Mohamed El Morabet. Foto: Galaxia Gutenberg

Mohamed El Morabet. Foto: Galaxia Gutenberg

Letras

'Ecos en la nieve': una menor embarazada mira la vida a través del hueco de una persiana rota

La nueva novela de Mohamed El Morabet representa un paso más en la voluntad de abordar el lenguaje poético al servicio de una realidad descarnada.

Más información: Hélène Cixous, ganadora del Premio Formentor: "Los israelíes no quieren exterminar a los palestinos"

Publicada
Actualizada

Un solar abandonado (2018) fue la primera novela de Mohamed El Morabet (Alhucemas, 1983), escritor marroquí afincado en España desde 2002, y ya en ella asomaba una voz personal y sugerente. Contaba en castellano, su lengua de adopción, el viaje de un hombre joven desde Madrid a Alhucemas, tratando de llegar al entierro de su abuela. Narraba el regreso, evocaba la infancia, recreaba el solar de los juegos infantiles y las historias de la abuela llenándolo todo a través de una lengua asentada en la más pura oralidad.

Ecos en la nieve

Mohamed El Morabet

Galaxia Gutenberg, 2025
176 páginas. 15 €

Ya podía adivinarse su intención de rendir tributo a esa deuda contraída con la herencia recibida, el reconocimiento al poder de construir realidades imposibles con la fuerza del relato. Su segundo título confirmó esos indicios de brillantez, El invierno de los jilgueros (2023). En él volvió a Alhucemas y a Tetuán, desplazó y amplió la mirada para narrar historias mínimas de personajes que vuelven a sus lugares de origen buscando hallar lo que en ellos dejaron.

Cautivó, entonces, el poder evocador de un estilo que ahora, con su tercera novela, aporta algo más que evidencias de una personalidad literaria con arrojo para hacer de cada libro una experiencia creadora diferente. Ecos en la nieve representa, en este sentido, un paso más en la voluntad de explorar las posibilidades del lenguaje poético al servicio de una realidad descarnada.

Se trata de un relato testimonial, forjado con imágenes de enorme intensidad, con elipsis que no eluden referirse a las fuerzas oscuras de un mundo real donde reina la violencia opresiva, y los silencios son asfixiantes, cómplices y consentidores. Un mundo de vejaciones irreparables. Es, a la vez, una fábula de mujeres fuertes amenazadas por el primitivismo asomando desde una naturaleza opresiva. Ya nos hemos asomado a esta fusión entre lo animal y lo humano, y a la indefensión frente a la intemperie, en los mejores escritos de Irene Solá, Pilar Adón o Jesús Carrasco.

Aquí lo esencial se concentra en tres indicadores de una geografía imprecisa: "en alguna montaña, en invierno, en una choza". No importa la concreción del cuándo ni el dónde, solo perseguir el qué y el hacia dónde de la situación a la que asistimos. Un narrador nos mantiene cautivos y en tensión creciente con la elección del enfoque y del punto de vista dominante: una joven que no tiene más de diecisiete años, embarazada de siete meses.

Admirable la contención de intensidad y fuerza emocional de esta novela, todo un ejercicio de estilo

Está tumbada. Una lagartija y una avispa representan la mínima acción en torno a ella. Su voz suena como un eco, es su conciencia "entrecomillada". Cuanto puede ver le llega a través del hueco de una persiana rota. La ambientación es sobria, la ocupan esta clase de signos reiterados a lo largo del discurso. Del exterior llegan ecos lejanos de sonidos naturales y voces que contrastan con su encierro.

Se esconde, huye de algo, le rodean el frío y la miseria. Su voz la dirige al bebé que espera, lo necesita como interlocutor para construir el relato que le ayude encontrar sentido a sus secretos y sus razones. Recomponerlo es su único consuelo. El bebé es la oportunidad de un futuro. La huida, quizá, la única salida.

Laten dos planos espaciales y temporales en la búsqueda de un final para esta niña rota. Antes, la casa familiar, la niñez, el territorio habitado por la abuela, el abuelo, los tíos gemelos, la tía y sus ausencias. Personajes, todos, convocados con la fuerza de la palabra. Ahora, la montaña, el dolor ahogado por un daño desgarrador, la palabra tratando de asomar para romper el hechizo.

Admirable la contención de intensidad y fuerza emocional de esta novela, un verdadero ejercicio de composición, resolución y estilo. Sospechamos que su autor, Mohamed El Morabet, está lleno de historias por contar. Seguiremos sus pasos.