Image: Raymond Aron: un liberal resistente

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Ensayo

Raymond Aron: un liberal resistente

José María Lassalle

1 septiembre, 2005 02:00

El centenario de Aron, agudo analista de su tiempo, ha pasado desapercibido

FAES. Madrid, 2005. 369 páginas, 10 euros

La filosofía de la historia y de la sociología alemana fueron los temas que más interesaron al filósofo francés Raymond Aron (1906-1983) desde su juventud. A partir de su análisis llega a la conclusión de la arbitrariedad de la historia, por lo que se enfrenta a la dificultad de hablar de "objetividad histórica". Dentro de esta misma línea de pensamiento establece que lo que más se podría acercar a la objetividad es la metodología para el estudio de esta disciplina. Fue uno de los grandes analistas de la sociedad actual y de la actuación de los intelectuales de izquierda. Trabajó estrechamente con De Gaulle. A partir de 1945 impartió clases en el Ecole Nationale d’Administration y del Institut d’ ètudes Politiques. De su producción literaria cabe destacar Introduction a la philosophia de l"historie, Dimensions de la conscience historique, o La societé industrielle et la guerre.

A caballo del veinte aniversario de su muerte, ocurrida en 1982, y del centenario de su nacimiento, que tuvo lugar en 1905, la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (faes) organizó el año 2004 un seminario sobre el pensamiento de Raymond Aron, cuyas ponencias se publican ahora en forma de libro. Se trata de una iniciativa digna de elogio, porque no conviene que sus agudos análisis sobre algunos de los problemas centrales queden olvidados por la errónea suposición de no tienen relevancia para las cuestiones muy distintas que nos preocupan a comienzos del siglo XXI.

Tanto más en cuanto que Aron tampoco tuvo un gran impacto en la elite intelectual española en sus años formativos del final de la dictadura. En su evocación personal de aquellos años, Alejandro Muñoz-Alonso recuerda cómo para un joven interesado en los estudios sociales y políticos no era entonces fácil centrar su atención en Aron. A pesar de la dictadura, la influencia intelectual francesa era muy grande, como siempre lo había sido en nuestro país, pero el pensador más admirado era Jean-Paul Sartre, mientras que en el terreno más estrictamente académico la influencia mayor era la de Maurice Duverger, quien por entonces defendía la tesis de la convergencia progresiva de los sistemas occidental y soviético. Las posiciones firmemente antitotalitarias, y por tanto anticomunistas, de Aron podían parecer un tanto extremadas, mientras que su denuncia de los sucesos de mayo de 1968 como una gran mascarada le daba la imagen de un conservador anticuado, incapaz de comprender los nuevos rumbos de la sociedad. Para quienes en el opresivo ambiente del tardofranquismo deseaban abrirse a las nuevas ideas no parecía el mejor guía.

Hoy sabemos que no era así, que Aron fue un agudo analista de su tiempo, un tiempo dominado primero por la marcha hacia la segunda guerra mundial y luego por una guerra fría que él describió, en una frase brillante, como una situación de paz imposible y guerra improbable. Para quienes quieran comprender ese aspecto esencial del siglo XX que fue el enfrentamiento entre la democracia liberal y los totalitarismos de derecha e izquierda, sus libros, desde aquel Opio de los intelectuales con el que denunció en 1955 los falsos mitos del marxismo hasta sus Memorias, publicadas en 1983, representan una buena aproximación.

Los trece ensayos que integran Raymond Aron: un liberal resistente, abordan distintos aspectos de su pensamiento, con desigual fortuna como es habitual en este tipo de libros colectivos. Al lector que no parta de un conocimiento previo de la obra de Aron cabe recomendarle que comience su lectura por el ensayo de José María Lassalle, que proporciona una visión de conjunto de la misma. Por su parte Nicolás Baverez, autor de una biografía de Aron publicada en 1995, concluye su ensayo con una reflexión sobre los problemas actuales a la luz del pensamiento de aquél. Una de sus conclusiones se refiere a la necesidad de reconstruir el vínculo trasatlántico, en un momento en que la respuesta de los Estados Unidos al terrorismo, que ha primado los aspectos puramente militares y nacionales, ha obtenido unos resultados efectivos modestos y ha deteriorado profundamente su imagen; mientras que la Unión Europea, casi inexistente en los planos militar y diplomático, ha presenciado el sucesivo hundimiento del pacto de estabilidad y del proyecto constitucional.