luego viene el factor mongol y el asentamiento tardo-medieval en Novgorod. Y, finalmente, la supremacía de Moscú, con la imponente figura de Iván el Terrible, y la huella de despotismo y crueldad asesina que imprimió en la Tercera Roma, más los escenarios convulsos de usurpación y falsos herederos que siguieron (Boris Goudonov, falso Dimitri).

Esa incursión política y contextual nos conduce hacia la fallida ilustración de Pedro el Grande y Catalina también Grande, y al siglo romántico, tras el triunfo sobre Napoleón, reflejados en la gran novela de Tolstoi, con los influjos del idealismo alemán, Schiller, Schelling, Hegel, y la gran polémica entre occidentales y eslavófilos. La figura de Dostoyeyvski se va perfilando, y en ella las tres obras elegidas. Hasta que se entra de lleno en estos tres grandes libros, especialmente en el más relevante de todos, el último que escribió, centrado en un juicio familiar a través del cual toda esta compleja trama de desencuentros y odios, de influencias asumidas o negadas, la de la relación entre Rusia y Occidente, pasa a primer término, a través de los personajes del drama: Iván, el intelectual, que explica la célebre leyenda del Gran Inquisidor. Dimitri, quintaesencia en lo más excelso y abyecto de la espontaneidad y el despilfarro propios del alma rusa. El hermano bastardo, una suerte de demonio en versión ruin, de un servilismo inquietante, sometido a la voluntad de Iván. Y Alioshka, el joven monje que aspira a la santidad. Así como la suma de todas las abominaciones: el padre, que todos desean ver muerto.

Todos los grandes temas de este escritor convulsivamente ruso y cristiano aparecen interpretados en este libro. Un libro que -debemos recordarlo- procede de una tesis doctoral, demostrándose una vez más que la prevención de las editoriales frente a esa producción de corte universitario es, muchas veces, injustificable, o responde a prejuicios absurdos, agudizados en un país con escasas antenas con los valores intelectuales, y con un no confesado -pero lamentablemente extendido- desprecio respecto a las costumbres universitarias.

Una editorial valerosa, en este caso Herder, ha apostado por un libro, que en la maraña infinita de libros innecesarios que invaden nuestras librerías, con su hogar de vanidades, resalta como necesario para todo el que ama el pensamiento filosófico y la gran literatura.

La figura de Dostoyevski debe interesar a todo amante de las humanidades, por la genial maestría de sus escenarios literarios y de la complejidad y grandeza de las ideas que encarna y materializa en sus novelas y en los personajes de éstas. Estamos ante un ensayo excelente que merece ser destacado por el acierto en la elección temática y por el riguroso y ágil modo con el que la argumenta.