Ana María Matute firmando libros en la Universidad de Oklahoma a finales de los años sesenta

Ana María Matute firmando libros en la Universidad de Oklahoma a finales de los años sesenta

Letras

Ana María Matute, doce secretos a los cien años: "Escribo porque no estoy contenta"

La fascinante personalidad íntima y literaria de una narradora que presumía de su ingenuidad y que siempre reivindicó la niña que era. Este sábado habría cumplido 100 años.

Más información: Ana María Matute, el hada buena de nuestras letras: varada en una infancia triste, pero salvada por los libros

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Como si de un conjuro benéfico se tratara, El Cultural ofrece doce ingredientes esenciales que explican la fascinante personalidad íntima y literaria de una narradora que aseguraba: "Escribo porque no estoy contenta. Porque no estoy conforme, ni dormida, ni ciega, ni muerta". Una mujer que presumía de su ingenuidad y que siempre reivindicó la niña que era.

Estallar o escribir

Enfrentada a la severa disciplina de su madre y de las monjas de los colegios donde estudiaba, Ana María Matute desarrolló una tartamudez que agravó su situación, pues sus compañeras y maestras (las temibles monjas de Saint Joseph de Cluny, las Damas Negras) se reían de ella y la ridiculizaban.

La escritora solía recordar: "En el colegio y entre mi familia yo era la rarita, la que estaba al margen. Me dedicaba a crear mis mundos, mis historias. Estaba muy sola. Las niñas se reían de mí porque era tartamuda. ¿Qué podía hacer? O estallar o escribir. Y como no quería estallar, me puse a escribir".

En el bosque

En Mansilla, el pueblo riojano donde pasó tantos veranos siendo niña, la escritora descubrió un paisaje esencial para su literatura y su vida: el bosque. "Solo la palabra bosque me sugiere una gran cantidad de historias y leyendas, memorias que no sabía que tenía pero que estaban ahí y que me han llegado con los genes de las generaciones pasadas", decía.

Una estafa mortal

Como explica Jorge de Cascante en su imprescindible El libro de Ana María Matute (Blackie Books), el horror de la Guerra Civil se reflejó en toda su obra, sobre todo en Los hijos muertos.

Como la propia narradora recordaba, "nosotros éramos unos niños sobreprotegidos. Y de repente, el mundo cambió, se volvió del revés. Estalló la guerra y descubrimos que el mundo no tenía nada que ver con lo que habíamos pensado. Nos quedamos con la sensación de que nos habían estafado".

El Malo

En 1952, se casó con Ramón Eugenio de Goicoechea, un tarambana muy carismático que la hizo profundamente desdichada ("me refiero siempre a él como El Malo, que por algo será").

El matrimonio fue mal desde el principio; como en aquellos tiempos una mujer no podía tener una cuenta corriente a su nombre, él despilfarraba en juergas todo lo que ganaba.

"El Malo vivía de mí. Vendió los muebles de la casa, mi máquina de escribir... ¡vendió hasta el carrito del bebé! Me apartó de todo el mundo, de mis amigos, de mi familia. Me tenía secuestrada".

Ana María Matute con Ramón Eugenio de Goicoechea, el marido malo

Ana María Matute con Ramón Eugenio de Goicoechea, "el marido malo"

El Bueno

A finales de 1963 conoció al gran amor de su vida, al que siempre llamó El Bueno en contraposición a su exmarido. Se trataba del empresario francés Julio Brocard, y durante muchos años tuvieron que mantener su relación en secreto para no perder la custodia de Juan Pablo, el único hijo de Matute.

Vivieron juntos casi treinta años, aunque nunca llegaron a casarse. Ella lo recordaba así: "Era guapo, atractivo, generoso, educado y un gran amante en todos los sentidos. [...] Me sacó de todos los baches que tuve. [...] Éramos muy felices, pero en secreto".

La noche oscura

Casi veinte años tardó Ana María Matute en superar una profunda depresión, "de esas que no sabes por qué", de la que enfermó en 1971. Lo peor es que entonces lo tenía todo: un hombre al que amaba, Brocard, había recuperado a su hijo y sus libros triunfaban entre crítica y público.

