Michela Murgia. Foto: Festival Della Fuente

Michela Murgia. Foto: Festival Della Fuente

Letras

'Tres cuencos': Michela Murgia se despide con ironía y lucidez en su último libro antes de morir

Doce relatos breves que exploran lo cotidiano, el dolor y la identidad con mirada aguda y sensibilidad contemporánea, poco antes de ser llevados al cine por Isabel Coixet.

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Michela Murgia murió en Roma a los cincuenta y un años de edad el 10 de agosto de 2023 a consecuencia de un carcinoma en el riñón. Tres cuencos, que Isabel Coixet adaptará a la gran pantalla, fue su último libro publicado en vida.

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Tres cuencos

Michela Murgia

Traducción de Carlos Clavería. Altamarea, 2025. 184 páginas. 18,90€

Antes de hablar de sus páginas conviene contextualizar. La noticia de la enfermedad incurable convirtió a la escritora sarda en una especie de icono de una izquierda desorientada que no tenía problema en adoptarla por su eficacia a la hora de convertirse en mujer anuncio que encarnara todas las luchas light de la época.

Murgia fue, a la vez y por separado, adalid del antifascismo, del feminismo y quiso resucitar, desde los métodos de nuestro siglo, la figura del intelectual a la contra, hasta ser considerada por algunos el azote de la premier Giorgia Meloni, su némesis.

En realidad, su labor entroncaba con el presente por su ligereza y versatilidad para estar en todas las salsas, en ocasiones haciéndonos olvidar cuál era su oficio, reconocible en esta colección de doce relatos por una serie de características resaltables.

Entre ellas, además de la obvia virtud de saber entrelazarlos con naturalidad, figura su solvencia en ser siempre ella misma en sus personajes femeninos, mujeres con problemas del primer mundo, unos más graves que otros, a los que se enfrentan día a día con el reto añadido de vencer a un alud de pequeñas cotidianidades posmodernas, preludios de males con fuerza para devastar tanto lo individual como lo colectivo.

Los personajes aceptan ese inevitable cotidiano con desesperación contenida. Lees a Murgia y puedes comprender cómo su obra puede trasladarse al cine porque es como si vieras fragmentos de la Roma contemporánea al estilo de muchas películas del siglo en que las calles de la Ciudad Eterna son escenarios para amores, noticias inesperadas y la agridulce magia de la rutina, en este caso con cierto aire mortuorio desde el primer relato.

"Expresión intraducible" da tono al volumen. Sus tres cuencos, si ignoras la biografía de la autora, evocan un orientalismo de toque hipster. Esas cerámicas devolvían a su lugar las jerarquías entre el estómago y el cerebro, hasta ser un ritual para huir de situaciones difíciles.

Murgia se disolvió en sus personajes para, antes de despedirse, regalarnos su totalidad como persona

Al estar obcecados en nosotros mismos, el modo de resolver estos trances deviene cómico; lo vemos en la absurdidad de las conductas, de entrar en paranoia porque en una videoconferencia la interlocutora tiene una vela con el signo del cornudo, a la heroicidad de comprar un mapa de la capital italiana para resignificar los sitios de su amor, llenándolos con otra sustancia, si se quiere un guiño a El eclipse de Michelangelo Antonioni al revés, pues en ese filme los espacios sin los enamorados se refundaban desde el vacío.

La prosa de Tres cuencos es normativa. Michela Murgia no es maestra de la amplísima generación de jóvenes de su país —de Veronica Raimo a Giulia Caminito— aunque sí les ha legado cadencias y temáticas intercambiables en muchas novelas. Podrías cogerlas a ciegas y solo por ínfimos detalles adivinarías la firma.

Estas componendas, más en la Italia que viene de un pasado reciente tan prodigioso en las letras, son signos del nivel exigido en la actualidad para alcanzar aquello llamado estatus. Son libros bien escritos, de consumo fácil y muy entretenidos, casi ideales para trayectos en el metro o mansear las tardes de verano.

Meter a este género, que desde lo identificable quiere ser bandera de la victoria de una mujer quebradiza, en la alta literatura resulta algo osado, al menos desde su actual machaconería. La diferencia con Murgia es cómo aquí quiso disolverse en sus personajes para, antes de despedirse, regalarnos su totalidad como ser humano.