El rey Felipe VI y la princesa Leonor durante la ceremonia de entrega de los Premios Princesa de Asturias celebrada este viernes en el Teatro Campoamor, en Oviedo. Foto: EFE/Chema Moya

El rey Felipe VI y la princesa Leonor durante la ceremonia de entrega de los Premios Princesa de Asturias celebrada este viernes en el Teatro Campoamor, en Oviedo. Foto: EFE/Chema Moya

Letras

Relevo en los Princesa de Asturias: Felipe VI deja entrever que será Leonor quien los presida desde 2026

El humor de Eduardo Mendoza, galardonado en Letras, ha sido lo más destacado de una ceremonia en la que ha faltado la emoción de otros años.

Más información: Eduardo Mendoza al recibir el Princesa de Asturias: "Me considero una joven promesa de la Narrativa Española"

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Acostumbrados a las ceremonias solemnes en las que los discursos engolados –a menudo huecos y casi siempre redundantes– cortan el paso a cualquier atisbo de espontaneidad, la que cada otoño se celebra en el Teatro Campoamor suele ser una de las felices excepciones. Es habitual que los Premios Princesa de Asturias, profundamente vinculados a la gente de Oviedo, nos dejen imágenes memorables o discursos conmovedores.

Cómo olvidar a Núria Espert declamando casi en trance. O el relato de Leonard Cohen en el que explicaba cómo encontró a Lorca por accidente... Y, en los últimos años, a Serrat arrancándose por sorpresa a cantar Aquellas pequeñas cosas o a Meryl Streep llorando de emoción delante de los que ya parecían sus vecinos después de una intensísima semana de complicidad.

La emoción. Eso es, la emoción de la ceremonia, lo que suele engrandecer estos premios. Esta noche, sin embargo, no ha sido esa noche. Y no es ni bueno ni malo, suponemos, pero la gala de 2025 será recordada por el humor del novelista Eduardo Mendoza, ungido con el Princesa de las Letras, y por la crítica social del pensador Byung-Chul Han, reconocido en Comunicación y Humanidades.

También por la revelación del rey Felipe VI, que ha dejado la puerta abierta a su despedida de los premios en favor del protagonismo de la princesa Leonor. "Me corresponde ir cediéndole ya este espacio, como Heredera de la Corona y como Presidenta de honor de la Fundación desde hace 11 años", ha dicho. Claro que ha confirmado la "intención firme" de mantenerse "vinculado a los Premios, a la Fundación y a Asturias".

La gala arrancó con el divertido discurso de Mendoza, que conserva intacto su habitual y saludable sentido del humor. Su premio ha sido "un incentivo", ha dicho, "porque yo, si no me miro al espejo, todavía me considero una joven promesa de la narrativa española. Lo último que se pierde no es la esperanza, sino la vanidad".

El autor de La verdad sobre el caso Savolta ha celebrado la suerte de nacer y criarse rodeado de libros y de personas que le leyeron "en voz alta". Consciente de que el premio no es a su figura –"No merezco gran cosa", ha despachado–, sino a su obra, tiene muy presente sus orígenes: "En el colegio recibí una educación estricta, tediosa y opresiva. Tenazmente me inculcaron las virtudes del trabajo, el ahorro y el decoro, gracias a lo cual salí vago, malgastador y un poco golfo, tres cosas malas en sí, pero buenas para escribir novelas".

En alusión al acta del jurado que le concedió el galardón, se ha mostrado especialmente agradecido: "Alguien me ha llamado proveedor de felicidad. Es el mejor elogio que he recibido en mi vida y me gustaría que fuera cierto". Sin embargo, "no me gusta el mundo tal como lo veo", ha reconocido, en la línea del discurso que pronunció el año pasado Serrat, su paisano y su amigo, al que ha recordado para despedirse: "Los años me han hecho valorar sobre todas las cosas el respeto".

El discurso de Byung-Chul Han tenía otro tono. El pensador alemán de origen surcoreano, reconocido con el Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, ha aludido a la misión del filósofo según Sócrates: "agitar a los atenienses y despertarlos, en criticarlos, irritarlos y recriminarlos". El filósofo, uno de los pensadores contemporáneos más relevantes de las últimas décadas, interioriza esa teoría socrática y se muestra orgulloso de irritar a sus lectores con sus textos, que, "sembrando nerviosismo e inseguridad", al mismo tiempo "han desadormecido a muchas personas".

La sociedad del cansancio, su obra más celebrada, sintetiza todo su ideario. "La ilimitada libertad individual que nos propone el neoliberalismo no es más que una ilusión. Aunque hoy creamos ser más libres que nunca, la realidad es que vivimos en un régimen despótico neoliberal que explota la libertad", ha dicho, convencido de que "uno se imagina que es libre, pero, en realidad, lo que hace es explotarse a sí mismo voluntariamente y con entusiasmo, hasta colapsar".

La fotógrafa mexicana Gabriela Iturbide, galardonada con el premio de las Artes, ha leído su discurso de manera un tanto atropellada, pero ha dejado bellas reflexiones acerca de su oficio. "He pasado más de medio siglo de mi vida mirando al mundo por una ventanita que apenas mide unos escasos centímetros cuadrados", ha explicado, en referencia al objetivo de su cámara.

No obstante, "la fotografía no es la verdad, sino la interpretación de una realidad que el artista aprehende en función de sus conocimientos, sus emociones, sus sueños y su intuición", ha deslizado antes de concluir con un dardo a Trump: "El arte fotográfico no conoce fronteras, ni tiene pasaporte, ni necesita visas, por más que algunos hombres poderosos pretendan limitar el libre tránsito entre los países y coartar la libertad de pensar y de crear".

El discurso de la fotógrafa ha tenido lugar a continuación de la entrega de los premios, a los que Mary-Claire King (galardonada con el de Investigación Científica y Técnica) no ha podido asistir, pese a haber viajado hasta Oviedo.

El último de los premiados en leer ha sido Mario Draghi, ex presidente del Consejo de Ministros de Italia. Su vida ha pasado por construir Europa, ha confesado, pero las perspectivas respecto al continente "son las más difíciles que puedo recordar", ha dicho. Y ha añadido que "el futuro de Europa debe ser un viaje hacia el federalismo".

La princesa Leonor se ha servido de una fórmula original para encarar su discurso, que cada año ensalza los valores de los premiados. Esta vez ha querido comunicárselo como si se tratara de una carta. Al referirse a la tenista Serena Williams, que había reconocido la importancia de su hermana en los logros propios, hemos visto la emoción en los ojos de su antiguo compañero, el tenista Feliciano López.

Sobre Mendoza ha propuesto zambullirse en sus libros como modo de "aparcar el scroll infinito", práctica recurrente entre los jóvenes que pertenecen a la generación Z, la de la princesa. A Byung-Chul Han le ha preguntado, directamente, "¿cómo recuperamos, sobre todo los jóvenes, la trascendencia para que la vida no sea la mera satisfacción de necesidades y la exhibición narcisista -en las redes sociales- de un optimismo que confundimos con verdadera esperanza en medio del ruido de los datos y de la información, tan lejos -por tanto- del verdadero conocimiento?".

Tras la revelación de Felipe VI, en la que ha dejado entrever que podría ser Leonor quien presida los Premios Princesa de Asturias desde 2026, la Real Banda de Gaitas de la Ciudad de Oviedo ha despedido el acto con el tradicional himno a Asturias. La princesa, visiblemente emocionada, lo ha tarareado desde el principio junto a su padre. ¿Cambiarán de sillones el año que viene?