Años después, cuando ya había vuelto a escribir, recordaba que en esa época, a la que llamaba "el vacío", ella se había convertido "en la indiferencia con patitas… Tanto te da todo: me daba igual escribir como no escribir, me daba lo mismo vivir como morir, me daba igual todo".

El malentendido

Si algo irritaba profundamente a la escritora barcelonesa era que la consideraran una autora de libros infantiles.

Así, entrevistada sobre Los niños tontos (que no es precisamente un libro para todos los públicos y que ahora acaba de reeditar la editorial Destino con dos relatos inéditos censurados en su momento), protestaba diciendo que en España, si publicas un libro que trae la palabra niños en el título, "pasas a ser un autor infantil, y si encima eres mujer es que no hay vuelta de hoja".

La aventura americana

En pleno combate por la custodia de su hijo, Ana María Matute encontró en Estados Unidos un refugio cierto. Entre 1964 y 1969, impartió cincuenta y dos conferencias en las principales universidades americanas. Así, si en marzo de 1965 recuperó la custodia, en septiembre de ese mismo año se trasladaba con Juan Pablo y con Brocard a la Universidad de Indiana durante dos cursos.

Fue una etapa muy feliz y sus alumnos la adoraban por su sencillez, por su humor y quizá porque les decía que ella no era profesora de Literatura, sino que era la Literatura.

Inolvidable Rey Gudú

A finales de los años 60, Matute comenzó la novela que décadas más tarde le cambiaría la vida, Olvidado Rey Gudú. Aunque la abandonó en 1978, por la depresión que la tuvo casi veinte años sin escribir, a mediados de los años 90 su agente, la todopoderosa Carmen Balcells, prácticamente la "secuestró en casa", le puso una secretaria para controlar que no se escapara y la animó a corregir y ordenar el texto, que reflejaba su pasión por la Edad Media.

El éxito del libro, publicado finalmente en 1996, fue inmediato y descomunal, vendiendo el primer año más de 200.000 ejemplares.

Páginas prohibidas

Fueron incontables las veces que la escritora se enfrentó a la censura franquista. De hecho, cuando empezó a publicar en los periódicos le prohibieron artículos enteros, abriéndole los ojos: "Éramos unos jóvenes con mucho entusiasmo, con mucha ilusión, pero con las manos atadas", diría después.

Entre sus novelas más castigadas por la censura destacan Los Abel, de la que se eliminaron unas veinte páginas por ataques a la moral; Luciérnagas, que acabó apareciendo seis años después masacrada y bajo el título de En esta tierra, y Los hijos muertos.

Foto para la publicación de 'Los Abel' (1948)

Foto para la publicación de 'Los Abel' (1948)

Risas contra el llanto

Si algo reivindicó siempre nuestra autora, fue el poder del humor, porque decía: "Es lo que nos salva de caer muchas veces en la desesperación y la tristeza. Una buena carcajada a tiempo es como un oasis en el desierto que te ayuda a seguir la travesía. Lo echo de menos en la literatura española, donde somos tan serios, tan altivos, tan cetrinos... Sin humor no hay nada".

Incluso afirmaba que si no hacía una broma de vez en cuando no se sentía bien y que tampoco le gustaba tomarse demasiado a sí misma muy en serio, "porque eso nos vuelve ridículos y peligrosos".

La niña de la Academia

Ana María Matute (1925-2014) ingresó en la RAE (silla 'K') el 18 de enero de 1998 con el discurso 'En el bosque'

Ana María Matute (1925-2014) ingresó en la RAE (silla 'K') el 18 de enero de 1998 con el discurso 'En el bosque'

Cuenta la leyenda que cuando recibió una llamada de la Real Academia Española para ofrecerle la silla K en la Docta Casa, ella pensó que se trataba de una oferta de un tapicero y la rechazó de primeras. Sea como fuere, el 27 de junio de 1995 fue elegida, tomando posesión el 18 de enero de 1998 con un discurso titulado En el bosque, al que respondió Francisco Rico.

Cuando días antes de la ceremonia de ingreso Elena Pita le preguntó qué iba a hacer "una niña como ella" en la RAE, respondió: "Más que nada escuchar a los doctos, yo estoy ahí por creadora. Pero intentaré hacer algo para que entren más mujeres. No soy partidaria de eso de la cuota, pero sí estoy convencida de que hay muchas mujeres fuera de la Academia que son más importantes que algunos señores que están dentro".