Rosa Chacel. Foto: Archivo.

Rosa Chacel. Foto: Archivo.

Letras

El retrato íntimo de Rosa Chacel, la gran escritora de la generación del 27 que consideró su vida un fracaso

En ‘Íntima Atlántida’, Anna Caballé analiza minuciosamente a esta mujer compleja e inteligente, que creyó en el clasicismo y en un rigor marmóreo. 

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Recuerdo la tarde en que Rosa Chacel (Valladolid, 1898-Madrid, 1994) nos mostró a Clara Janés y a mí la foto que es ahora portada de esta biografía, que fue tomada a su llegada a Nueva York, donde, con una beca Guggenheim, escribió el ensayo que sería Saturnal. Le dijimos que estaba muy atractiva, y tras breve silencio, Rosa agregó: “Estoy mal. Como siempre. La tragedia de mi vida es haber sido pobre y fea". 

Íntima Atlántida. Vida de Rosa Chacel

Anna Caballé 

Taurus, 2025. 564 páginas. 24,90 €

Tras tras casi doce años de trabajo, la muy meticulosa y buena biografía que ha hecho Anna Caballé (Hospitalet de Llobregat, 1954) no admite una reseña –positiva– por parte de quienes conocimos a Rosa, sino que debiera casi dirimirse en otro libro. Caballé analiza minuciosamente a una mujer compleja e inteligente, que creyó en el clasicismo y en un rigor marmóreo, y que terminó considerando su vida como un fracaso.

Parte del valor de este notorio volumen reside en analizar una gran literatura para pocos y su relación con un carácter duro (aunque tierno en ocasiones) y una actitud de permanente incorrección política. El libro también soluciona (o lo intenta, acaso no siempre lo consiga) las contradicciones plurales de la autora de La sinrazón (1960), mujer que quería ser recordada por el talento o valor de su obra y no por el género, o sea, no por feminista. ¡Y vi tantas mujeres en su entorno!

Siempre oí hablar a Rosa de Timo (su marido desde 1921) y sabía que era pintor y que había sido el principal organizador de la salvación, en plena Guerra Civil, de los tesoros del Museo del Prado. Pero no conocí a Timoteo Pérez Rubio y en verdad supe muy poco de él. Un acierto de Caballé es conjugar la vida de Rosa con la de Timo, cerca íntimamente y muy lejos a menudo.

Timo tuvo antes y después aventuras con otras mujeres y Rosa lo sabía. Ella (acaso una lesbiana intelectual) no creo que se permitiese nada físico. Algunas frases importantes: “Yo profesé en la forma”, cerca de la “deshumanización” de su siempre respetado Ortega. Cuando leyó mi libro Hymnica, me dijo: “Es excelente, Luis Antonio. Sólo te faltó una cosa, la métrica clásica”. Yo no la buscaba.

Me regaló los dos primeros tomos de su diario Alcancía, 1982 (que Caballé valora enormemente) y me pidió que los presentara en el viejo Boccaccio y lo hice. Me aclaró: “Ten en cuenta que aquí está mi vida, no mi obra.” Ahí está la Rosa que lucha para sobrevivir y jamás se desdice de su buscado rigor. Leí con asombro: “Mañana veré a Timo. Llevo ocho años sin verlo". 

Anna Caballé analiza a chacel, una mujer compleja e inteligente que terminó considerando su vida como un fracaso

Castellana vieja, de Valladolid, sobrina nieta de Zorrilla y acaso sobrina del poeta tardoromántico Mariano Chacel, Rosa recorrió el mundo sin salir de su mente soberana. En su trilogía Barrio de Maravillas, Acrópolis y Ciencias naturales (1976-1988), sobre todo en los dos últimos volúmenes, apenas se ve el mundo exterior, casi no se sale del intelecto de las protagonistas.

Chacel vivía muy ensimismada y cuando miraba al exterior era para percibir y analizar equivocaciones. Habló con desdén de Julián Marías, que fue uno de sus valedores y cuando su (al menos unos años) muy amiga Lolo Rico le dejó leer una novela que había escrito, Rosa no dudó en decirle que la novela era mala. Me dijo otra vez: “Como todo lo hago mal, volví muy temprano del exilio. María (Zambrano) se ha hecho de rogar y no cesan de celebrarla”. Nunca la vio en el retorno.

Íbamos a su casa a tomar las caipiriñas que hacía Jamilia, la mujer de su hijo. Rosa vivió treinta años en Brasil, sabía portugués, pero no quería hablarlo. Enigmática Rosa en este gran libro, siempre buscador. A Rosa me la presentó Juan Gil-Albert en 1975 y estuve con Martínez Nadal en la cena de su 96 cumpleaños. ¡Singularísima!