Alberto Santamaría. Foto: Rocío Sensei

Alberto Santamaría. Foto: Rocío Sensei

Letras

"El pensamiento y la lejía pesan sobre nosotros": el poeta Alberto Santamaría explora lo desconocido

En 'De las cosas pálidas', su nuevo poemario, hay un gusto por lo desordenado, como opuesto a lo instituido, y palabras que intentan atrapar el instante.

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El primer verso de este libro, "Observa lo que no entiendes", habla con claridad de que se trata de buscar en lo desconocido, nada extraño en un poeta como Alberto Santamaría (Torrelavega, Cantabria, 1976), poeta que es al mismo tiempo un académico, catedrático de Teoría del Arte con numerosas publicaciones de esa área y de filosofía.

De las cosas pálidas

Alberto Santamaría

La Bella Varsovia, 2025
120 páginas. 15,90 E

Escribir, pues, como indagación, como exploración en un terreno ignorado. En este poema inicial esa investigación conducirá al fracaso, pues tras algunos pasos se dirá: "mira al mundo de nuevo / nada habrá cambiado".

En un poema, en literatura –pero no solo en estos campos–, el instrumento del conocimiento no puede ser sino el lenguaje, un lenguaje del que se habla en no escasas ocasiones en este libro. Y lo que se dice de él deja poco lugar a la duda.

Se afirma que "somos / animales incapaces de nombrar / aquello que nos rodea"; se pregunta "¿qué lenguaje / nos nombra?", con lo que ni siquiera se conoce cuál sea, y, además de varios otros pasajes sobre lo mismo, es, creo, muy relevante la confesión de que "nada / he perseguido más / que este idioma / que no entiendo".

El lenguaje, pues, como todo un mundo desconocido, lo que invita a reescribir es el verso citado al inicio como "Observa el lenguaje que no entiendes".

Con un instrumento como este, ¿a qué saber se accederá? Respuestas en De las cosas pálidas: "Decir es sabiduría encerrada / en hilos de baba", donde esto último deteriora el significado de "sabiduría", o en uno de los poemas en prosa: "No tiene sentido explicarlo de otra forma, los errores crecen como tumores que se extienden delicadamente detrás de las palabras".

Y hay que decir algo más, el conocimiento del que aquí se habla no es el de un afuera metafísico, sino el de "estar", estar frente a ser. La frase "estar es todo" se lee hasta en siete ocasiones, una de ellas en la cita de Juan Gil-Albert de donde procede, y otra, muy significativa, como palabras de cierre en la "Nota final", ese texto que no es ya el territorio de los poemas, un paratexto, y, en cuanto tal texto, del libro.

Señalada esa deuda, otra, esencial, es "cosas pálidas". Santamaría la toma del poema de Luis Cernuda "De qué país": "el deseo que se corrompe, formando bajo la vida / La charca de cosas pálidas, / Donde surgen serpientes, nenúfares, insectos, maldades, / Corrompiendo los labios, lo más puro".

En el poema que encabeza esta cita, una de las cosas pálidas es nuestro mundo: "ríete de la civilización / occidental / es un chiste / de mariachis y castrati", visión desoladora y que lleva a incorporar el tremendo verso final del poema cernudiano: "muérete bien a tiempo".

Hay en la escritura de Santamaría un gusto por lo desordenado, como opuesto al orden, lo instituido, lo urbanizado, que se expresa en palabras como la reiterada "escombros", "descampado", "rastrojos", hormigas bajo el hormigón, "herrumbre", "moho", "ortigas / en la cuneta", "desguace", etc. Elementos que se rebelan contra el orden, contra las cosas pálidas y que en último extremo hacen creer en la revolución.

No son poco sorprendentes algunas de las metáforas o asociaciones que se leen aquí como "la mañana es un inmenso caimán", "el pensamiento y la lejía / pesan sobre nosotros", "palabra no es hueso / leña", y de repente el distanciamiento del texto: "yo qué sé / esto no son más / que palabras".

Libro excelente, De las cosas pálidas es una lectura que llama a la relectura, palabras que intentan atrapar el tiempo, el instante, esa agonía que no puede dar más que en el fracaso, fracaso que se torna aquí en el éxito poético.

En la confusión
está el descubrimiento
un parpadeo
y un cuerpo ocupa
inesperadamente
lo que antes era
vacío
la confusión
no se elige
es un don
[…]
no hay error
que no nazca del orden […]