Ángel González. Foto: Pepe García / Luna de Abajo

Ángel González. Foto: Pepe García / Luna de Abajo

Letras Lo mejor de 2025

La poesía de 2025: continuidad y dispersión en el año de Ángel González y María Victoria Atencia

No se ven perfiles claros ni definidos, pero la poesía nunca muere. Para bien, sigue siendo el rayo que no cesa.

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Se acerca el fin de año y las listas de "mejores de" empiezan a brotar como setas de temporada. Comprendo que el espectáculo de ver a un crítico ultimando su listado mientras entorna los ojos es tan previsible como un folletín, pero no es coquetería, sino conciencia de la imposibilidad del encargo.

No se trata solo del viejo adagio de que el arte no es un certamen deportivo. En poesía, al menos, ve la luz un número ingente de títulos. De ellos, tan solo una fracción llega al crítico, quien a su vez cuenta con tiempo y fuerzas limitadas para leerlos, descartar muchos y escribir sobre unos pocos. De modo que la lista está dictada no solo por el gusto –o el mal gusto– de cada cual, sino por toda clase de filtros que lo exceden y hasta lo aturden fatalmente.

El año que acaba puede definirse como de continuidad y cierto sincretismo, que es la cara amable de lo que también cabría llamar dispersión. No se ven perfiles claros ni definidos. El centenario del nacimiento de Ángel González ha coincidido con la concesión feliz del Premio Nacional de las Letras a la malagueña María Victoria Atencia, que encarna una sensibilidad muy distinta dentro del mismo marco generacional.

Lo propio se puede predicar del flamante Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, Luis Alberto de Cuenca –con nuevo libro bajo el brazo, Ala de cisne (Visor)–, y de la mexicana Coral Bracho, que obtuvo el Premio Ciudad de Granada Federico García Lorca la pasada primavera: estrictos contemporáneos, sus obras apenas se tocan, salvo por cierta querencia barroca que en Bracho, inicialmente, se traduce en una palabra opulenta, llena de sensualidad: la aparición de su Poesía reunida (1977-2023) (Pre-Textos) es la oportunidad perfecta para descubrirla.

También muy reciente es Entre las criaturas y las cosas (Visor), nueva edición de la obra reunida de Juan Antonio González Iglesias que reúne cuatro décadas de una escritura de corte clásico y vocación humanista.

La poesía hispanoamericana sigue dándonos alegrías: entre Los hombres de mi vida (Visor), de Piedad Bonnett, y Convergencias, de José Kózer (Libros de la Resistencia), que representan modelos casi contrapuestos, destacan el tristemente desaparecido Julio Trujillo con Detrás de la ciudad y antes de la ciudad (Pre-Textos) y, en el mismo sello, el poeta venezolano Igor Barreto con su espléndido Inmundo: tal vez fuera siendo hora de que los grandes premios institucionales le dieran el reconocimiento que se merece.

Siempre inquieto, Juan Marqués ha antologado la "nueva poesía española" en El tiempo está cambiando (Vandalia): veintisiete autores entre los veinticinco y los treinta y cinco años que nos dan un retrato variopinto y algo borroso en el que cuesta percibir una voz destacable.

Una de las incluidas es Elisa Fernández Guzmán, que recibió el Premio Nacional de Poesía Joven Miguel Hernández con Después del pop, libro cuya presunta frescura está muy lejos del tono combativo y desencantado de Con, por el que Miriam Reyes obtuvo la versión sénior, el Premio Nacional de Poesía.

En lo alto de la lista de El Cultural se hallan dos libros muy distintos, pero que confirman la trayectoria de dos creadores consagrados: la letraherida Menchu Gutiérrez, que lo hace todo y todo lo hace bien, con un título que rubrica la centralidad de la poesía en su universo creativo; y Eloy Sánchez Rosillo, una de las figuras más influyentes de nuestra lírica.

Otros dos nombres, Pere Gimferrer y Miguel Casado, nos llevan por caminos que, partiendo de lecturas divergentes de lo que supone la modernidad, brillan por su coherencia.

A comienzos de año murió el poeta y crítico canario Andrés Sánchez Robayna: lástima que no le diera tiempo a recibir ninguno de los galardones oficiales que tanto abundan en otros casos. Con él nos dejaron también otro letraherido ilustre, el poeta y traductor sevillano Antonio Rivero Taravillo, y el escritor asturiano Xuan Bello. La poesía, con todo, nunca muere. Para bien (aunque no siempre, ay), sigue siendo el rayo que no cesa.

El centenario de Ángel González ha coincidido con la concesión feliz del Premio Nacional de las Letras a María Victoria Atencia