Image: La bella Otero

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Ensayo

La bella Otero

Carmen posadas

30 mayo, 2001 02:00

Planeta. Barcelona, 2001. 331 páginas, 2.800 pesetas

Carmen Posadas ha hecho un más que digno trabajo como biógrafa en el que lo novelesco no pasa quizá de unas apostillas a pie de página

La vida de Agustina Otero Iglesias (1868-1965) como en realidad se llamaba La Bella Otero, da desde luego para una muy cumplida novela. Es más, es una vida tan novelesca, tan parcialmente brumosa y tan llena de atractivas mentiras (que la propia Carolina Otero difundió, sobre todo después de su retirada, y especialmente a través del libro de Claude Valmont, Memorias de la Bella Otero, de 1926, traducido al español por el novelista galante Joaquín Belda) que la propia biografía es de por sí más que una novela. Carmen Posadas utiliza entre otros ese libro, y precisa sus bellas o locas mentiras. Y lo cita por la edición española. Curiosamente el original francés, también de 1926, da a la Otero por autora directa del libro que sólo habría ordenado y prologado Claude Valmont. Junto a la portadilla, una hermosa foto de la Otero bailando, con una dedicatoria de Gabriele d’Annunzio, en francés: "A la belleza viva, religiosamente".

La bella mintió mucho para mantener su mito y su leyenda, pero como demuestra bien Carmen Posadas lo oculto es aún más novelesco, literario o interesante que lo inventado. Agustina/ Carolina Otero, hija natural de una madre pobre, nacida en la entonces perdida y pobrísima aldea pontevedresa de Valga (aunque mucho tiempo se hizo pasar por andaluza) ascendió a través de una alta y estudiada prostitución, y a través del baile que avalaba su furia española, a las cimas del démi-monde de la Belle-Epoque, llegando a ser una de las mujeres más ricas de la época (en torno a 1900) antes de dilapidar su fortuna y sus joyas en el casino -fue una perfecta ludópata- y dejar atrás con sus caprichos, su historia y sus mitos el amor de reyes y magnates que literalmente la cubrían de diamantes, desde Alberto de Mónaco -el oceanógrafo- su primer amante regio, hasta el zar Nicolás II o nuestro juvenil Alfonso XIII -ella decía que fue su iniciadora sexual- pasando por el Káiser Guillermo II, el rey Leopoldo II de Bélgica, o el Príncipe de Gales, poco antes de ser Eduardo VII...

Y bastantes más. No está mal para una chiquita humildísima y un tanto descarada que había sido violada en su pueblo natal, al filo de la nubilidad. Quizá lo que no esperó la singular Carolina Otero (amante o amiga también de escritores como D’Annunzio, Colette o Cocteau) es que, tras retirarse en beauté -aún hermosa- en 1914, con 46 años, viviría hasta los 97 bien entrados, muriendo pobre y olvidada en una pensión de Niza, tras haber autorizado casi diez años antes, una película sobre su vida que interpretó María Félix, y que no tuvo éxito.

¿Novela? Aquí hay verdaderamente un novelón. Y ahí está la gloria y pequeña cruz del buen trabajo de Carmen Posadas. La escritora alterna una biografía tradicional y bien hecha (y aún investigada) con otra parte novelesca en que la vieja Otero de la pensión de Niza, junto a su canario "Garibaldi", pasa revista al borde de morir, a las voces y sombras que le llegan del pasado y que ocasionalmente hablan también.La idea de esta alternancia es buena, pero el material biográfico sobrepasa en mucho a lo novelesco.

Carmen Posadas ha hecho un más que digno trabajo como biógrafa -casi un excelente trabajo- en el que lo novelesco no pasa quizá de unas apostillas a pie de página.