Margaret Atwood. Foto: Luis Mora

Margaret Atwood. Foto: Luis Mora

Letras Libro de la semana

Margaret Atwood, una maga bucólica fascinada con su lado oscuro: la autora de 'El cuento de la criada' se sincera

La escritora canadiense disfruta mostrándose intimidante en 'Libro de mis vidas', sus memorias, y ajusta cuentas con algunos personajes.

Más información: Los libros más vendidos: 28 de noviembre de 2025

Dwight Garner
Publicada

Las memorias de Margaret Atwood (Ottawa, 1939), Libro de mis vidas, son extensas, casi 700 páginas, y su lectura resulta densa. Se trata de una narración en gran medida amorfa que abarca toda la vida de la novelista y contiene bastante voz pasiva (sobre un peluche perdido: "Se experimentó la pérdida. Se sintió culpa. Hubo duelo").

Libro de mis vidas

Margaret Atwood

Varios traductores
Salamandra, 2025
688 páginas. 27 €

Sus colores se intensifican, sin embargo, cuando aparecen dos temas que se superponen como los círculos de un diagrama de Venn. El primero, generalmente más luminoso, es la naturaleza, en la que Atwood parece sentirse más libre, más feliz y más viva.

El segundo es su constante interés por su propio lado oscuro –"Soy una persona taciturna y melancólica"– y por las cartas del tarot, la quiromancia, los exorcismos, los fantasmas y los horóscopos. Imprime su carta natal y comenta: "Los escorpio somos enemigos implacables". Entre los epígrafes de este libro se encuentra uno de una amiga: "No la hagas enojar, o vivirás para siempre".

El padre de Atwood era entomólogo y leñador, y se trasladaba con la familia por la zona rural del norte de Quebec. Huyendo de la invasión de la civilización, le gustaba construir cabañas aisladas, mientras todos dormían en tiendas de campaña cercanas. Su filosofía era la autosuficiencia. La familia no era pobre, pero a menudo se las arreglaba sin electricidad ni agua corriente.

Nacida en 1939, Margaret, al igual que su madre, era una chica poco femenina. No recibía collares en su cumpleaños, sino cajas de cerillas metálicas impermeables y navajas. Durante un trabajo de verano como monitora de campamento, se ganó el apodo de Peggy Nature. (Atwood usó el nombre de Peggy hasta que se convirtió en escritora y sintió que, como firma, le faltaba seriedad).

Estudió en la Universidad de Toronto y luego en Radcliffe, donde cursó un máster en literatura victoriana. Libro de mis vidas nos lleva a través del ascenso de la carrera de Atwood, a partir de sus primeras novelas, La mujer comestible (1969), Resurgir (1972) y Lady Oráculo (1976).
La Peggy Nature que había en Atwood resurgió tras una temporada en la urbana Toronto, cuando conoció al que sería su compañero sentimental.

Graeme Gibson era un novelista corpulento, divertido, sociable y con conciencia política; el tipo de hombre que cocinaba platos enormes y elaborados e intentaba enseñarle a su loro a decir: "¿Y qué pasa con los trabajadores?". Sellaron su amor en un viaje en canoa. Atwood y Gibson se mudaron a una granja cerca de Alliston, Ontario, y se dedicaron a la vida rural.

Es un placer leer sobre su vida en el campo, pues ahí el humor de Atwood se hace evidente. Criaron a su hija, Jess, y tuvieron patos, ovejas, vacas, abejas y un extenso huerto. La pareja cultivaba alfalfa. Hacían chucrut, vino y cerveza: muchas botellas apestosas explotaron. Accidentalmente tiraron un montón de hígado fresco al techo de la cocina delante de un hombre que quería escribir la biografía de Atwood. Tuvieron que sacrificar un carnero que atacaba a la gente. Atwood escribe: "¿Lloré? Sí. Pero me comí las chuletas".

Es un placer leer las páginas sobre su vida en el campo, pues ahí el humor de Atwood se hace evidente

Los primeros años en la granja se vieron ensombrecidos por el rencor de la anterior esposa de Gibson, quien sentía que Atwood había destruido su relación. La publicación de su novela distópica El cuento de la criada (1985), sobre una sociedad en la que las mujeres son propiedad del Estado, consolidó su poder como escritora y marcó un antes y un después en su profundo interés por el género, el patriarcado y el poder. La hizo famosa, aunque, como ella misma escribe, su popularidad "fue gradual".

Se volvió adicta al trabajo y llegó a publicar más de sesenta libros de ficción, no ficción y poesía. Viajó mucho, disfrutó de su fama y vio cómo esta se multiplicaba cuando El cuento de la criada se convirtió en una serie de televisión popular y aclamada por la crítica. La serie comenzó a emitirse en 2017, menos de un año después de la elección de Donald J. Trump. Su estreno puso de relieve el carácter profético de la novela y sus aterradores paralelismos.

Atwood está fascinada por su lado oscuro. Disfruta mostrándose intimidante, sobre todo con los entrevistadores ineptos. No bromea del todo cuando escribe: "Una mirada de mis ojos funestos, y los hombres fuertes lloran, agarrándose la ingle, por miedo a que les congele los testículos hasta convertirlos en piedra".

Cuando era joven, un grupo de amigas íntimas se volvió contra Atwood. Fue un momento crucial: "Me habían asignado el papel del monstruo".

Aunque algunas cuentas se saldan directamente en Libro de mis vidas, resulta más inquietante (y emocionante) cuando no menciona nombres y pronuncia frases como: "Sé quién eres, o eras, hombre", o, dirigiéndose a un tipo que le echó algo en la bebida y a otro que la manoseó: "Sé vuestros nombres, pero no los mencionaré aquí porque fue hace mucho tiempo y, de todos modos, probablemente ya estéis muertos. Pero si alguna vez os habéis preguntado por qué habéis tenido tanta mala suerte en la vida, fue por la maldición de la Diosa Blanca. No digo más".

Gabriel García Márquez no se quedaba en una casa si alguien había muerto en ella. Colette practicaba la radiestesia. Milan Kundera se preocupaba por su signo zodiacal. Atwood no es la única interesada en lo metafísico y lo sobrenatural, y en antiguas y oscuras tradiciones populares.

Estas preocupaciones han contribuido a su capacidad para crear símbolos. Lo que para algunos parece locura, sugiere, la ayuda a conservar la cordura. Como dice Offred, la narradora de El cuento de la criada: "La cordura es un bien preciado; la atesoro como antes se atesoraba el dinero. La guardo para tener suficiente cuando llegue el momento".