De izq. a dcha: Erika Mann, Gabriele Tergit, Annemarie Schwarzenbach, Mascha Kaléko, Maria Luise Weissmann y Else Lasker-Schüler. Diseño: Rubén Vique.

De izq. a dcha: Erika Mann, Gabriele Tergit, Annemarie Schwarzenbach, Mascha Kaléko, Maria Luise Weissmann y Else Lasker-Schüler. Diseño: Rubén Vique.

Letras

Escritoras olvidadas que fueron futuro: las pioneras de la República de Weimar que desafiaron al nazismo

'Bubikopf' recupera la voz de escritoras alemanas como Else Rüthel o Maria Leitner, muchas de ellas exiliadas o asesinadas en campos de concentración.

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Publicada

Basándose en la selección de escritoras de tiempos de la República de Weimar que hizo Anna Rheinsberg en 1988, publica Siruela, de la mano de tres excelentes traductoras, este panorama de autoras en lengua alemana adelantadas a su tiempo, toda una reivindicación y una reparación para unas mujeres cuyas vidas y carreras literarias quedaron truncadas por la barbarie del nacionalsocialismo. Muchas vivieron el exilio, padecieron persecución por su origen o por sus ideas avanzadas, e incluso perdieron la vida en campos de concentración.

Bubikopf

Varias autoras

Traducción de Isabel García Adánez, Itziar H. Rodilla y Belén Santana. Siruela, 2025. 215 páginas. 19,95 €

Se trata de veinticuatro textos y una espléndida introducción de las propias traductoras, que nos pone en antecedentes de aquellas escritoras Bubikopf (la melena corta años veinte) que tras la primera guerra mundial supusieron toda una explosión de originalidad, novedad y conciencia clara del nuevo rol de la mujer libre frente a un corset de siglos. Si hay un denominador común aquí es el uso de la ironía, el humor y la creatividad para alejarse del tópico patriarcal de la escritora sensiblera maternal y mostrar una voz directa, fuerte, cuestionadora de valores establecidos.

Muchas de ellas combinaban el periodismo o la escritura con su tarea de actrices, fundadoras de cabarets, traductoras, limpiadoras, cronistas, artistas, empleadas de fábrica, foto-reporteras en zonas de conflicto, luchadoras antifascistas, o pilotos de automóvil (caso de Erika Mann).

La libertad sexual la ejemplifica como pocos el texto de la enigmática Töppsdrill o la propia vida de la narradora Helen Grund (mujer real en el triángulo del Jules et Jim de Truffaut). Como señala el estudio inicial, la sociedad alemana tras la segunda guerra mundial fue para la mujer mucho más conservadora que la de la República de Weimar.

Ya “Una mujer y un libro”, de Erika Mann, plasma, en una lúcida pincelada, la burla sobre un mundo masculino de excluyentes engolados escritores que no entienden que las escritoras no se limitan ya al género de la confesión sentimental, pues saben “apagar la bombilla de su ego” para “traducir la vida en literatura”.

Un gran rescate del olvido es el de la multifacética Else Rüthel, que murió muy joven, en el 38, tras una vida accidentada, apasionada y tempestuosa, y que en “Breve novela de chicas” muestra el valor de las mujeres cuando plantan cara a los bárbaros.

Si hay un denominador común aquí es el uso de la ironía, el humor y la creatividad. Una gran y necesaria antología

El libro rebosa guasa e ironía, como en este asombroso comienzo de Dinah Nelken: “Sin duda, Susi comprendió que, en estos tiempos, no era nada práctico buscar un hombre con alma. Tendría que haberse buscado un hombre con coche, pero se encaprichó del alma”. La soledad femenina y el ansia de libertad queda magníficamente trazado en el micromundo de la inquilina del segundo de sus relatos.

Salvo contadas excepciones, muchas de estas escritoras atravesaron verdaderas penurias económicas, algo que reflejan piezas, como las de Emmy Hennings en el café de Colonia. Maria Leitner fue limpiadora de familias adineradas en EE. UU., huyó de un campo de concentración francés y murió esperando un visado en Marsella. “Cincuenta dólares me separan de la nada”, dice la protagonista de “Hermynia zur Mühlen” (aristócrata, pero comprometida y exiliada) en un excelente texto sobre los giros del destino.

A veces se nos habla de la dureza del existir adoptando un aire de ingenua fábula infantil (Lasker-Schüler o Fleisser, musa de Fassbinder), en el desgranar de anécdotas (Feldmann, Kaléko, Tieck, Tergit, Baum, Weissmann…) o nos muestran el exilio y el desarraigo prebélico con la maestría de Schwarzenbach. Una gran y necesaria antología.